by Juan
Zapato
Original en hebreo
Transliteración en español
Traducción poética en español
ערב של שושנים
נצא נא אל הבוסתן
מור בשמים ולבונה
.לרגלך
מפתן
לילה יורד לאט
ורוח שושן נושבה
הבה אלחש לך שיר
בלאט
.זמר של אהבה
שחר הומה יונה
ראשך מלא טללים
פיך אל הבוקר, שושנה
.אקטפנו
לי
Erev shel shoshaním
netzeh na el habustán
mor besamim ulevona
leraglej miftán
Layla iored le'at
veru'aj
shoshán noshvah
havah
eljash laj shir balat
zemer shel ahavá
Shajar homa ionah
roshej malé tlalím
pij el haboker shoshana
ektefenu li
Tarde de rosas es
ven vamos al jardín
mirra, perfumes e incienso son
para tus pies un tapiz
La noche desciende lenta
y la brisa a rosas
huele así
te susurraré una silente melodía
canto de mi amor por ti
Al alba arrulla una paloma
tu cabeza de rulos sin fin
tus labios cual rosa matinal
los segaré para mí
Cuando Víctor Jara y Quilapayún cantaron en...hebreo
por Mijael Vera
La noticia golpeó fuerte en los escritorios de la redacción
de Anajnu: había llegado a nuestras manos, por causa de un afán coleccionista,
un disco de Víctor Jara cantando en conjunto con Quilapayún grabado en 1967 y
editado comercialmente en 1968. Se trata de “Canciones Folklóricas de América”.
No habría novedad, aparte la de escuchar la voz prístina de Víctor Jara en
temas poco conocidos en conjunto con un Quilapayún incipiente y a la búsqueda
del perfil sonoro que le conocimos posteriormente y que, en ambos casos, se
convirtieron en íconos de la Nueva Canción Chilena.
La novedad auténticamente deliciosa era que la octava faja,
denominada “Noche de Rosas”, ¡está cantada en hebreo!...
En efecto, se trata de la famosa canción “Erev shel
shoshanim”, música de Yosef Hadar y letra de Moshe Dor. El tema fue grabado por
primera vez en 1957 por la cantante Yaffa Yarkoni y un año más tarde por el dúo
HaDuda'im. Su versión tuvo un estrepitoso éxito en Israel. Dudaim recorrió el
mundo extensamente en la década de 1960, y “Erev shel shoshanim" se
transformó en una de sus canciones internacionales de referencia. Durante las
décadas del 60 y 70 fue grabada por varios intérpretes de reconocimiento
internacional, como Harry Belafonte, Nana Mouskouri, Daliah Lavi y Miriam
Makeba.
Para el año 1967, en que Víctor Jara y Quilapayún graban
este tema en una producción conjunta, la canción era un ícono de imagen
corporativa de Israel, y su fama sólo se vio ligeramente eclipsada por la
aparición de “Yerushalayim shel zahav” que vino a reforzar la emoción surgida
tras la reconquista de la ciudad de Jerusalén en 1967.
Hebreo perfecto
En la versión de Víctor Jara con Quilapayún, para mayor
sorpresa, nos encontramos con que no se trata de un divertimento lúdico. El
hebreo pronunciado es perfecto y refleja una preocupación especial. No hay
dudas en la interpretación, ni siquiera dificultades para pronunciar aquellas
letras hebreas que no tienen correspondencia con los sonidos habituales en
español. La sonoridad de la letra Shin (que sólo podría aproximarse a una
pronunciación popular “a la chilena” de la palabra “shile”), aparece aquí en
una pureza perfecta. Mismo ocurre con los sonidos guturales, como la variedad
de “j”, tan complejos en la pronunciación semítica.
El producto es sencillo, como la misma canción obliga. Hay
un reflejo de intimidad que se deriva de un conocimiento evidente del
significado de las palabras. La rusticidad del acompañamiento musical, nada
extraño en la producción de esa época que buscaba lo básico en oposición al
despliegue orquestal que los intérpretes criticaban, refuerza con intensidad
conmovedora la melodía intimista, apenas dejando entrever las posibilidades de
despliegue sonoro que los intérpretes lucieron posteriormente en otras producciones,
y aún en el mismo LP.
Quilapayún y Víctor Jara
Los orígenes de Quilapayún se remontan a apenas dos años
antes de la aparición de este disco, cuando en 1965 Julio Numhauser y Julio
Carrasco invitan al hermano de este último, Eduardo, a integrar temporalmente
un conjunto folklórico en ciernes. El trío, iniciado sin mayores pretensiones,
comenzó a tomar forma, siendo bautizado con una palabra compuesta de origen
mapuche, que le daría el sello a toda su carrera, "Quilapayún (quila=tres,
payún=barbas).
