segunda-feira, 9 de novembro de 2015

¡Escribe!” Es la mejor receta contra las malos recuerdos


Publicado por Tes Nehuén 9 de noviembre de 2015

"¡Escribe!" Es la mejor receta contra las malos recuerdosDesde tiempos antíquisimos el arte ha servido para dejar constancia de nuestro paso por este mundo. No, para que hagamos de él un uso egocéntrico (que también se puede) sino para que al exteriorizar nuestras experiencias podamos empatizar con personas de otras edades y culturas. La escritura, es entre otras artes, una herramienta ineludible de catarsis tanto para recuperar nuestro propio equilibrio como para reflexionar en pos del equilibrio del mundo.

Podría decirse que la literatura fue y es para muchos un canal de salvación frente a las miserias y las dificultades de la vida. Y así ha quedado demostrado a lo largo de la historia, ya que muchísimos autores han afirmado salvarse gracias al descubrimiento de las letras. La posibilidad de ser otros, de vivir en otro lugar, en otros cuerpos, fue una de las grandes ayudas que nos ofreció a muchos la lectura siendo niños, salvación que se extendió a nuestra vida adulta a través del descubrimiento de la escritura. Tanto lectura como escritura extienden nuestra vida imaginaria y nos ayudan a pasar por este mundo de una forma más intensa, y a la vez, más fructífera. Sobre esa capacidad de la literatura como método de salvación escribo en este texto.

Autores que no se ahogaron

La literatura tiene una doble función: por un lado puede ser una fantástica herramienta de autoconocimiento y, por el otro, una forma de abandonar la propia vida para recordar cómo eran otras sensaciones y tomar impulso para mejorar nuestra realidad. En cualquiera de los dos casos, puede ser una maravillosa forma de explicar(nos) las consecuencias que las experiencias marcan en nuestra psique.

La escritura puede ser, según lo afirman muchísimos psicólogos y especialistas de diferentes disciplinas vinculadas al cuidado de la salud mental, una fantástica tabla de salvación: un método para enfrentar las situaciones traumáticas del pasado y conocernos a nosotros mismos.

Para muchos autores la lectura fue una forma de huir de la propia realidad para habitar otros mundos. Herta Müller ha narrado muchísimas veces que mientras estaba siendo interrogada por la Securitae del régimen de Ceaușescu se ausentaba del presente a través de la poesía: repetía versos y poemas enteros que le ayudaban a blindar su mente y a mantenerse a salvo. Similares fueron las vivencias de Mircea Catarescu quien aseguró que gracias a la literatura se salvó en la infancia y durante la dictadura también fue la literatura, esos libros que estaban censurados pero que leía de forma clandestina, quienes le ayudaron a seguir confiando y a poner en palabras lo que le rondaba dentro del cráneo.

La lista de autores que se aferraron a la literatura y consiguieron mantenerse a salvo es larga. En su último libro, “Niños en el tiempo” (Seix Barral, 2014), Ricardo Menéndez Salmón apoya esta idea de la literatura como salvación, al presentar un relato que se ve atravesado por la pérdida y donde la escritura emerge como un bote salvavidas.

También el famosísimo autor, Haruki Murakami ha dicho en varias ocasiones que si no fuera por la escritura apenas sabría qué cosas rondan su cabeza, ya que no las conoce hasta que no las pone por escrito. El escritor peruano Mario Vargas Llosa, también manifestó que aprender a leer fue una de las mejores cosas que le pasó en la vida y que su acercamiento a las novelas de Flaubert fue una forma ineludible de aferrarse a la palabra como instrumento de salvación. Y Alfredo Conte dice que ve la literatura como una forma de salvarse y agrega que escribir y leer son formas de robarle tiempo a la muerte.

"¡Escribe!" Es la mejor receta contra las malos recuerdos

Escribir para no morir

Voltaire decía que la escritura era la pintura de la voz. Y quizá, ninguna frase puede acercarse más a lo que la literatura implica para quien la escribe: la posibilidad de trazar su propio camino, de escuchar su voz y manifestarse con la certeza de que no hay terreno firme, que la única seguridad que tenemos en esta vida es la posibilidad de estar de paso.

Escribir puede ser una excelente terapia para conquistar terrenos nebulosos de nuestros miedos. Y no lo digo como una especie de fétida terapia en la que nos refugiamos en la tristeza y sentimos compasión de nosotros mismos y nuestras miserias. Sino más bien, en cuanto a que la escritura puede ser una fantástica puerta de entrada para reflexionar sobre lo que el mundo es más allá de nosotros; nos ayuda a convertirnos en observadores capaces de volverse invisibles y observar la vida más allá de nuestras narices. Aunque también, por otro lado, ese mirar hacia afuera nos lleva indefectiblemente a regresar a nosotros y a nuestras experiencias para convertirnos en personas más reflexivas y, en lo posible, más fuertes.


La lectura y la escritura son sin duda dos armas ineludibles para llegar a conocernos y para entender qué cosas de nosotros no nos gustan, cuáles deseamos cambiar y de qué forma creemos que podremos conseguirlo. Sin duda, una maravillosa terapia para transformarnos en personas más satisfechas y felices. ¿Qué me dicen? 

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