La BBC informa sobre un equipo de investigadores que ha logrado reconstruir palabras exclusivamente a partir de las ondas eléctricas emitidas por pacientes que las han pensado. El informe científico sobre el tema está en la revista PLOS Biology, y la página de la BBC presenta un audio con el desciframiento auditivo de estas palabras pensadas.
Las consecuencias médicas de este hallazgo en el campo de la expresión del lenguaje por un medio no vocal son espectaculares (por ejemplo para pacientes en coma). Pero sus perspectivas no se detienen allí. Vienen implícitas posibilidades como la lectura del pensamiento, y acaso también en algún momento la comunicación telepática.
El perfeccionamiento y la difusión de este hallazgo pueden cambiar radicalmente algunas realidades claves en la relación entre los humanos. Lo primero que viene a la mente es la frase según la cual somos dueños de nuestro silencio. El pensamiento podría dejar de ser el arca inexpugnable de nuestros secretos más profundos.
Quizás esta situación se veía venir. No solo en los avances de la neurociencia, sino también en el refinamiento creciente de los métodos tecnológicos para hurgar en la intimidad de las personas. Desde los escaneos hasta el chuponeo, pasando por el código genético, la humanidad ha venido despojándose de su lado desconocido.
Ya existen maneras parciales de “leer el pensamiento”. El psicoanálisis es una. La observación de la conducta del cuerpo es otra. El detector de mentiras es otra. Las resonancias magnéticas funcionales y la tomografía de emisión de positones son otras. La novedad en este caso es la posibilidad de un acceso al pensamiento en propias palabras.
El lingüista Noam Chomsky habla de un lenguaje de pensamientos (mentalese) que no requiere de palabras. En cambio para el psicoanalista Jacques Lacan no hay pensamiento sin palabras. ¿Pero cuáles son nuestras propias palabras cuando pensamos en palabras? No descartemos que el nuevo invento abra más incógnitas de las que resuelva.
En un plano más sencillo y cotidiano, ¿cómo vamos a defender nuestra intimidad craneana cuando llegue el día? La respuesta más fácil es manteniéndonos alejados del aparato descifrador. Pero hasta ahora casi no hay privacidad que no haya sido alcanzada por la tecnología. ¿O aprenderemos a moderar nuestras emisiones eléctricas?
Un dato que no debe pasar inadvertido es que en el experimento que comenta la BBC el primer caso demostrable de comunicación de palabras desde el cerebro (si bien limitada a palabras individuales y no a ideas) no habría sido entre dos personas, sino entre una persona y una máquina
Mirko Lauer – La República
Jueves, 02 de febrero de 2012
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