El neoliberalismo es una poderosa teoría económica cuya
estricta fuerza simbólica, combinada con el efecto de la teoría, redobla la
fuerza de las realidades económicas que supuestamente expresa. Sostiene la
filosofía espontanea de los administradores de las grandes multinacionales y de
los agentes de la gran finanza, en especial los agentes de Fondos de pensión.
Seguida en todo el mundo por políticos nacionales e internacionales,
funcionarios oficiales y especialmente por el mundillo de los periodistas
tradicionales –todos más o menos igualmente ignorantes de la teología
matemática subyacente– se está transformando en una creencia universal, en un
nuevo evangelio ecuménico. Este evangelio, o más bien la vulgarización gradual
que se ha hecho a nombre del liberalismo en todos los lugares, está
confeccionada con una colección de palabras mal definidas –”globalización”,
“flexibilidad”, “desrregulación” y otras– que, a través de sus connotaciones
liberales e incluso libertarias pueden ayudar a dar la apariencia de un mensaje
de libertad y liberación a una ideología que se piensa a sí misma como opuesta
a toda ideología.
De hecho, esta filosofía tiene y reconoce como su único
objetivo la permanente creación de riqueza y, más secretamente, su
concentración en manos de una minoría privilegiada, y por lo tanto conduce un
combate por cualquier medio, incluso la destrucción del medio ambiente y el
sacrificio humano, contra cualquier obstáculo a la maximización de las
ganancias. Seguidores del laisser-faire, como Thatcher, Reagan y sus sucesores
ponen cuidado en la práctica no del laisser-faire sino, al contrario, en dar
mano libre a la lógica de los mercados financieros para llevar adelante una
guerra total contra los sindicatos, contra las adquisiciones sociales de los
últimos siglos, en una palabra, contra todas las formas de civilización
asociadas con el estado social.
PIERRE BOURDIEU
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