domingo, 30 de janeiro de 2011

Epitalamio

Recuerdas cuando


en invierno

llegamos a la isla?

El mar hacia nosotros levantaba

una copa de frío.

En las paredes las enredaderas

susurraban dejando

caer hojas oscuras

a nuestro paso.

Tú eras también una pequeña hoja

que temblaba en mi pecho.

El viento de la vida allí te puso.

En un principio no te vi: no supe

que ibas andando conmigo,

hasta que tus raíces

horadaron mi pecho,

se unieron a los hilos de mi sangre,

hablaron por mi boca,

florecieron conmigo.

Así fue tu presencia inadvertida,

hoja o rama invisible

y se pobló de pronto

mi corazón de frutos y sonidos.

Habitaste la casa

que te esperaba oscura

y encendiste las lámparas entonces.

Recuerdas, amor mío,

nuestros primeros pasos en la isla:

las piedras grises nos reconocieron,

las rachas de la lluvia,

los gritos del viento en la sombra.

Pero fue el fuego

nuestro único amigo,

junto a él apretamos

el dulce amor de invierno

a cuatro brazos.

El fuego vio crecer nuestro beso desnudo

hasta tocar estrellas escondidas,

y vio nacer y morir el dolor

como una espada rota

contra el amor invencible.

Recuerdas,

oh dormida en mi sombra,

cómo de ti crecía

el sueño,

de tu pecho desnudo

abierto con sus cúpulas gemelas

hacia el mar, hacia el viento de la isla

y cómo yo en tu sueño navegaba

libre, en el mar y en el viento

atado y sumergido sin embargo

al volumen azul de tu dulzura.

Oh dulce, dulce mía,

cambió la primavera

los muros de la isla.

Apareció una flor como una gota

de sangre anaranjada,

y luego descargaron los colores

todo su peso puro.

El mar reconquistó su transparencia,

la noche en el cielo

destacó sus racimos

y ya todas las cosas susurraron

nuestro nombre de amor, piedra por piedra

dijeron nuestro nombre y nuestro beso.

La isla de piedra y musgo

resonó en el secreto de sus grutas

como en tu boca el canto,

y la flor que nacía

entre los intersticios de la piedra

con su secreta sílaba

dijo al pasar tu nombre

de planta abrasadora,

y la escarpada roca levantada

como el muro del mundo

reconoció mi canto, bienamada,

y todas las cosas dijeron

tu amor, mi amor, amada,

porque la tierra, el tiempo, el mar, la isla,

la vida, la marea,

el germen que entreabre

sus labios en la tierra,

la flor devoradora,

el movimiento de la primavera,

todo nos reconoce.

Nuestro amor ha nacido

fuera de las paredes,

en el viento,

en la noche,

en la tierra,

y por eso la arcilla y la corola,

el barro y las raíces

saben cómo te llamas,

y saben que mi boca

se juntó con la tuya

porque en la tierra nos sembraron juntos

sin que sólo nosotros lo supiéramos

y que crecemos juntos

y florecemos juntos

y por eso

cuando pasamos,

tu nombre está en los pétalos

de la rosa que crece en la piedra,

mi nombre está en las grutas.

Ellos todo lo saben,

no tenemos secretos,

hemos crecido juntos

pero no lo sabíamos.

El mar conoce nuestro amor, las piedras

de la altura rocosa

saben que nuestros besos florecieron

con pureza infinita,

como en sus intersticios una boca

escarlata amanece:

así conocen nuestro amor y el beso

que reúnen tu boca y la mía

en una flor eterna.

Amor mío,

la primavera dulce,

flor y mar, nos rodean.

No la cambiamos

por nuestro invierno,

cuando el viento

comenzó a descifrar tu nombre

que hoy en todas las horas repite,

cuando

las hojas no sabían

que tú eras una hoja,

cuando

las raíces

no sabían que tú me buscabas

en mi pecho.

Amor, amor,

la primavera

nos ofrece el cielo,

pero la tierra oscura

es nuestro nombre,

nuestro amor pertenece

a todo el tiempo y la tierra.

Amándonos, mi brazo

bajo tu cuello de arena,

esperaremos

cómo cambia la tierra y el tiempo

en la isla,

cómo caen las hojas

de las enredaderas taciturnas,

cómo se va el otoño

por la ventana rota.

Pero nosotros

vamos a esperar

a nuestro amigo,

a nuestro amigo de ojos rojos,

el fuego,

cuando de nuevo el viento

sacuda las fronteras de la isla

y desconozca el nombre

de todos,

el invierno

nos buscará, amor mío,

siempre,

nos buscará, porque lo conocemos,

porque no lo tememos,

porque tenemos

con nosotros

el fuego

para siempre.

Tenemos

la tierra con nosotros

para siempre,

la primavera con nosotros

para siempre,

y cuando se desprenda

de las enredaderas

una hoja

tú sabes, amor mío,

qué nombre viene escrito

en esa hoja,

un nombre que es el tuyo y es el mío,

nuestro nombre de amor, un solo

ser, la flecha

que atravesó el invierno,

el amor invencible,

el fuego de los días,

una hoja

que me cayó en el pecho,

una hoja del árbol

de la vida

que hizo nido y cantó,

que echó raíces,

que dio flores y frutos.

Y así ves, amor mío,

cómo marcho

por la isla,

por el mundo,

seguro en medio de la primavera,

loco de luz en el frío,

andando tranquilo en el fuego,

levantando tu peso

de pétalo en mis brazos,

como si nunca hubiera caminado

sino contigo, alma mía,

como si no supiera caminar

sino contigo,

como si no supiera cantar

sino cuando tú cantas.



Pablo Neruda

Algún día

Algún día

algún misterioso día húmedo

me volcaré en mí misma para siempre,

y no podrá nadie llamarme

por mi nombre,

porque seré un encierro de paz,

único y eterno.

Algún día húmedo,

con el sello infinito de dos palabras:

no volveré.

Y la vida abierta y dolorosa

bajará rodando por las gradas.

Ana istarú

De "Poesía escogida" 2002

Sueños de gente madura

Maduro no es quien ya estuvo tiempo suficiente en la vida;


es quien tiene vivencias,

que pueden no estar necesariamente asociadas a la edad.

Todo en la vida es encanto cuando ingresamos en la adolecencia.

Todos los sueños son posibles, todo es fiesta

y el paraíso parece estar al alcanze de nuestras manos.

Hallamos que el primero amor va a durar para siempre,

que vamos a evoluir en el trabajo,

que las personas con las cuales convivimos

serán siempre sinceras y gentiles.

Un día, somos puestos delante de los primeros obstáculos:

perdemos nuestro amor,

anochece en el paraiso,

descubrimos que necesitamos competir y trabajar duro

para llegar a algún lugar y que ni todas las personas

quieren nuestro bien.

Nuestros sueños se quiebran y adquirimos experiencias,

nos volvemos adultos, maduramos.

Y duele.

Dolemos nosotros, duele nuestro ser, duele la vida.

Algunas personas desisten, se cansan de los desengaños y déjanse llevar.

Nunca crecen, nunca construyen nada.

Descreen de los sueños e de su poder mágico.

Envejecen prematuramente, vuélvense gruñonas y mal humoradas.

El mundo está lleno de ellas.

Sin embargo, hay personas maduras que todavía sueñan.

Sólo que es un sueño distinto.

Jóvenes sueñan construir, comenzar, conquistar.

Ellas sueñan reconstruir, recomenzar, reconquistar.

Personas maduras sueñan despues de haber vivido,

después de haber quebrado la cara,

de haber tenido decepciones, de haber tenido pesadillas,

aunque ya hayan enfrentado la dura realidad

de que ni todos los sueños se realizan.

Pero ellas saben que vale la pena soñar.

Y aún sueñan... conscientemente!

Aman de nuevo, de nuevo y de nuevo!...

Caen, recomenzan y recomenzan a cada vez que caen.

Creen siempre que en la próxima vez va a ser diferente.

Colocan sus sueños en las manos y no los largan!

Generalmente, esas personas viven más tiempo

y el tiempo que viven es bien más aprovechado.

Son idealistas y benditas!

Las personas maduras que aún sueñan son el sueño de la vida,

son la proyección de los mejores deseos en la tierra.



Letícia Thompson
La generosidad


es el deseo de quien quiere,

siguiendo el dictamen

de su razón, ayudar

a los demás.



Baruch Spinoza

YO DIGO ADENTRO MÍO

adentro hay una boca recibiendo la lluvia


y una mano queriendo penetrar en los trenes

adentro está mi infancia con su mañana blanca

mi pueblo allí colgando de la lengua del día

adentro está tu frente pero nunca los lunes

porque adentro me sobran el reloj y los diarios

adentro está lo bueno lo malo lo que queda

mi corazón adentro un pájaro sin rostro

adentro tengo al viento derramado en tus hombros

es decir este aroma de ausencias y de gritos

adentro estoy yo mismo golpeando para afuera

y hay una almohada tibia donde apoyo tu nombre

adentro está el otoño el café el intestino

las rótulas tus ojos el parque que olvidaste

adentro están doliendo tu septiembre y mis pasos

y hay una piel llorando

ahora adentro mío se oxida una ternura

yo digo adentro mío en esta tarde de otros.



