Es contar a alguien, a propósito de uno mismo (sin lo cual
ya no sería confidencia, sino indiscreción), lo que no se contaría a
cualquiera: prueba de confianza, de amor o de intimidad. Se distingue de la
declaración, porque no supone ninguna culpabilidad. De la confesión, porque no
espera ningún perdón. Es la manera de hablar privilegiada de los amigos, que se
aman demasiado para juzgarse.
André Comte-Sponville©
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