Perdona: no sé darte la espalda. Quizás
es que a veces no tengo espalda
y he de aguardar
la que está en la parte trasera del espejo.
Ahí veo tu rostro y el azogue
es una simple burbuja dentro de la transparencia.
Perdona: no sé darte los ojos, tanto ven
que sobrepasan el lenguaje secreto
del abrazo. Y no obstante
quieren izar los ojos tuyos,
las órbitas azules, las galaxias
donde gira mi infiel
ceguera iluminada.
Antonio Arroyo Silva