JORGE BOCCANERA ( Argentina, 1952 )

A PIEL DESNUDA

Desgarrar tu pielpenetrartu cuerpo con mi presenciay sentir tus deseos.Revolcar las miradasy tus ojos que se revuelquenalocadosen tus párpados.Escuchar los quejidossuavesde los poros que brotanpor las grietas de los labiosy por hilos de salivaque humedecenal corazón.Tu piel hablael silencio de tus labios.Voy a perseguir tu cuerpoy tocar tu ausenciay el borde de las estrellasla brisael vuelolas puntas de los senostus labiostus piernasy el brinco del ombligo.Tocaré el movimientosu cadenciasus porossus oloresy las húmedasgotas del rocío.Tocaréla alegría de los árboleslas floresy tocaremos los pétaloscon las puntas de las lenguasy ellami loca lenguaque nunca fue diestra para amartejerá y destejerá amoresy palabrastemblorosaspero francasque se quedenpara siempre al oídode esta piel desnudadistanteque trae la brisacon su primorosaforma de caminar¡ Su Majestad !Me desvelasu ausencia.


Gregorio Riveros .´.



Pampanito. Trujillo (Venezuela).




http://pampanito.nireblog.com



http://lapoesiavenezolana.nireblog.com

MIS TRES YO

Me arrancaron de un plácido sueño.

Se comportaron con prepotencia.

En amena tertulia confidencial,

su principal tema a tratar era yo.

Exacerbados se disputaban,

el liderazgo a ejercer en mi vida.



Mi 'yo padre' me reprendía,

por persistir en mi rebeldía.

Mi 'yo adulto' se lamentaba,

por errores que en vino flotaban.

Maniatado en rincón mi 'yo niño',

como siempre, el más ignorado.



Sentada en mi nube dorada,

desconcertada los observaba

y en impulso de cuerda locura:

fugué con mi 'yo niño' adorado.



©SKORPIONA

Inés de la Puente Spiers

http://skorpiona.webcindario.com/mis_tres_yo.htm

http://skorpiona.ifrance.com/mis.tres.yo.htm

CONTRADIÇÕES

Foi na vida que aprendi

a interpretar às avessas

os provérbios, pois na prática

as verdades são inversas:

quem não deve é quem mais teme,

há quem cale e não consinta,

e o diabo é exatamente

tão feio quanto se pinta.



Leila Míccolis

PRÊMIO DE CONSOLAÇÃO

Há anos os homens ensinam

às mulheres a agradá-lo,

a adulá-lo, a servi-lo,

numa ascendência sem par.

Agora elas retribuem

sempre que fingem gozar.




Leila Míccolis

Coração é terra que ninguém vê

Quis ser um dia, jardineira

de um coração.

Sachei, mondei - nada colhi.

Nasceram espinhos

e nos espinhos me feri.



Quis ser um dia, jardineira

de um coração.

Cavei, plantei.

Na terra ingrata

nada criei.



Semeador da Parábola...

Lancei a boa semente

a gestos largos...

Aves do céu levaram.

Espinhos do chão cobriram.

O resto se perdeu

na terra dura

da ingratidão



Coração é terra que ninguém vê

- diz o ditado.

Plantei, reguei, nada deu, não.

Terra de lagedo, de pedregulho,

- teu coração. Bati na porta de um coração.

Bati. Bati. Nada escutei.

Casa vazia. Porta fechada,

foi que encontrei...



Cora Coralina

Fonfons, Balidos e Cocoricós

Não tenho paciência pra contar carneirinhos, na verdade os acho muito

idiotas e chatos. Ficam berrando noite e madrugada adentro e seus

balidos me incomodam. Será que estarei fadado a conviver com eles? Ou

ainda pior, será que inventarão clonar-lhes aos montes em nome da

ciência? Detesto ciência, prefiro minha Clonagem Perfeita...Sabe como

é né...As pernas da Cláudia Raia e os cabelos de Simone ou os seios

de Camila Pitanga me apetecem muito mais...Carneirinhos idiotas nunca

fizeram minha cabeça. Será que minha ranzinzice está me tornando

mais chato do que de costume? Quantas voltas no universo, minha

imaginação dará até que o sono chegue? Quantos versos poderia eu

fazer antes que uma noite com carneiros idiotas acabe? Será que os

galos também passam a noite na contagem de carneirinhos imbecis? Galos

não berram, nunca os vi berrar, mas seus cantares também me parecem

idiotas. Canto de galo e berro de carneiro é pura monotonia e ouvi-los

dá na gente uma agonia e uma irritação danada. Detesto galos e

carneiros, não necessariamente nesta ordem...E quando a noite e a

madrugada passam, aí começa o dia, então tudo piora: zoeira de

ônibus, carros, motos, detesto fonfons e gente com falação estúpida nesse burburinho medíocre do cotidiano louco.

Marçal Filho


Presença ...

É preciso que a saudade desenhe tuas linhas perfeitas,

teu perfil exato e que, apenas, levemente, o vento

das horas ponha um frêmito em teus cabelos...

É preciso que a tua ausência trescale

sutilmente, no ar, a trevo machucado,

a folhas de alecrim desde há muito guardadas

não se sabe por quem nalgum móvel antigo...

Mas é preciso, também, que seja como abrir uma janela

e respirar-te, azul e luminosa, no ar.

É preciso a saudade para eu sentir

como sinto - em mim - a presença misteriosa da vida...

Mas quando surges és tão outra e múltipla e imprevista

que nunca te pareces com o teu retrato...

E eu tenho de fechar meus olhos para ver-te!

Mario Quintana

Contradições

Quis pensar que por um tempo

Eu apanharia com as mãos

Os sentidos apurados de minha desventura.

Depois das estocadas em pele viva,

Ainda soube esticar meus lábios

Ressecados de tanto sol

Nos varais de tola sorte.

O meu outro agora se esvai

E descansa,

Descansa

Por sobre a relva invisível

Da minha ingênua alegria.

Fabricio Brandão

Noites Sulferinas

Nem mais um passo,

nem um laço, leve traço,

nem idéias, nem olhares,

nem embaraços.

Cansaço terminal.

Nem dúvida, nem remorso,

nem saudade, nem lembrança.

Uma borracha e um rastro.

Nem encanto, nem desencanto:

bagaço, fruta sem caldo

sem semente..

Somente a fraqueza intermitente.

Somente...


Olga Porto -

O nono mandamento

— Amanhã eu volto.



— Vai com Deus. Levou o casaco?



— Marta, é verão. Deixa eu ir, tá na hora, fica bem.



Foi. Marta ficou na cama mais um pouco. Nunca pensou que se casaria com alguém que sairia em “viagem de negócios”. Pior que ele falava exatamente assim, que nem num filme antigo: “Semana que vem saio numa viagem de negócios”. Só faltava usar um bigodinho e chapéu. Será que se casaria, ou mesmo beijaria, alguém de bigodinho? Na adolescência aqueles buços eram inevitáveis, era isso ou nada, mas depois que os hormônios se aquietaram um bocadinho, nunca mais beijara ninguém de bigodinho ou mesmo bigodão. Barba ou cavanhaque também não gostava, mas bigode nunca mais. Achava — na verdade, começava a achar agora, nunca havia pensado nisso — que bigode era que nem pochete, não queria estar com um homem que usasse. Houve uma época em que achou que queria casar com alguém de barba. Qualquer um, desde que usasse barba. Barbas guardam cheiros, ela saberia se fosse traída. Um relacionamento com um babaca mentiroso gera essas insanidades. Teria que usar barba e gostar de sexo oral, claro, pois sem isso a barba não serviria como evidência do crime. Sexo oral! 40 anos na cara e não conseguia falar nada que não fosse educado ou eufemismo. “Chupar”, mesmo em pensamento, soava como coisa ruim, feia. Pelo menos gostava do ato em si!



— “Ato em si”, que Deus tenha piedade de minha alma, nem pensar livre eu consigo!



Hora de levantar, escovar os dentes, tomar um café, sair não precisava, estava de folga. 24 horas só suas, sem o chato do… epa! “Chato”? Não se lembrava de ter pensado assim, pelo menos não diretamente. Já se havia chateado e enfadado com ele, mas isso é coisa pela qual todo mundo passa. Chamar de chato era tão definitivo quanto chamar de corno e ai meu Deus como foi acontecer essa associação de idéias!!!??? Não, nem pensar. Pior que ele estava de folga hoje, também; certamente sozinho em casa, certamente disponível. A esposa trabalhava em plantões, por que não? Banho, rápido. Frio, de preferência; muito frio. Gelado, se pudesse, que o telefone está perigosamente perto. Pronto, não foi suficientemente rápida ao banho, já está o telefone em uma mão, com cacófato e tudo, e a outra já discando.



— Alô…



— Alô?



Voz de mulher. Desligar, rápido! Mas não, é preciso fazer algo.



— Alô, quem fala?



— Marta, quem é?



Meu Deus, ela se chama Marta também!



— Oi, meu nome também é Marta, trabalho com seu marido…



Meu Deus, meu Deus, meu Deus, o que diabos está fazendo?



