Del muro de Noé Lima, recogido por Byron Quiñones.
—¿Qué es usted?
—Poeta —confesó Iván con desgana, sin saber por qué.
El hombre se disgustó.
—¡Qué mala suerte tengo! —exclamó, pero en seguida se dio
cuenta de su incorrección, se disculpó y le preguntó—: ¿Cómo se llama?
—Desamparado.
—¡Ay! —dijo el visitante, haciendo una mueca de disgusto.
—Qué, ¿no le gustan mis poemas? —preguntó Iván con
curiosidad.
—No, nada, en absoluto.
—¿Los ha leído?
—¡No he leído nada de usted! —exclamó nervioso el
desconocido.
—Entonces, ¿por qué lo dice?
—¡Es lógico! —respondió—. ¡Como si no conociera a los demás!
Claro, puede ser algo milagroso. Bueno, estoy dispuesto a creerle. Dígame, ¿sus
versos son buenos?
—¡Son monstruosos! —respondió Iván con decisión y franqueza.
—No escriba más —le suplicó el visitante.
(Mijail Bolgakov - El Maestro y Margarita)
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