Arturo Ortega Morán
by Juan Zapato
insultoCuando estamos enojados, cualquier palabra puede
convertirse en insulto, basta con
llenarla de esa carga emocional
que nos invade. No obstante, hay algunas palabras que por sí mismas han
ido formando lo que podemos llamar: nuestr o catálogo de insultos. Son voces a
las que hemos endurecido y, en muchos casos, las hemos alejado de su
origen inocente. Revisemos algunas de ellas:
Cuando alguna vez te digan que eres un pelafustán, es bueno
saber que el insulto tiene origen en el fustán, un tipo de tela pachoncito al
que, algunos desocupados, encontraban
divertido dedicarse a arrancarle la lanosidad, de ahí que a estos tipos
ociosos, sin oficio ni beneficio los llamaran pelafustanes.
Idiota, es otra palabra que usamos para insultar. La usamos
para referirnos a alguien de corto entendimiento. Lo curioso es que en su
origen griego, un idiota era alguien que no se metía en cuestiones públicas. La
raíz idios, en esta lengua tiene el sentido de propio, aislado. Palabras
emparentadas son idioma (que significa lenguaje propio), y también
idiosincrasia (temperamento propio de un grupo o persona). Por suponer que el
aislamiento nos deja al margen del conocimiento, idiota pasó a significar
ignorante; sentido que aún se encuentra en el lenguaje médico cuando se habla
de una enfermedad idiopática, es decir, que no se sabe que la ocasiona. Del
concepto de ignorancia, no fue difícil pasar al de deficiencia mental, y de ahí
al catálogo de insultos.
Imbécil, otra palabra de curiosa evolución. Aunque hoy
también tiene el sentido de escases de inteligencia, es muy significativo que
su raíz latina sea imbecillis formada de im (dentro) y bacillus (bastoncillo).
De modo que, literalmente podemos entender la palabra como “embastonado”. El
sentido que le daban los romanos a la palabra era de ´debilidad física´ por la
necesidad de apoyarse en un bastón. De este concepto, se pasó al de debilidad
mental, convirtiéndose también en insulto.
Para insultar también usamos estúpido; palabra que tiene
origen en la voz latina stupeo que encerraba el concepto de “atónito, pasmado”.
Otras palabras con el mismo origen son: estupor, estupendo y estupefacto; pero
por esas cosas raras del lenguaje sólo estúpido mutó su significado, pasando de
asombro a cortedad intelectual quedando inscrito en el catálogo de insultos.
Para terminar, es de
interés saber que la voz insulto tiene origen en el latín insultare, que se
forma de in y saltare; de modo que el sentido implícito es “echarse encima”, lo
que resulta muy apropiado ¿no cree usted?
Arturo Ortega Morán©
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