— Oi, ele sempre fala de você, como vai?



Pera lá, fala o quê?



— Fala o quê?



— Ah, que você é divertida, inteligente, eu quase fico com ciúmes!



— E não fica por quê? Quer dizer, que bom que não fica, mas normalmente ficaria; quer dizer, eu ficaria, pelo menos!



— Ah, você não o conhece como eu. Ele é o homem mais caseiro do mundo, fiel como um cachorro velho!



— Acho que ele não ia gostar de ser descrito assim…



— E quem liga para o que aquele chato gosta?



Aquilo a espantou: chato? Será que ela estava fadada a atrair chatos? Seria um carma, algum atavismo?



— Chato como? Ele é bem agradável no trabalho…



— Desculpe, não devia ter falado assim, mas a coisa está feia por aqui. Acabamos de brigar, ele saiu meio que batendo a porta, desculpe, ainda não retomei o controle. E por favor, não comente com ele que eu desabafei com você.



— Desabafou? Mas você não disse nada, só que ele é chato!



— Bem, é quase um desabafo.



— Ué, pode falar à vontade. Não trabalho hoje, estou gostando de conversar. Meu marido quase não conversa comigo.



— Ah, o teu também? O meu chega, conta o que aconteceu no escritório como se fosse uma saga nórdica…



— Saga nórdica é ótimo!



— … e quer que eu demonstre interesse. O único nome em que presto alguma atenção é o teu, sabe como é: Marta também. Fora isso, entra por um ouvido e sai pelo outro. Um saco, um tédio mortal!



— Meu Deus, aqui é igualzinho! Ai, meu Deus, preciso parar de falar “Meu Deus”!



— Por quê?



— Eu sempre tive mania de falar “Meu Deus”. No colégio as irmãs viviam me dando castigos pra eu parar de invocar “Seu santo nome em vão”! Acho que eu gostava daqueles castigos, cada vez falava mais!



— Não diz que você estudou em colégio de freiras! Eu também!



— Que coisa, onde?



— Minas.



— Ah, eu estudei aqui mesmo. Mas tinha uma professora mineira que eu adorava. Ela vivia me botando de castigo, um dia me botou no milho.



— Mas isso não era proibido?



— Era, e muito; além de me castigar ela me fazia prometer que não contaria para ninguém.



— Hummm… excitante, isso, hein?



— Pois é. Eu lembro até hoje da voz dela, do sotaque… até que era parecido com o teu.



— Mas eu não tenho sotaque!



— Você que pensa! Ninguém acha que tem. Irmã Anunciação também não achava que tinha.



— Mas que coisa, isso. As freiras me botavam de castigo, também, mas por que eu vivia conversando, não parava nunca. Tinha uma amiga com quem eu passava o dia todo, e elas viviam implicando, separavam a gente, diziam que era pecado falar tanto.



— Eu não tinha amigas, não; a irmã Anunciação implicava com todas, dizia que eu devia me preparar para o noviciado.



— Por que você não passa por aqui pra gente tomar um café?



— Ok, não estou fazendo nada mesmo!



Por via das dúvidas depilou-se, tomou um banho caprichado e colocou uma calcinha nova.



Marisa Toscana – Escritoras Suicidas


Marisa Toscana, nascida Ferrara, em Pistoia, Italia, em 26/9/1942. Veio para o Rio de Janeiro ainda criança, refugiada da guerra. Casou-se em 1959, aos 17 anos, com o adido cultural de Luxemburgo no Brasil, que faleceu durante a lua-de-mel em Cap d’Antibes. Pintora de talento, participou de exposição coletiva no Museu de Belas Artes, em 1963. Deixou apenas textos inéditos, entre os quais este, pois nem seus amigos mais íntimos sabiam de sua literatura. Suicidou-se em 12 de setembro de 2001, ao saber da morte de seu amante em New York, atropelado na véspera.

terça-feira, 25 de janeiro de 2011

Decepção

Suave, serenamente,

Eu hoje acordei poesia.

Passei o meu dia versando você,

Olhava em seus olhos,

Distantes dos meus,

E a cada olhar,

Por demais atento,

Brotavam, em pensamento,

Versos que seriam seus.

Então desejei amar você.

Juntar palavras a te definir.

Mas antes que eu conseguisse

Definir-te em versos,

Com um simples gesto,

Mero falar,

Conseguiste de súbito

Meus versos quebrar

Cida Villela

Poesia

A vida erótica da cidade

concentra-se nas suas zonas

erógenas

Este é o principio dado pelos deuses

gratuitamente Uma fila da cidade

e uma fila do corpo Desde as pontas

dos dedos desde o interior das mãos

até aos túneis de metro os arcos dos viadutos

e as pedras arrancadas com as unhas

das ruas empedradas

Antigamente – diz-me uma voz – o mistério

vivia nos templos Agora

só nos restam

estações e aeroportos

Nos cruzamentos

acendem-se semáforos

vermelhos

Um amigo

com uma covinha encantadora

no queixo

repara

cada situação

interpessoal

pode converter-se numa situação

erótica

A rua afoga-se

e morre de enfarte


Bohdan Zadura

segunda-feira, 24 de janeiro de 2011

TANGO BAR

(...)



A simpatia dele pelo diabo

é o ninho de minha antipatia.

Assusta-me e aborrece-me

tudo o que está mal

no bom sentido

da palavra. Pecado,

pecado seria então

segui-lo tão longe

quando jura e perjura

que estamos perto.

Mamãe, papai, fui

com este mauzinho crioulo

e na cruz de seu poncho

me dei por perdida.

Será possível que em minha religião

sozinha

atrás de um homem

eu sempre sinta frio?



(...)

Odeio Buenos Aires.

Sua luz débil engrandece

a vagueza

desses versos que sequer são

letras de tango.



Que fique como ódio

toda intenção de dizer

"minha cidade"

no condensado cansaço de sua luz

eu já não escrevo

nem me seduz

a pobre alma de seus bairros

vago sem nenhum tipo

de sentimento

passeio insensível

por esta noite de lápis

por esta umidade que me adormece

a resma de papel.



(Melhor em minha casa

E desligo o rádio.)

Que a música vá silenciosa

e as palavras não consigam

apagar o amargo.

É um dizer.

Durmo melhor

com a gravura na mão

a tenho como um postal na cabeça

toda iluminada

enrugo o obelisco no fundo

e rezo pra mim por você

minha Buenos Aires.

querida.



(...)

Outra vez no bar das mulheres

tomo o cálice do esquecimento.

"O tango é macho"

cantam minhas amigas

mas como o tango

elas são musas tristes

ou vêm

como bonecas murchas.

E a julgar por mim

(tão esquecida de mim!)

não sei se nós agora

formamos uma orquestra

de senhoritas

ou se são eles os rapazes de antes

o que agora tocam de ouvido

nosso repertório

enquanto nós

antes de esgotar o copo

já cantávamos mal.



(...)

Nesta agenda morta

com horas dispensadas

de sua própria obriga

releio o que não escrevi

as linhas de janeiro desertas

a ordem alfabética

1993 em uma filigrana dourada

até as margens da citação

caminho com vocês sentadas

esperando-me.



TAMARA KAMENSZAIN nasceu em Buenos Aires em 1947, onde vive. Publicou De este lado del Mediterráneo (1973), Los no (1977), La casa grande (1986), Vida de living (1991); Tango bar (1998) e El ghetto (2003); e os ensaios El texto silencioso (1976), La edad de la poesia (1996) e Historias de amor (2001).

Poema de Tamara Kamenszain
Tradução: Ronaldo Cagiano


Fonte:Jornal  O Rascunho.Agosto de 2010
Poema 5



Há dezessete meses grito,

chamando-te de volta para casa.

Já me atirei aos pés de teu carrasco.

És meu filho e meu terror.

As coisas se confundem para sempre

e não consigo mais distinguir, agora,

quem a fera, quem o homem,

e quanto terei de esperar até a tua execução.

Só o que me resta são flores empoeiradas

E o tilintar do turíbulo e pegadas

Que levam de lugar nenhum a parte alguma.

E bem nos olhos me olha,

com a ameaça de uma morte próxima,

uma estrela enorme.


Anna Akhmatova,
Lauro Machado Coelho

domingo, 23 de janeiro de 2011

"O Nosso"

devo

chegar com meus lábios

aos seus olhos iluminados



e então hei de me surpreender com as veias pulsando de

leve,

suboculares,

e hei de compreender: é por causa de sua transparência

e de seu incorpóreo

que são assim claros e doentes

esses olhos ligeiramente trêmulos



e eu hei de amá-la com minhas mãos e meus lábios,

com o silêncio, o sono e as ruas dos meus versos

com a mentira - para o Estado

com a verdade - para a vida.

Guenádi Aigui


*tradução Boris Schnaiderman

NUVENS

Nesta

aldeia de ninguém

trapos indigentes nas cercas —

teréns de ninguém.



E sobre elas nuvens de ninguém,



e adiante — anúncios sobre a infância:

crianças esquálidas, bravias;



e música sobre o nu

de mulheres hunas e citas;



e aqui, no leito, ao rés dos olhos,

algures, junto a pestanas úmidas,

alguém morria e chorava,



enquanto eu compreendia

de uma vez por todas — era



minha mãe.



