Mario Benedetti
Olegario no solo fue un as del presentimiento, sino que
además siempre estuvo muy orgulloso de su poder. A veces se quedaba absorto por
un instante, y luego decía: “Mañana va a llover”. Y llovía. Otras veces se
rascaba la nuca y anunciaba: “El martes saldrá el 57 a la cabeza”. Y el martes
salía el 57 a la cabeza. Entre sus amigos gozaba de una admiración sin límites.
Algunos de ellos recuerdan el más famoso de sus aciertos.
Caminaban con él frente a la Universidad, cuando de pronto el aire matutino fue
atravesado por el sonido y la furia de los bomberos. Olegario sonrió de modo
casi imperceptible, y dijo: “Es posible que mi casa se esté quemando”.
Llamaron un taxi y encargaron al chofer que siguiera de
cerca a los bomberos. Estos tomaron por Rivera, y Olegario dijo: “Es casi
seguro que mi casa se esté quemando”. Los amigos guardaron un respetuoso y
afable silencio; tanto lo admiraban.
Los bomberos siguieron por Pereyra y la nerviosidad llegó a
su colmo. Cuando doblaron por la calle en que vivía Olegario, los amigos se
pusieron tiesos de expectativa. Por fin, frente mismo a la llameante casa de
Olegario, el carro de bomberos se detuvo y los hombres comenzaron rápida y
serenamente los preparativos de rigor. De vez en cuando, desde las ventanas de
la planta alta, alguna astilla volaba por los aires.
Con toda parsimonia, Olegario bajó del taxi. Se acomodó el
nudo de la corbata, y luego, con un aire de humilde vencedor, se aprestó a
recibir las felicitaciones y los abrazos de sus buenos amigos.
FIN