quarta-feira, 16 de setembro de 2009

XIII

El hombre aquel que allí habla en la esquina,
por qué bracea tanto?,
qué importa lo que dice?
Porque no importa es el aspar de brazos,
que si importara…
Y quien soy yo para medir los grados
de importancias ajenas?
Dios le conserve al hombre su entusiasmo!
Mientras así bracea,
de sí mesmo se olvida, y con los años
su agitación, mi calma,
irán a descansar al mismo lago
de aguas muertas estériles…
Bracea ciudadano!...
Es una gran gimnasia, y en la vida
lo que importa es vivir contento y sano.

Septiembre, 1907


VII

Cerré el libro que hablaba
de esencias, de existencias, de sustancias,
de acidentes y modos,
de causas y de efectos,
de materia y de forma,
de conceptos e ideas,
de nóumenos, fenómenos,
cosas en sí y en otras, opiniones,
hipótesis, teorías…
Cerré el libro y abrióse
a mis ojos el mundo.
Transpuesto había el sol ya la colina;
en el cielo esmaltábanse los álamos
y nacian entre ellos las estrellas;
la luna enjalbegaba el firmamento,
cuyo fulgor difuso
en las aguas del río se bañaba.
Y mirando a la luna, a la colina,
las estrellas, los álamos,
el río y el fulgor del firmamento
sentí la gran mentira
de esencias, de existencias, de sustancias,
de acidentes y modos,
de causa y de efectos,
de materia y de forma,
de conceptos e ideas,
de nóumenos, fenómenos,
cosas en sí y en otras, opiniones,
hipótesis, teorías;
esto es: palabras.
Sobre el libro cerrado
que yacia en la yerba
por la luna su pasta iluminada,
mas su interior a oscuras,
descansaba una rana
que iba rondando su nocturna ronda.
Oh, Kant, cuánto te admiro!

Abril o mayo, 1908.

UNAMUNO, Miguel de, “Rimas de Dentro”, Barcelona, Mondadori, 2000, p.p. 57, 58 e 69.

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