El estreno en sociedad del conjunto fue en la Peña de la
Universidad de Chile en Valparaíso, allí dieron sus primeros pasos, guiados por
Ángel Parra, su primer director musical. Más tarde, a comienzos de 1966, y con
la incorporación de Patricio Castillo, obtendrán su primer galardón, en el
Primer Festival Nacional del Folklore "Chile Múltiple". Después de
esta experiencia, se integrarían a las actividades de la itinerante peña
"Chile Ríe y Canta" de René Largo Farías, uno de cuyos frutos fue la
grabación de un LP, en el cual Quilapayún participaría con la canción "El
Pueblo" de Ángel Parra. Este será, entonces, el primer registro oficial
del conjunto.
En una de las peñas organizadas en Valparaíso se encuentran
con Víctor Jara, sus caminos se cruzan y se mantendrán unidos por mucho tiempo
más. A petición del conjunto, Víctor se hace cargo de la dirección artística, a
través de la cual trabajará principalmente la disciplina, la puesta en escena y
las temáticas de sus canciones. Es Víctor quien los presenta en Odeón, donde
grabarán en lo sucesivo. Su primer trabajo editado en 1966 se llamará
sencillamente Quilapayún, y en él incluirán composiciones de Ángel Parra,
Víctor y del conjunto.
En 1968, Quilapayún es partícipe de la gestación del nuevo
sello de las Juventudes Comunistas y en él edita el LP "Por Vietnam",
que se convierte rápidamente en un éxito de ventas por su temática contingente
y por la consolidación estética y artística del conjunto. De este proyecto nace
la famosa DICAP (Discoteca del Cantar Popular), que editaría cerca de 60
producciones hasta el 11 de septiembre de 1973 y que se convirtió en uno de los
bastiones culturales de los artistas de la Nueva Canción Chilena.
Aún faltaban algún tiempo para que llegara al poder el Dr.
Salvador Allende y que Quilapayún alcanzara su máxima madurez musical al grabar
la “Cantata Santa María de Iquique” de Luis Advis.
Para el año 1967, Víctor Jara era ya un artista consolidado,
tanto en la interpretación folclórica, la composición y sus actividades de actor
y director teatral. Ese mismo año es invitado a Inglaterra, en su calidad de
Director Teatral, por el Consejo Británico. Recibe el premio de "La
Crítica" por su dirección en la obra "Entretenimiento a Mr.
Sloane" y el Disco de Plata del Sello Emi-Odeón.
“Canciones Folklóricas de América”
Será, entonces, en 1967 que graban con Víctor
"Canciones Folklóricas de América" y luego lo acompañarán en su disco
solista de 1967, también bajo sello Odeón. Este año se retira Julio Numhauser
por discrepancias en torno a la línea musical que debía seguir el conjunto y se
integra el estudiante de Ingeniería Guillermo "Willy" Oddó quien,
junto a Quezada, serán las voces características de Quilapayún por muchos años.
En cuanto al disco, posteriores producciones tanto de Víctor
Jara como por parte de Quilapayún eclipsaron su difusión y contenidos,
especialmente al calor de las contradicciones que se generaron a partir del
gobierno de la Unidad Popular, la guerra de Vietnam, y otras causas que exigían
un compromiso más definido con el naciente estilo musical.
Las curiosidades del disco
En primer lugar, el disco, titulado “Canciones Folklóricas
de América” contiene una faja inicial en inglés con la canción Husch-A-Bye
(Yarrow/Stockey). No sería de extrañar que apareciera una canción cantada en
inglés, toda vez que se trata de “folklor de América”, aunque la palabra
América se usara preferentemente para referirse a lo que se denominaba bajo un
prisma político “América morena”. Sin embargo no es coherente, bajo ningún
punto de vista, el que en un disco que lleva ese título aparezca una canción
israelí cantada en un perfecto hebreo.
Un segundo elemento de importancia es que la capa del disco
constituye un paradigma artístico por sí misma. Antonio Larrea, su hermano
Vicente y Luis Albornoz fueron los artistas gráficos que diseñaron la portada
del disco. Era 1968 cuando los hermanos Larrea firmaron por primera vez un
trabajo conjunto, ni más ni menos que este disco "Canciones folclóricas de
América". La tapa frondosa y colorida, con influencias del muralismo
mexicano, fue un encargo de Carlos Quezada compañero de los Larrea en la
Escuela de Arte y rompió con los moldes de los discos imperantes, que sólo
llevaban una foto del artista y un texto sin pretensiones. Inauguraban así toda
una corriente artística que convertiría en íconos gráfico y políticos muchas
carátulas de discos de la época.