1960



Tradução: Haroldo de Campos e Boris Schnaiderman

Para falar de poesia

Falar de poesia é falar do nada

ou possivelmente de algumas raias externas

(onde a língua se devora)

discernindo ou determinando um desejo

penetrar este nada, uma lei, um olho

para encontrá-lo em si mesmo, presente em nada

Impossível !

A morte não pode ser trocada por outra coisa.

Sinceridade – é o processo insaciável

de transição, de flutuação, em sentido oposto,

ou seja, eu-te-amo-não-te-amo

desaparece à beira da consciência



Não há mais tempo para a expressão

Eliminada pela simultaneidade

Onde achar um homem dançando como uma vela?

Escute, como o segundo milênio

a água avança sobre as margens – algas

A pétala-da-abelha seca seus lábios: pó em seus pés

seus quadris e ombros expostos



Lembro-me do tempo quando a lâmpada de querosene

noite fria o lilás brilhava verde, como um nervo

O halo da chama do querenosene, um hemisfério esmeralda

atraía mariposas do escuro.

O arco zênite de agosto, uma foice estrelada,

revelando os traços honestos da matéria,

pálpebras rasgadas.

Uma tela e letras, esta é a estória,

arquivo pulsante do nadir e nele, como a queima

de mariposas,

a descrição da noite aparece. Os ramais

do jardim pegam fogo,

campos magnéticos de palavras aparecem, tensos,

entrelaçados ao nada. O que mais posso falar!

O que mais dizer?

Deslizando dentro de você, no delta no meio do rio

abrindo-se, como um arco,

cuja corda está corroída

pelo silêncio.

Arkadii Dragomoshchenko



Tradução: Régis Bonvicino

sábado, 22 de janeiro de 2011

Nós já vivemos a Idade Média.Agora estamos vivendo a "Idade Mídia".Significa que a imprensa ultrapassa sua dimensão informativa para incorporar a analítica, a investigativa e a denunciativa, no que tem o respaldo da constituição.
Juíz Carlos Ayres Brito
A história de uma criança que desenhou uma galinha com três pernas.

"E a professora disse que a galinha não podia voar perto das nuvens, como se fosse um pássaro, e que nenhum tem três pernas. Aí agarota disse: "Eu sei disso .Porém eu coloquei a terceira perna para dar o impulso".O que eu quis dizer é que precisamos de heterodoxia, de criatividade, de não reproduzirmos as coisas mecanicamente.

juíz Carlos Ayres Brito
"Quando eu via o sol batendo
de chapa no telhado de amianto
eu ficava na dúvida se o telhado
estava batendo ou apanhando ."

juíz Carlos Ayres Brito.
FSP.030907

Outro caso / outro poema

foi mais tarde

quando estávamos no chuveiro

que ela disse

“ainda vais escrever um poema sobre isto”

“sobre o quê?” perguntei

ANOTHER LOVE AFFAIR/ANOTHER POEM

it was afterwards

when we were in the shower

that she said

“you’re gonna write a poem about this”

“about what?” I asked

E. ETHELBERT MILLER


 

quinta-feira, 20 de janeiro de 2011

A secção dos congelados

Truncadas, indefinidas, passam

na memória como filmes mudos

pequenas histórias de amor

carnal. Os grandes caudais da noite

sempre desaguam na tarde salobra

e rasa: Janeiro amolece a tinta

das paredes, levamos à rua uma cara

mais fechada, e depois, na secção

dos congelados, não sabemos distinguir

o que sentimos além do frio que represa

as coisas todas: caminhamos sós



num privado bosque, convocamos

sombras que foram perdendo o nome,

sinais que não transportam já

um sentido automático de desejo

ou sofrimento. E contudo, à revelia

das certezas que não quiséramos ter,

acabamos sempre por tornar

às mesmas ruas, à noite insone

e imensa, onde nos dói descobrir,

na companhia dos outros,

o quanto nos reclama a solidão.

Rui Pires Cabral

quarta-feira, 19 de janeiro de 2011

A carne e o espírito




O olhar do sociólogo francês Roger Bastide sobre a literatura e as artes

RESUMO

Livro ilustrado dedicado às artes e copioso volume que reúne textos sobre literatura brasileira e francesa mostram Roger Bastide como um crítico arguto e ardoroso, porém indulgente com autores menores. A ideia de “encarnação” permeia seu pensamento crítico e permite compreender sua visão sobre a literatura nos trópicos.



MARCELO COELHO

O SOCIÓLOGO FRANCÊS Roger Bastide (1898-1974) estudou e amou intensamente o Brasil, país onde passou 16 anos de sua vida (de 1938 a 1954), dando aulas na Universidade de São Paulo e fazendo pesquisas pioneiras, em especial sobre o candomblé.

Mas dizer que Bastide gostava do Brasil é dizer muito pouco, e incorrer em certa imprecisão. Na verdade, ele parecia gostar de qualquer coisa que aparecesse à sua frente.

Pelo menos esta é a impressão que deixam as mais de mil páginas da “Navette Literária França-Brasil” [Edusp, 1.348 págs., R$ 172 os dois volumes], coletânea de seus textos críticos para diversas publicações brasileiras e francesas (como “Anhembi”, “Diário de S. Paulo”, Folha, “Mercure de France”), organizada por Gloria Carneiro do Amaral.



Companheiro de atividade jornalística nos anos 1940, Antonio Candido conta ter repreendido Bastide pelo excesso de indulgência. “Eu não faço juízos de valor”, respondeu o francês, “eu faço juízos de realidade”

Ao longo de tantos artigos, alguns bastante circunstanciais, outros importantes, é difícil ver Bastide sem entusiasmo pelo que comenta; são raríssimas as frases negativas saídas de sua pena.

Companheiro de atividade jornalística nos anos 1940, Antonio Candido conta ter repreendido Bastide pelo excesso de indulgência. “Eu não faço juízos de valor”, respondeu o francês, “eu faço juízos de realidade.” E foi assim que se animou, no seu livro sobre “A Poesia Afro-Brasileira” (Martins, 1943), a colocar o simbolista Cruz e Souza no mesmo nível de Stéphane Mallarmé e Stefan George.

Já nas primeiras páginas do volume “Textos de Crítica Literária de Roger Bastide”, vemos o jovem professor tecendo elogios a obscuros escritores de província, como Pierre Calel, André Lamandé, Louis Gratias, Raoul Stéphan…

O que Bastide admira nesses nomes que a história literária francesa esqueceu é sobretudo a capacidade que tinham de retratar, ou “cantar”, as realidades regionais. O “solo místico, ardente” do Quercy é o que fascina Bastide ao ler um romance de Hélène Lémery. Os jogos de bocha e o “vinho ensolarado” do sul da França dão assunto, diz Bastide, aos poemas “saborosos ou crocantes, perfumados ou suculentos” de Eugène Grangié.

O elogio às descrições locais, com seus perfumes, comidas e lavouras, corresponde, na verdade, a um programa de sensualismo literário que serviria para Bastide como instrumento corretivo a outra preocupação constante em sua vida e seus escritos: a religião. Em especial a das montanhas das Cévennes de sua infância, onde o rigor moral protestante podia combinar-se, segundo Bastide, não com o puritanismo burguês, mas com o espírito de independência e de revolta.

Trata-se, grosso modo, do mesmo percurso seguido por André Gide (1869-1955), a cuja obra Roger Bastide dedicou um livro -e alguns artigos presentes na atual coletânea. Gide oscilou, como se sabe, entre as angústias religiosas de “A Sinfonia Pastoral”, por exemplo, e a descoberta transgressiva do prazer terreno, em outros romances como “O Imoralista” e “Os Frutos da Terra”.

Do espírito à carne, ou melhor, à “encarnação” do espírito no corpo: o tema, no qual o jovem Bastide via a verdade essencial do cristianismo, será a chave de seu interesse permanente por outros autores franceses, como François Mauriac, André Chamson e Pierre Jean Jouve, que aparecem várias vezes nas páginas do volume.

Mas os “frutos da terra”, que com tanto empenho foram procurados nas regiões rurais da França, haveriam de eclodir plenamente diante de seus olhos quando Bastide aportou no Brasil em 1938, convidado pela USP a substituir Claude Lévi-Strauss.

Estudando com raro apetite a literatura brasileira, Roger Bastide utiliza com frequência, e mesmo exagero, um procedimento que se poderia chamar de “crítica evocativa”.

Determinado autor (Graciliano Ramos, para citar um dos grandes, ou Dalcídio Jurandir, para citar um menos importante; ou ainda Jacques do Prado Brandão) escreve, por exemplo, sobre a seca, sobre a Amazônia, ou sobre o mar. É o bastante para que o crítico acenda seus fogos de artifício descritivos. Num livro, encontraremos “algas entre os cabelos da amada, fantasmas de mortos fosforescentes”; em outro, “ilhas verdes, madeiras cortadas, ervas de pajés, luzes de choupana”; em outro ainda, “plantas com espinhos que crescem [num] deserto de cascalho e terra queimada”.

