La epidermis al aire de lavanda y tomillo.
No ha de dejar el viento su negra cabellera
oscilar en la noche sino busquen su noche
detrás de los cronómetros y encontrarán un péndulo
moviéndose sinuoso al compás de la aurora.
No el roce de ceniza la hiciera fuego fatuo
ni el agua de algún río simplemente la hiciera
atmósfera insaciable si bien no ceja en serlo
el delta que la añora desde la misma asfixia.
©Antonio Arroyo Silva