Otra curiosidad es el nombre. Erev Shel Shoshanim se puede
traducir como "Tarde de lirios". Aunque la palabra hebrea shoshana ha
sido sido identificada también como rosa, preferentemente se usa para
identificar al lirio. En lo que no hay duda alguna es que el título "Noche
de Rosas" no corresponde a una traducción correcta.
Los Seis Días
En efecto, el disco fue grabado en 1967 poco tiempo antes
que se retirara Julio Numhauser uno de sus fundadores. De hecho, la voz tenor
que se escucha entre las voces del conjunto es la de él.
También el disco es editado y comercializado en 1968, lo que
constituye un dato significativo por cuanto entre el 5 y el 10 de junio de 1967
se había desarrollado el famoso conflicto bélico la Guerra de los Seis Días en
que el Estado de Israel logró derrotar en una hazaña única a los ejércitos
combinados de Egipto, Siria, Jordania e Iraq. La consecuencia inmediata fue la
liberación de la ciudad de Jerusalén, la ocupación de los Altos del Golán y de
toda la Península del Sinaí. Estos seis días de 1967 concitaron la atención
mundial y resultaron claves en la geopolítica de la región: sus consecuencias
han sido profundas, extensas y se han hecho notar hasta hoy día.
Uno de los efectos internacionales más importantes de la
Guerra de los Seis Días fue el hecho de que el conflicto árabe-israelí quedó
plenamente encajado en los esquemas de la Guerra Fría: la URSS, junto al bloque
socialista, rompió relaciones diplomáticas con Tel Aviv e Israel se convirtió a
los ojos de una buena parte de la opinión pública internacional en agresor y
potencia ocupante y perdió su prestigio de pequeño país en lucha por su
supervivencia.
Dio comienzo entonces al aislamiento internacional ilustrado
por las muchas resoluciones contrarias a Israel en la ONU. Igualmente el
Partido Comunista a nivel mundial, y especialmente el chileno, fiel seguidor de
las prácticas estalinistas, condenaron las medidas de defensa de Israel
favoreciendo una opinión dogmática que terminó idealizando y justificando las
acciones terroristas, auspiciando el nacimiento de una nueva judeofobia, esta
vez de cuño ideológico y centrado en el Estado judío, bajo el rótulo ambiguo de
“antisionismo”...
En ese marco histórico, la grabación de esta canción por
parte de connotados militantes del Partido Comunista de Chile constituye una
curiosidad extraordinaria. Más aún cuando a la fecha el tema “Erev shel
shoshanim” era un ícono musical de la nación judía que iba más allá de las
simples palabras de amor que se lee en su letra.
Adicionalmente, en la contracapa del disco, la canción que
ocupa la 8va. Faja aparece nombrada como “Noche de Rosas [Erev shel shoshanim]
(Popular israelí)”… en esos momentos Víctor Jara ya era miembro del Comité
Central de las Juventudes Comunistas de Chile…
¿Qué había sucedido, en realidad?
En rigor histórico, parece ser que los recopiladores de las
obras de Víctor Jara y Quilapayún, tanto por separado como en conjunto, han
olvidado, no el disco, pero sí esta canción. No aparece en estudio alguno, ni
siquiera mencionada como una variante exótica en la interpretación de los
célebres artistas. Tampoco parece estar considerada en las reediciones en CD de
estos discos “olvidados”.
Víctor Jara fue asesinado tras crueles torturas en el
Estadio Chile el 16 de septiembre de 1973. No tenemos antecedentes de que haya
grabado alguna otra canción en hebreo. En el Sitio Web de la Fundación Víctor
Jara (http://www.fundacionvictorjara.cl) el disco ni siquiera es mencionado
como existente…
Tal es así que recientemente (año 2001) Warner editó todo el
catálogo que Víctor Jara realizó por el sello Arena y por Dicap, que
correspondió luego al material de Alerce. Esta edición "Colección Víctor
Jara", que consta de 8 discos, incluidos dos LPs en vivo (en México y
Cuba) y que además contiene algunos temas inéditos como Arauco y Oficina
Abandonada, es considerada como “absolutamente imprescindible” para cualquier
admirador de Víctor Jara. Sin embargo, aunque rescata algunas canciones del LP,
directamente “Noche de Rosas” es abiertamente ignorada, aunque se trate de una
joya musical interpretada en una lengua exótica.