Há muitas páginas assim ao longo do livro, o que torna especialmente admiráveis os momentos em que a crítica de Bastide revela seus poderes de análise, discernimento e proporção.

Bastide inovou a crítica machadiana ao notar que, longe de ser um autor blindado para o meio ambiente do Brasil, Machado de Assis fez com que a paisagem fosse absorvida na carne e no espírito de suas personagens

Em primeiro lugar, Bastide serviu, para os brasileiros de 1950, como um guia bastante seguro acerca das novidades intelectuais da França: Sartre, Camus, Ponge, Bachelard são apresentados em artigos informativos e criteriosos.

Mas é sobretudo nos textos mais longos, como o famoso “Machado de Assis, Paisagista”, ou o prefácio à tradução francesa de “A Morte e a Morte de Quincas Berro d’Água”, que essa descomunal coletânea de textos se mostra realmente indispensável.

Outra seleção de textos de Roger Bastide, agora principalmente sobre artes plásticas, sairá pela Imprensa Oficial neste ano.

Trata-se de “Impressões do Brasil” [no prelo], volume mais compacto e belamente ilustrado, com artigos que vão desde um texto meio antiquado (e, para variar, excessivamente elogioso) a propósito do pintor cubista André Lhotte (1885-1962) a esfuziantes análises sobre as portas de igrejas no barroco brasileiro e sobre a “estética” urbana em São Paulo.

Não por acaso, o texto sobre “Machado de Assis, Paisagista” reaparece no livro, organizado por Fraya Frehse e Samuel Titan Jr. Opera-se, nesse estudo, a mais surpreendente sintonia entre o que havia de preocupação pessoal, de fundo religioso e regionalista, por parte de Bastide, e a própria matéria do escritor.

Todo o risco de um fascínio exterior pela sensualidade e pela paisagem, que Roger Bastide não parecia capaz de superar afetivamente, surge resolvido na escrita de Machado de Assis. Sentindo o problema “na pele”, por assim dizer, Bastide inovou a crítica machadiana ao notar que, longe de ser um autor blindado para o meio ambiente do Brasil, Machado de Assis fez com que a paisagem fosse absorvida na carne e no espírito de suas personagens.

Também em Jorge Amado, que surpreendentemente Bastide considera mais “revolucionário” do que Graciliano Ramos ou José Lins do Rego, um fenômeno semelhante ocorreria. Não se trata, diz Bastide, de autor falando “sobre” o povo, mas de alguém que faz o povo falar através dele.

A escrita desses autores “incorpora”, portanto, o meio em que vivem. O termo “incorporação”, como chave para o pensamento de Bastide, foi destacado por Augusto Massi em outra antologia excelente de seus textos de crítica literária (”Poetas do Brasil”, Edusp, 1997), mais curta, e que a edição de Gloria Carneiro do Amaral não duplica.

Poderíamos também falar em “encarnação”, para manter viva a ideia de tensão religiosa que, graças a essa nova coletânea, revela-se presente o tempo todo na obra do sociólogo e do crítico literário francês.

Incorporação ou encarnação, o tema surge de outro ângulo quando Bastide prefigura as questões schwarzianas das “ideias fora do lugar”, ao propor o estudo dos mecanismos da aculturação ou do “transplante” para tratar da influência europeia sobre a literatura brasileira.

No capítulo das omissões, chama a atenção o desinteresse de Bastide por Vinicius de Moraes, justamente alguém que passou da angústia religiosa para a descontração popular.

A ausência de um índice remissivo é o pecado capital numa coletânea tão abrangente como a “Navette Literária”, que vem acompanhada de outro tomo, onde a organizadora traça um roteiro sintético dos artigos que coligiu
.
Histórias hilárias de Jorge Luis Borges




Livro lançado na Argentina relata situações pitorescas vividas pelo autor

Ariel Palacios – O Estado de S.Paulo

O escritor argentino Jorge Luis Borges poderia ter morrido atropelado em uma rua londrina por uma brincadeira do colega cubano Guillermo Cabrera Infante nos anos 70. Certa noite, os dois caminhavam na direção da Praça Berkeley quando Infante, suspeitando que o colega não era um cego verdadeiro, mas apenas um farsante para “emular Milton e Homero”, decidiu deixar Borges sozinho no meio de uma rua com intenso tráfego de automóveis. Os táxis e carros esquivavam o autor de O Aleph, enquanto ele, sozinho, continuava lentamente atravessando a rua. “Borges estava impassível, talvez devido à sua condição de discípulo do (bispo e filósofo George) Berkeley. Isto é, já que ele não via os carros, estes não existiam. Corri para resgatar Borges e o levei a um lugar seguro”, explicou posteriormente Cabrera Infante.

Este caso com outros 332 foram recopilados pelo escritor e jornalista argentino Mario Paoletti em O Outro Borges – Anedotário Completo, recém-lançado em Buenos Aires pela editora Emecé. A maior parte dos “causos” mostra as irônicas opiniões – e atitudes – de Borges sobre religião, literatura, política e religião, entre vários outros assuntos. Segundo Paoletti, nenhum outro escritor no mundo hispano-americano gerou tantas histórias como Borges. “Não é impossível que isto se transforme em um subgênero literário”, comenta.

CAUSOS

Blefe

No livro, Paoletti conta duas cenas presenciadas pelo escritor Blas Matamoros nos EUA com Borges. Na primeira, alguém disse ao argentino: “Borges, o senhor é um blefe”. Ele respondeu: “Sim, mas leve em conta que é involuntário…”. Na outra, um estudante contestador grita ao escritor: “Você está morto!”. Borges retrucou: “É verdade, só existe um erro nas datas”.

Lugar errado

Adolfo Bioy Casares, sua mulher Silvina Ocampo e Borges vão a um velório. Mas, não encontram a casa. Nem se lembram do nome do morto. Em outro dia, o trio vai a um lugar onde Borges terá de proferir uma palestra. Mas entram, por engano, na casa errada, onde é celebrado um casamento. Cumprimentam todas as pessoas e só percebem que a conferência não é ali quando os noivos aparecem.

Gastronomia

Paoletti relata que, em uma entrevista em Roma, um jornalista europeu tentava colocar Borges em uma situação constrangedora. Mas, como não conseguia, recorreu a uma pergunta que considerou ser muito provocante: “Em seu país ainda existem canibais?”. Borges, imediatamente, respondeu: “Já não existem mais. Devoramos todos eles”.
Movimentos no Escuro


José Miguel Silva

BRIEF ENCOUNTER – DAVID LEAN (1945) – (2005)

Quando duas almas, e digo bem,

se enamoram uma da outra,

estamos perante um caso fragrante

de romantismo inglês. A princesa,

o dragão e o senhor chapéu de coco:

tanto basta para um drama

em que o remorso é o artista

principal. São assim os infelizes,

não conseguem partir um prato

sem ficar tolhidos pelo sentimento

de culpa. E por isso, sentem eles,

o melhor é estar quieto na berma

do sofá, e ter medo de tudo,

de tudo menos da infelicidade.

de “Movimentos no Escuro”, Relógio d’Água, Lisboa,2005

Quem ri quando goza

quem ri quando goza

é poesia

até quando é prosa .

Alice Ruiz

O instante luminoso

Viveríamos apenas.

Os caminhos aceitariam os nossos passos,

e as florestas a nossa respiração.

Por vezes tirarias o vestido,

e caminharíamos nus

por entre as vozes pressentidas

dos carros e de outros nómadas.

Porque estou farto

de todo este engano,

desta reunião para fins de caridade,

que pouco a pouco e sem descanso

me recupera,

me torna apto

para chegar ao dia de amanhã,

o tempo enfim dos poros em putrefacção,

a minha morte.

É um adiamento

sem igual -

cada vez mais ímpar,

que só o homem podia inventar

na sua perturbação distraída,

no seu esforço.

Por isso a sociedade

às vezes ainda me irrita,

e eu a mim próprio mas cada vez menos.

Pois o que procuro é:

tão só um lugar, onde fôssemos

como animais lentos,

como objectos reencontrados.

Onde fosse comparável ao teu

o mapa das linhas da minha mão,

o tom desmaiado das minhas gengivas,

a trama inútil dos meus gestos.

PÉTER ZIRKULI

sábado, 15 de janeiro de 2011

Menina do Brasil

Era uma menina linda



Olhos cheios de esperança



Queria pouco da vida

Apenas uma criança



Era uma menina sapeca



Revestida de alegria



Só desejava uma boneca



Pra lhe fazer companhia



Era uma menina pura



Sonhava os contos de fadas



Alma cheia de ternura



Ainda brincava de mãos dadas



Era menina faceira



Coração doce e apaixonado



Só pensava em brincadeira



Vivia num mundo encantado



Era menina tão bela



Sorriso cheio de amor



Sonhava ser cinderela



Desabrochava em flor



Era menina da favela



Pés no chão, sonhos na lua



Triste sorte da bela



Só queria sair da rua



Era menina de tantos brasis



Filha do sertão e da cidade



Só queria ser feliz



Num lar sem frio e maldade



Era menina brasileira



Filha da desigualdade



Sonhava pra vida inteira



Apenas a felicidade



Era menina inocente



Acreditava nos homens



E tudo que tinha na mente



Era matar sua fome



Era menina esperança



Continuava a sonhar



Só queria ser criança



Sem fome poder brincar



Era menina do noticiário



Vendida por algum dinheiro



Por mais um salafrário



A um gringo estrangeiro



Era, agora, uma menina triste...





