Quien se queda mucho consigo mismo, se envilece.
Las alturas guían, pero en las alturas.
Han dejado de engañarte, no de quererte. Y te parece que han
dejado de quererte.
El mal no lo hacen todos, pero acusa a todos.
Una cosa, hasta no ser toda, es ruido, y toda, es silencio.
Las quimeras vienen solas y se van acompañadas.
El hombre, cuando sabe que es una cosa cómica, no ríe.
Te quiero como eres, pero no me digas cómo eres.
Hay sueños que necesitan reposo.
La confesión de uno humilla a todos.
Cerca de mí no hay más que lejanías.
De lo que tomo, tomo de más o de menos, no tomo lo justo. Lo
justo no me sirve.
Cuando no se quiere lo imposible, no se quiere.
Convénceme, pero sin convicciones. Las convicciones ya no me
convencen más.
El hombre quisiera ser un dios, sin la cruz.
Tanto universo, tanto universo para hacer funcionar un
cerebro, un pobre cerebro.
Donde todos se lamentan, no se oyen lamentos.
Antonio Porchia (Conflenti, Catanzaro, Calabria, 1885-
Vicente López, Buenos Aires, 1968), Antonio Porchia, Material de Lectura,
Universidad Nacional Autónoma de México, México DF, 1988.
fonte :Antonio Arroyo Silva
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