Mismo acontece con las recopilaciones del material de
Quilapayún que ignoran esta importante producción.
Hoy sólo es posible escuchar esta canción en los escasos
ejemplares originales en vinilo que sobreviven.
Todos los sitios dedicados a Quilapayún mencionan la
existencia del disco, e inclusive se cita a la 8va. canción como “del folklor
israelí”. Sin embargo, en el conocimiento del grueso de la obra de Quilapayún,
que se ha extendido hasta nuestros días en una fructífera producción, el tema
señalado no tiene presencia alguna.
Quedan, por tanto, muchas lagunas en la historia. ¿Quién les
enseñó la canción? ¿Fue Julio Numhauser? ¿Se trató de un homenaje a Numhauser?
¿Porqué aparece esta canción en un disco enteramente dedicado al folklor
latinoamericano?
Probablemente sólo el propio Numhauser podría aclarar estas
interrogantes de origen. Aunque también hay otras personas que debieran
clarificar el porqué esta canción en hebreo no ha sido difundida con la
merecida intensidad.
NOTA: A los pocos días después que Anajnu publicó el anterior
artículo, recibimos la carta-respuesta de Eduardo Carrasco, director de
Quilapayún, que se transcribe a continuación:
En su interesante artículo "Cuando Víctor Jara y
Quilapayún cantaron... en hebreo" ustedes se preguntan sobre las razones
que tuvimos para incluir esta canción en nuestro repertorio.
La respuesta no puede ser más simple: porque considerábamos
a los judíos como parte integrante de nuestro mundo latinoamericano, y porque
estábamos de acuerdo con la existencia de Israel y defendíamos su causa.
Es cierto que en esta afirmación hay un montón de problemas,
a los que en esa fecha no habríamos sabido responder. ¿De qué manera se
insertan los judíos en nuestro mundo latinoamericano? ¿Es posible considerar a
los judíos como algo ajeno a la cultura latinoamericana si convivimos sin hacer
diferencias?¿Cuáles son las diferencias que legítimamente hay que hacer y
cuáles son las peligrosas? Nosotros zanjamos estas cuestiones de un modo un
poco brutal: si esto formaba parte de nuestro mundo inmediato, había que
asumirlo como tal. A lo mejor nos equivocamos, pero en algo teníamos razón y
quizás algún día valga la pena clarificarlo. Son cosas difíciles de pensar y
tienen que ver con el eterno problema judío de la asimilación. Pero lo cierto
es que partimos de nuestra experiencia.
Con Julio Numhauser nos habíamos conocido en la Bomba
"Israel", que queda en la esquina de Avenida Grecia con Pedro de
Valdivia. Aunque muy jóvenes, éramos bomberos, y participábamos de todas las
actividades que se hacían a partir de la Bomba: estas incluían, desde apagar
incendios, hasta organizar bailes y actividades sociales. Además, teníamos el
conjunto, que empezaba a existir.
Uno de nuestros más importantes recitales de esa época tuvo
lugar en el Estadio Maccabi. Como nos movíamos en ese mundo, no tiene nada de
raro que pensáramos en cantar algo en hebreo. Julio Numhauser tenía un disco
con canciones del dúo HaDuda´im que ustedes mencionan en el artículo. De ahí
sacamos la canción. Para la pronunciación, nos ayudó un amigo del Maccabi que
apenas hablaba castellano. Parece que salió bien.
Si bien el disco se anuncia como de Víctor Jara y
Quilapayún, Víctor no canta en todas las canciones. En la grabación cantamos:
mi hermano Julio Carrasco, Julio Numhauser y yo. Este trío es el grupo que dio
origen al Quilapayún (hace poco acabamos de juntarnos de nuevo en nuestro
último disco "Solistas", para cantar "Cambia todo cambia",
la famosa canción de Numhauser). Víctor era nuestro director y participaba en
los arreglos de las canciones.
Esta canción en hebreo fue interpretada varias veces en vivo
en diferentes lugares y tal vez alguien se acuerde de alguna de esas
actuaciones. Nos gustaba mucho, y además, cantándola, nos sentíamos luchando
por un mundo en que por fin todos los seres humanos se reconocerían como una
sola gran familia, más allá de los racismos y de los nacionalismos. El
Quilapayún siempre ha mantenido este espíritu humanista que le dio vida.