Sirlei L. Passolongo
Eu acho que
buscar a beleza das palavras
é uma solenidade de amor.
E pode ser instrumento de rir.
Aprendo a brincar de palavras
mais do que trabalhar com elas.
Comecei a não gostar de palavra engavetada.
Aquela que não pode mudar de lugar.
Aprendi a gostar mais das palavras pelo que
elas entoam do que pelo que elas informam.
Por depois ouvi um vaqueiro
a cantar com saudade :

Ai morena, não me escreve
que eu não sei a ler .

Aquele 'a' preposto ao verbo ler, ao mesmo ouvir,
ampliava a solidão do vaqueiro.

Manoel de Barros

El collar

Era una de esas hermosas y encantadoras criaturas nacidas como por un error del destino en una familia de empleados. Carecía de dote, y no tenía esperanzas de cambiar de posición; no disponía de ningún medio para ser conocida, comprendida, querida, para encontrar un esposo rico y distinguido; y aceptó entonces casarse con un modesto empleado del Ministerio de Instrucción Pública.

No pudiendo adornarse, fue sencilla, pero desgraciada, como una mujer obligada por la suerte a vivir en una esfera inferior a la que le corresponde; porque las mujeres no tienen casta ni raza, pues su belleza, su atractivo y su encanto les sirven de ejecutoria y de familia. Su nativa firmeza, su instinto de elegancia y su flexibilidad de espíritu son para ellas la única jerarquía, que iguala a las hijas del pueblo con las más grandes señoras.

Sufría constantemente, sintiéndose nacida para todas las delicadezas y todos los lujos. Sufría contemplando la pobreza de su hogar, la miseria de las paredes, sus estropeadas sillas, su fea indumentaria. Todas estas cosas, en las cuales ni siquiera habría reparado ninguna otra mujer de su casa, la torturaban y la llenaban de indignación.

La vista de la muchacha bretona que les servía de criada despertaba en ella pesares desolados y delirantes ensueños. Pensaba en las antecámaras mudas, guarnecidas de tapices orientales, alumbradas por altas lámparas de bronce y en los dos pulcros lacayos de calzón corto, dormidos en anchos sillones, amodorrados por el intenso calor de la estufa. Pensaba en los grandes salones colgados de sedas antiguas, en los finos muebles repletos de figurillas inestimables y en los saloncillos coquetones, perfumados, dispuestos para hablar cinco horas con los amigos más íntimos, los hombres famosos y agasajados, cuyas atenciones ambicionan todas las mujeres.

Cuando, a las horas de comer, se sentaba delante de una mesa redonda, cubierta por un mantel de tres días, frente a su esposo, que destapaba la sopera, diciendo con aire de satisfacción: "¡Ah! ¡Qué buen caldo! ¡No hay nada para mí tan excelente como esto!", pensaba en las comidas delicadas, en los servicios de plata resplandecientes, en los tapices que cubren las paredes con personajes antiguos y aves extrañas dentro de un bosque fantástico; pensaba en los exquisitos y selectos manjares, ofrecidos en fuentes maravillosas; en las galanterías murmuradas y escuchadas con sonrisa de esfinge, al tiempo que se paladea la sonrosada carne de una trucha o un alón de faisán.

No poseía galas femeninas, ni una joya; nada absolutamente y sólo aquello de que carecía le gustaba; no se sentía formada sino para aquellos goces imposibles. ¡Cuánto habría dado por agradar, ser envidiada, ser atractiva y asediada!

Tenía una amiga rica, una compañera de colegio a la cual no quería ir a ver con frecuencia, porque sufría más al regresar a su casa. Días y días pasaba después llorando de pena, de pesar, de desesperación.

Una mañana el marido volvió a su casa con expresión triunfante y agitando en la mano un ancho sobre.

-Mira, mujer -dijo-, aquí tienes una cosa para ti.

Ella rompió vivamente la envoltura y sacó un pliego impreso que decía:

"El ministro de Instrucción Pública y señora ruegan al señor y la señora de Loisel les hagan el honor de pasar la velada del lunes 18 de enero en el hotel del Ministerio."

En lugar de enloquecer de alegría, como pensaba su esposo, tiró la invitación sobre la mesa, murmurando con desprecio:

-¿Qué haré yo con eso?

-Creí, mujercita mía, que con ello te procuraba una gran satisfacción. ¡Sales tan poco, y es tan oportuna la ocasión que hoy se te presenta!... Te advierto que me ha costado bastante trabajo obtener esa invitación. Todos las buscan, las persiguen; son muy solicitadas y se reparten pocas entre los empleados. Verás allí a todo el mundo oficial.

Clavando en su esposo una mirada llena de angustia, le dijo con impaciencia:

-¿Qué quieres que me ponga para ir allá?

No se había preocupado él de semejante cosa, y balbució:

-Pues el traje que llevas cuando vamos al teatro. Me parece muy bonito...

Se calló, estupefacto, atontado, viendo que su mujer lloraba. Dos gruesas lágrimas se desprendían de sus ojos, lentamente, para rodar por sus mejillas.

El hombre murmuró:

-¿Qué te sucede? Pero ¿qué te sucede?

Mas ella, valientemente, haciendo un esfuerzo, había vencido su pena y respondió con tranquila voz, enjugando sus húmedas mejillas:

-Nada; que no tengo vestido para ir a esa fiesta. Da la invitación a cualquier colega cuya mujer se encuentre mejor provista de ropa que yo.

Él estaba desolado, y dijo:

-Vamos a ver, Matilde. ¿Cuánto te costaría un traje decente, que pudiera servirte en otras ocasiones, un traje sencillito?

Ella meditó unos segundos, haciendo sus cuentas y pensando asimismo en la suma que podía pedir sin provocar una negativa rotunda y una exclamación de asombro del empleadillo.

Respondió, al fin, titubeando:

-No lo sé con seguridad, pero creo que con cuatrocientos francos me arreglaría.

El marido palideció, pues reservaba precisamente esta cantidad para comprar una escopeta, pensando ir de caza en verano, a la llanura de Nanterre, con algunos amigos que salían a tirar a las alondras los domingos.

Dijo, no obstante:

-Bien. Te doy los cuatrocientos francos. Pero trata de que tu vestido luzca lo más posible, ya que hacemos el sacrificio.

El día de la fiesta se acercaba y la señora de Loisel parecía triste, inquieta, ansiosa. Sin embargo, el vestido estuvo hecho a tiempo. Su esposo le dijo una noche:

-¿Qué te pasa? Te veo inquieta y pensativa desde hace tres días.

Y ella respondió:

-Me disgusta no tener ni una alhaja, ni una sola joya que ponerme. Pareceré, de todos modos, una miserable. Casi, casi me gustaría más no ir a ese baile.

-Ponte unas cuantas flores naturales -replicó él-. Eso es muy elegante, sobre todo en este tiempo, y por diez francos encontrarás dos o tres rosas magníficas.

Ella no quería convencerse.

-No hay nada tan humillante como parecer una pobre en medio de mujeres ricas.

Pero su marido exclamó:

-¡Qué tonta eres! Anda a ver a tu compañera de colegio, la señora de Forestier, y ruégale que te preste unas alhajas. Eres bastante amiga suya para tomarte esa libertad.

La mujer dejó escapar un grito de alegría.

-Tienes razón, no había pensado en ello.

Al siguiente día fue a casa de su amiga y le contó su apuro.

La señora de Forestier fue a un armario de espejo, cogió un cofrecillo, lo sacó, lo abrió y dijo a la señora de Loisel:

-Escoge, querida.

Primero vio brazaletes; luego, un collar de perlas; luego, una cruz veneciana de oro, y pedrería primorosamente construida. Se probaba aquellas joyas ante el espejo, vacilando, no pudiendo decidirse a abandonarlas, a devolverlas. Preguntaba sin cesar:

-¿No tienes ninguna otra?

-Sí, mujer. Dime qué quieres. No sé lo que a ti te agradaría.

De repente descubrió, en una caja de raso negro, un soberbio collar de brillantes, y su corazón empezó a latir de un modo inmoderado.

Sus manos temblaron al tomarlo. Se lo puso, rodeando con él su cuello, y permaneció en éxtasis contemplando su imagen.

Luego preguntó, vacilante, llena de angustia:

-¿Quieres prestármelo? No quisiera llevar otra joya.

-Sí, mujer.

Abrazó y besó a su amiga con entusiasmo, y luego escapó con su tesoro.

Llegó el día de la fiesta. La señora de Loisel tuvo un verdadero triunfo. Era más bonita que las otras y estaba elegante, graciosa, sonriente y loca de alegría. Todos los hombres la miraban, preguntaban su nombre, trataban de serle presentados. Todos los directores generales querían bailar con ella. El ministro reparó en su hermosura.

