sábado, 17 de setembro de 2011

LA MUERTE ES INOXIDABLE

De:

"Jesús Rodríguez"

Si hay algo que les motiva a los poetas a la hora de garabatear es el desamor, la muerte y las exuberantes caderas de una muchacha andaluza. Antonio Machado lo expresaba así: “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”. Lo que no sabía el bueno de Antonio (Dios lo tenga en el reino celestial de los poetas ensalzados) es que la muerte es, y vaya si es, y si nosotros no somos cuando a ella le da por ser, tal vez se trate, más que nada, porque está tan segura de sí misma que hasta nos cede una vida de ventaja. Cuántas veces he escuchado eso de “nada hay después de la muerte, ya que nadie ha vuelto de allí para contarlo”. Sí, hombre, ganas me quedarían a mí de volver por estos lares de pastos enfermizos y lastimeros para contarle al común de los mortales qué narices se cuece en el “allende los mares” (si ahora no me escucha el personal, como para aparecerme a medianoche, con una sábana blanca, voz de acero inoxidable y dando consejillos a lo “portaros bien, hermanos míos, pues algo hay tras este valle de lágrimas y tal”). Yo, por ejemplo, siempre he evitado ir a los funerales y entierros; prefiero quedarme en casa llorando la pena, no por aprensión ni por vaguedad, sino por dejar claro que amo la vida y que ni a mi velatorio tengo claro si estaré dispuesto a asistir. Por otro lado, se le da demasiado valor a lo de perecer, sobre todo en el Primer Mundo supuestamente civilizado. Aquí miramos con ojos lastimeros y cotillas las esquelas, como si se tratasen de la portada del “Hola”, y nos atrevemos a decir “no somos nada, murió Fulana de Tal, de un infarto, a los 89 años y aún la vi ayer comprando pisto para el canario en el “Día”. Se la veía en la flor de la vida. Puta vida. Siempre se van los mejores”. Unas risas, oiga, cuando en el Tercer Mundo teóricamente incivilizado, la media de vida está en los 30 y tantos, y a Dios gracias. Tenemos el defecto de competir en vida y en muerte: aquel llegó a los 90 años, el otro a los 80, y yo estoy tomándome la pastilla para el colesterol malo (el bueno ya es bueno y basta) a ver si logro simular a Matusalén. Abusiva, entiéndanme, es abusiva dicha actitud, inclusive lo sería para un poeta romántico que suspira por una contundente tuberculosis con la que le daría sentido a su obra. Como señalaba el poeta pulidamente alcoholizado y releído Charles Bukowski: "El hombre ha nacido para morir. ¿Qué quiere decir eso? Perder el tiempo y esperar. Esperar el colectivo. Esperar que canten los ratones. Esperar que a las serpientes les crezcan alas. Perder el tiempo". Y es que morir no es tan malo, siempre y cuando antes te dejen tranquilo un rato para echarle aceite a los huesos sobradamente oxidados.

Alexander Vórtice (Jesús Rodríguez)