La vida es demasiado extraña y misteriosa como para darle
importancia a las cosas que nos dividen. Son más importantes las que nos unen:
la broma pesada que es a veces la vida, y el sorprendente hecho de que estemos
aquí, en un mundo que permanecerá siempre ignoto y del que siempre
desconoceremos sus finalidades últimas (si es que las tiene). Todo esto es
demasiado raro como para insistir en las diferencias.
A pesar de la cercanía de la experiencia del Holocausto, en
esa época, en el barrio Ñuñoa, vivimos una experiencia de convivencia muy feliz
y enriquecedora entre judíos y no judíos. En realidad, estas diferencias ni
siquiera aparecían. Sé que no en todas partes esto fue así, pero nosotros así
lo vivimos.
Tengo queridísimos amigos judíos, los que más contaron para
mí en esos años, y también - no puedo esconderlo - varios amores de juventud.
No sólo Julio Numhauser, sino también Rafael Hernández Voloski, Sergio
Warsavski, Joel Rosenberg (también bombero), Sergio Grinberg, Miguel Budnick,
Alejandro Rojas Weiner y muchos otros. A las "pololas" no las nombro
para no ponerlas en aprietos.
En el artículo ustedes contextualizan muy bien esa época.
Eran tiempos en que el principal posicionamiento frente a Israel residía en
estar de acuerdo con la existencia del Estado de Israel. Si bien en la
actualidad las cosas se han complicado, esa idea sigue igualmente vigente y
nuestra posición al respecto sigue siendo la misma.
La verdad es que antes de ese artículo nunca nadie había
reparado mayormente en esa canción y les agradezco que ustedes lo hayan hecho.
¿Por qué no se ha vuelto a editar?
La respuesta es también simple: porque la EMI Odeón no ha vuelto nunca más a
sacar nuestros discos grabados entre 1966 y 1973. Son 5 discos y muchas
canciones, entre las cuales se encuentra Erev shel shoshanim. Lamentablemente,
esto no depende de nosotros. Hemos insistido varias veces ante esta compañía
para que estos discos se editen, pero no hemos logrado nada. Los discos
nuestros que actualmente están a la venta no incluyen ninguna de estas
canciones grabadas para la EMI.
Gracias a mi experiencia de vida, me siento muy cercano a
los judíos. Odio el antisemitismo y el racismo. El Holocausto me ha hermanado
al pueblo judío para siempre y llevo en mi alma ese recuerdo de algo que no he
vivido, pero que está ahí, dentro de mí, advirtiéndome de cuáles son los
verdaderos grandes peligros a que el ser humano puede ser arrastrado.
Si esa humilde canción cantada hace tanto tiempo ha podido
servir para acercarnos a judíos y no judíos habremos contribuido a acercarnos
un poquitito más al mundo por el que nosotros siempre hemos luchado. Tal vez
todo esto parezca muy idealista y muy alejado de la realidad, pero no hay nada
mejor que la vida para atestiguar sobre lo que uno piensa. El Quilapayún no
hubiera sido posible sin esa amistad entre judíos y no judíos.
Ojalá que las nuevas generaciones estén viviendo todavía en
ese ambiente de cercanía y fraternidad que fue el nuestro.
Agradeciéndoles de nuevo vuestro interés en nuestro grupo,
reciban un enorme abrazo
Eduardo Carrasco Pirard
Nota de Anajnu: Fundador, director e integrante del grupo
Quilapayún, Eduardo Carrasco Pirard, nominado Caballero de las Artes y de las
Letras por Francia, se ha destacado en los últimos años como filósofo y
profesor en la Universidad de Chile. Acaba de ser reeditado su libro
Quilapayún: la revolución y las estrellas (Ril Editores). Ha publicado además
los libros Distinciones (1985); Conversaciones con Matta (1987); Distinciones
II (1989); Campanadas del mar (1995); Libro de las respuestas al libro de las preguntas
de Pablo Neruda (1999); Para leer Así habló Zaratustra de F. Nietszche (2002);
Palabra de hombre: tractatus philosophiae chilensis (2002), "Heidegger y
la historia del ser" en la Editorial Universitaria, y "Nietzsche y
los judíos" en la Editorial Catalonia. Titular de una licencia y de un DEA
de Filosofía de la Universidad de Paris, como músico y con el grupo Quilapayún,
ha participado en una abundante producción discográfica que le ha valido
obtener el premio de la academia Charles Cros. También es autor de numerosos
artículos sobre temas filosóficos en revistas especializadas y ha dictado
numerosas conferencias en universidades e institutos.
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