Ella bailaba con embriaguez, con pasión, inundada de alegría, no pensando ya en nada más que en el triunfo de su belleza, en la gloria de aquel triunfo, en una especie de dicha formada por todos los homenajes que recibía, por todas las admiraciones, por todos los deseos despertados, por una victoria tan completa y tan dulce para un alma de mujer.

Se fue hacia las cuatro de la madrugada. Su marido, desde medianoche, dormía en un saloncito vacío, junto con otros tres caballeros cuyas mujeres se divertían mucho.

Él le echó sobre los hombros el abrigo que había llevado para la salida, modesto abrigo de su vestir ordinario, cuya pobreza contrastaba extrañamente con la elegancia del traje de baile. Ella lo sintió y quiso huir, para no ser vista por las otras mujeres que se envolvían en ricas pieles.

Loisel la retuvo diciendo:

-Espera, mujer, vas a resfriarte a la salida. Iré a buscar un coche.

Pero ella no le oía, y bajó rápidamente la escalera.

Cuando estuvieron en la calle no encontraron coche, y se pusieron a buscar, dando voces a los cocheros que veían pasar a lo lejos.

Anduvieron hacia el Sena desesperados, tiritando. Por fin pudieron hallar una de esas vetustas berlinas que sólo aparecen en las calles de París cuando la noche cierra, cual si les avergonzase su miseria durante el día.

Los llevó hasta la puerta de su casa, situada en la calle de los Mártires, y entraron tristemente en el portal. Pensaba, el hombre, apesadumbrado, en que a las diez había de ir a la oficina.

La mujer se quitó el abrigo que llevaba echado sobre los hombros, delante del espejo, a fin de contemplarse aún una vez más ricamente alhajada. Pero de repente dejó escapar un grito.

Su esposo, ya medio desnudo, le preguntó:

-¿Qué tienes?

Ella se volvió hacia él, acongojada.

-Tengo..., tengo... -balbució - que no encuentro el collar de la señora de Forestier.

Él se irguió, sobrecogido:

-¿Eh?... ¿cómo? ¡No es posible!

Y buscaron entre los adornos del traje, en los pliegues del abrigo, en los bolsillos, en todas partes. No lo encontraron.

Él preguntaba:

-¿Estás segura de que lo llevabas al salir del baile?

-Sí, lo toqué al cruzar el vestíbulo del Ministerio.

-Pero si lo hubieras perdido en la calle, lo habríamos oído caer.

-Debe estar en el coche.

-Sí. Es probable. ¿Te fijaste qué número tenía?

-No. Y tú, ¿no lo miraste?

-No.

Se contemplaron aterrados. Loisel se vistió por fin.

-Voy -dijo- a recorrer a pie todo el camino que hemos hecho, a ver si por casualidad lo encuentro.

Y salió. Ella permaneció en traje de baile, sin fuerzas para irse a la cama, desplomada en una silla, sin lumbre, casi helada, sin ideas, casi estúpida.

Su marido volvió hacia las siete. No había encontrado nada.

Fue a la Prefectura de Policía, a las redacciones de los periódicos, para publicar un anuncio ofreciendo una gratificación por el hallazgo; fue a las oficinas de las empresas de coches, a todas partes donde podía ofrecérsele alguna esperanza.

Ella le aguardó todo el día, con el mismo abatimiento desesperado ante aquel horrible desastre.

Loisel regresó por la noche con el rostro demacrado, pálido; no había podido averiguar nada.

-Es menester -dijo- que escribas a tu amiga enterándola de que has roto el broche de su collar y que lo has dado a componer. Así ganaremos tiempo.

Ella escribió lo que su marido le decía.

Al cabo de una semana perdieron hasta la última esperanza.

Y Loisel, envejecido por aquel desastre, como si de pronto le hubieran echado encima cinco años, manifestó:

-Es necesario hacer lo posible por reemplazar esa alhaja por otra semejante.

Al día siguiente llevaron el estuche del collar a casa del joyero cuyo nombre se leía en su interior.

El comerciante, después de consultar sus libros, respondió:

-Señora, no salió de mi casa collar alguno en este estuche, que vendí vacío para complacer a un cliente.

Anduvieron de joyería en joyería, buscando una alhaja semejante a la perdida, recordándola, describiéndola, tristes y angustiosos.

Encontraron, en una tienda del Palais Royal, un collar de brillantes que les pareció idéntico al que buscaban. Valía cuarenta mil francos, y regateándolo consiguieron que se lo dejaran en treinta y seis mil.

Rogaron al joyero que se los reservase por tres días, poniendo por condición que les daría por él treinta y cuatro mil francos si se lo devolvían, porque el otro se encontrara antes de fines de febrero.

Loisel poseía dieciocho mil que le había dejado su padre. Pediría prestado el resto.

Y, efectivamente, tomó mil francos de uno, quinientos de otro, cinco luises aquí, tres allá. Hizo pagarés, adquirió compromisos ruinosos, tuvo tratos con usureros, con toda clase de prestamistas. Se comprometió para toda la vida, firmó sin saber lo que firmaba, sin detenerse a pensar, y, espantado por las angustias del porvenir, por la horrible miseria que los aguardaba, por la perspectiva de todas las privaciones físicas y de todas las torturas morales, fue en busca del collar nuevo, dejando sobre el mostrador del comerciante treinta y seis mil francos.

Cuando la señora de Loisel devolvió la joya a su amiga, ésta le dijo un tanto displicente:

-Debiste devolvérmelo antes, porque bien pude yo haberlo necesitado.

No abrió siquiera el estuche, y eso lo juzgó la otra una suerte. Si notara la sustitución, ¿qué supondría? ¿No era posible que imaginara que lo habían cambiado de intento?

La señora de Loisel conoció la vida horrible de los menesterosos. Tuvo energía para adoptar una resolución inmediata y heroica. Era necesario devolver aquel dinero que debían... Despidieron a la criada, buscaron una habitación más económica, una buhardilla.

Conoció los duros trabajos de la casa, las odiosas tareas de la cocina. Fregó los platos, desgastando sus uñitas sonrosadas sobre los pucheros grasientos y en el fondo de las cacerolas. Enjabonó la ropa sucia, las camisas y los paños, que ponía a secar en una cuerda; bajó a la calle todas las mañanas la basura y subió el agua, deteniéndose en todos los pisos para tomar aliento. Y, vestida como una pobre mujer de humilde condición, fue a casa del verdulero, del tendero de comestibles y del carnicero, con la cesta al brazo, regateando, teniendo que sufrir desprecios y hasta insultos, porque defendía céntimo a céntimo su dinero escasísimo.

Era necesario mensualmente recoger unos pagarés, renovar otros, ganar tiempo.

El marido se ocupaba por las noches en poner en limpio las cuentas de un comerciante, y a veces escribía a veinticinco céntimos la hoja.

Y vivieron así diez años.

Al cabo de dicho tiempo lo habían ya pagado todo, todo, capital e intereses, multiplicados por las renovaciones usurarias.

La señora Loisel parecía entonces una vieja. Se había transformado en la mujer fuerte, dura y ruda de las familias pobres. Mal peinada, con las faldas torcidas y rojas las manos, hablaba en voz alta, fregaba los suelos con agua fría. Pero a veces, cuando su marido estaba en el Ministerio, se sentaba junto a la ventana, pensando en aquella fiesta de otro tiempo, en aquel baile donde lució tanto y donde fue tan festejada.

¿Cuál sería su fortuna, su estado al presente, si no hubiera perdido el collar? ¡Quién sabe! ¡Quién sabe! ¡Qué mudanzas tan singulares ofrece la vida! ¡Qué poco hace falta para perderse o para salvarse!

Un domingo, habiendo ido a dar un paseo por los Campos Elíseos para descansar de las fatigas de la semana, reparó de pronto en una señora que pasaba con un niño cogido de la mano.

Era su antigua compañera de colegio, siempre joven, hermosa siempre y siempre seductora. La de Loisel sintió un escalofrío. ¿Se decidiría a detenerla y saludarla? ¿Por qué no? Habíéndolo pagado ya todo, podía confesar, casi con orgullo, su desdicha.

Se puso frente a ella y dijo:

-Buenos días, Juana.

La otra no la reconoció, admirándose de verse tan familiarmente tratada por aquella infeliz. Balbució:

-Pero..., ¡señora!.., no sé. .. Usted debe de confundirse...

-No. Soy Matilde Loisel.

Su amiga lanzó un grito de sorpresa.

-¡Oh! ¡Mi pobre Matilde, qué cambiada estás! ...

-¡Sí; muy malos días he pasado desde que no te veo, y además bastantes miserias.... todo por ti...

-¿Por mí? ¿Cómo es eso?

-¿Recuerdas aquel collar de brillantes que me prestaste para ir al baile del Ministerio?

-¡Sí, pero...

-Pues bien: lo perdí...

-¡Cómo! ¡Si me lo devolviste!

-Te devolví otro semejante. Y hemos tenido que sacrificarnos diez años para pagarlo. Comprenderás que representaba una fortuna para nosotros, que sólo teníamos el sueldo. En fin, a lo hecho pecho, y estoy muy satisfecha.

La señora de Forestier se había detenido.

