José Miguel Junco Ezquerra
Fue el quiebro de la voz,
como esa brisa
que al tocarte en el rostro
se detiene.
Como un amanecer
que va y se queda
clavado en la retina.
Como cuando la lluvia
se hilvana con la luz
y ya no sigue.
Como cuando, hechizada,
una paloma en vuelo
se hace nube.
Como un recuerdo añil
que permanece
anclado a la memoria.
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