-¿Dices que compraste un collar de brillantes para sustituir al mío?

-Sí. No lo habrás notado, ¿eh? Casi eran idénticos.

Y al decir esto, sonreía orgullosa de su noble sencillez. La señora de Forestier, sumamente impresionada, le cogió ambas manos:

-¡Oh! ¡Mi pobre Matilde! ¡Pero si el collar que yo te presté era de piedras falsas!... ¡Valía quinientos francos a lo sumo!...

FIN


Guy de Maupassant



Fonte: Ciudad Seva

Touradas em Madrid

Olé, abre-se as porteiras,solta-se o touro

O toureiro abre a muleta bordada de ouro e vermelho



Acenando para o touro

O vermelho aguça os sentidos do touro



No bufa,bufa,luta pela própria vida

O homem grita, olé,gladiando na arena, infla a platéia insana

O tempo no tempo parou,na "Plaza de toros"

Só se ouve o Olé os ídulos brilham com uma orelha nas mãos,

Na dança da morte, o triunfo do toureiro



.

Dora Dimolitsas
Divaga em meio à noite um anjo desconhecido


Como um vento no litoral, sem rumo certo

Que afaga com seu carinho quente e amigo

O sono dos que dormem, sempre por perto



Nas curvas da vida, avalanches e temporais

Sofrendo, ele arranca os espinhos dos caminhos

E seus olhos vão pousando sobre os mortais

Que se entregam à fé nos dons divinos



Se por vezes neste mundo deixam cair

Pungentes e cortantes lágrimas ácidas

O anjo trata de as enxugar e, de fininho, sair



Constrói auras de douta proteção

Enche-as com a energia do coração

Faz as vidas repousarem, plácidas



Tania Montandon

Cançoneta

Um colarzinho de contas no pescoço,

as mãos sumindo num amplo regalo.

Os olhos passeiam em torno distraídos

e já não têm mais com que chorar.



A seda, que é quase violeta,

faz o rosto parecer mais pálido.

A franja, de cabelos tão lisinhos,

já chega até quase as sobrancelhas.



Não se parece em nada com um voo

esse jeito lento de andar

como se numa jangada pisasse

e não nas pranchas firmes do assoalho.



A boca pálida, entreaberta,

o fôlego cansado, ofegante…

contra o peito treme o ramalhete

deste encontro contigo que não houve.


Anna Akhmatova
owarete wa

tsuki ni kakururu

hotaru kana

Tradução:

Ao ser perseguido,

O vagalume /

Se esconde na lua!

Ryôta
o outono entrou verão adentro


como se o calor perdesse o alento

o sol cansou de ser

o centro.

Adelaide Amorim

sexta-feira, 14 de janeiro de 2011

Berlioz - Grande Messe des Morts (Requiem): Introitus et Kyrie (1/7)

O amor e seu tempo

Amor é privilégio de maduros

Estendidos na mais estreita cama,

Que se torna a mais larga e mais relvosa,

Roçando, em cada poro, o céu do corpo.



É isto, amor: o ganho não previsto,

O prêmio subterrâneo e coruscante,

Leitura de relâmpago cifrado,

Que, decifrado, nada mais existe



Valendo a pena e o preço do terrestre,

Salvo o minuto de ouro no relógio

Minúsculo, vibrando no crepúsculo.



Amor é o que se aprende no limite,

Depois de se arquivar toda a ciência

Herdada, ouvida. amor começa tarde

Carlos Drummond de Andrade

terça-feira, 11 de janeiro de 2011

Amor

Tanta solidão na entrega
tanto abandono
Trêmula, trêmula
Aragem
perante meu olhar
duro
A palavra mais impura
não dirá tudo
Doía na treva
aquele ser puro
a meu lado, impuro
Eu, ou o quê me chame
estava ali?
A rosa alegre dos
ventos
Que mar é este?
Que céu?
Ao lado
daquele ser disperso
em tudo
Seiva luminosa
Tão acima
Nenhuma lembrança
fere ou diz
aquilo que foi.

 Francisco Alvim

segunda-feira, 10 de janeiro de 2011

De tarde

Naquele “pic-nic” de burguesas,

Houve uma cousa simplesmente bela,

E que, sem ter história nem grandezas,

Em todo o caso dava uma aguarela.



Foi quando tu, descendo do burrico,

Foste colher, sem imposturas tolas,

A um granzoal azul de grão-de-bico

Um ramalhete rubro de papoulas.



Pouco depois, em cima duns penhascos,

Nós acampámos, inda o sol se via;

E houve talhadas de melão, damascos,

E pão-de-ló molhado em malvasia.



Mas, todo púrpuro, a sair da renda

Dos teus dois seios como duas rolas,

Era o supremo encanto da merenda

O ramalhete rubro das papoulas!

Manuel Jorge Marmelo

domingo, 9 de janeiro de 2011

Bucólica

O camponês sem terra
Detém a charrua
E pensa em colheitas
Que nunca serão suas.

José Paulo Paes.
seleção de Davi Arrigucci Jr.
Global.SP:1998
"Não há poema em si, mas em mim ou ti "

Octávio Paz
Navalhas machucam;
rios são úmidos;
ácidos mancham ;
e drogas causam cãîmbras.
Armas são ilegais;
laços afrouxam;
gás cheira mal;
é melhor viver.

Dorothy Parker

Notas num diário

Nada mais decorativo que a metafísica do silêncio



SOBRE O TEXTO

Este é o primeiro dos seis trechos do diário de Ricardo Piglia que serão publicados com exclusividade pela Ilustríssima. Autor de “Dinheiro Queimado” e professor na Universidade de Princeton, o escritor divide seu tempo entre a Argentina e os EUA. Seu novo livro, “Branco Noturno”, será lançado pela Cia. das Letras em junho.



RICARDO PIGLIA

tradução PAULO WERNECK



SEGUNDA Passo a noite internado no Hospital de Princeton. Enquanto espero o diagnóstico, sentado na sala de espera, vejo entrar um homem que mal consegue se locomover.

Descrevê-lo. Perguntam-lhe seus dados, mas ele vacila, pede desculpas, está bem desorientado, diz que não consegue assinar. É um ex-alcóolatra que teve uma recaída e passou dois dias perdido nos arredores de Trenton, dormindo na rua. Antes de despachá-lo para a clínica de reabilitação precisam desintoxicá-lo. Logo chega seu filho, vai até o balcão, preenche uns formulários.

O homem, a princípio, não o reconhece, mas por fim se ergue, pousa a mão na nuca do filho e fala com ele, e fala em voz baixa, bem de perto. O rapaz o escuta como se estivesse ofendido. O homem volta a sentar-se, muito abatido. Na dispersão idiomática típica desses lugares, um enfermeiro porto-riquenho explica a um padioleiro negro que o homem perdeu os óculos e não consegue enxergar. “The old man has lost his ‘espejuelos’”, diz, “and he cannot see nothing.” Extraviada, a palavra espanhola brilha feito uma luz na noite.



QUARTA Ele me contou que tinha sido preso por estelionato e me contou que seu pai era adestrador no hipódromo e que teve azar nas corridas. Dois dias depois, apareceu de novo e tornou a se apresentar, como se nunca tivesse me visto. Sofre de uma imperfeição indefinida que lhe afeta o sentido da realidade. Está perdido num movimento contínuo que o obriga a pensar para deter a confusão. Pensar não é lembrar, pode-se pensar mesmo tendo perdido a memória. (Venho sabendo disso por mim mesmo, já faz alguns anos: só lembro o que está escrito no Diário). Mesmo assim, não esquece a linguagem. O que precisa saber, encontra na web. A informação narrativa está fora da trama. Um novo tipo de romance seria então possível. “Precisamos”, dizia Gombrowicz, “de uma linguagem para nossa ignorância.” Essa poderia ser a epígrafe.



DOMINGO Até que enfim conheço um detetive particular. Ralph Anderson, Ace Agency. Kitty o contratou para encontrar sua mãe, que a abandonou aos seis anos. Ralph a localizou em Atlanta, na Geórgia. Tinha mudado de nome, morava no centro da cidade, trabalhava numa revista de moda. Kitty não se animou a ir vê-la, mas ficou amiga do detetive.

Muitos de seus clientes procuram parentes perdidos e depois decidem não ir encontrá-los. Ralph mora num apartamento perto de Washington Square. Embaixo, ao entrar no prédio, controle na porta, detector de metais, câmeras. Ralph está à nossa espera, na saída do elevador. Deve ter uns trinta anos, óculos redondos, cara de raposa. Mora num cômodo de pé-direito alto, quase vazio, com janelões dando para a cidade. Tem quatro computadores dispostos em círculo numa ampla escrivaninha, sempre ligados, com arquivos abertos e vários sites ativos. “Sair na rua já não faz mais falta”, diz. “O que precisamos buscar é isso aí.”

Fuma um “joint” atrás do outro, toma ginger ale, mora sozinho. Investiga a morte de três soldados negros de um batalhão de infantaria em serviço no Iraque; na maioria, oficiais e suboficiais texanos. Um agrupamento de parentes de soldados afro-americanos o contratou para investigar. Têm certeza de que foram assassinados. Se Ralph não conseguir provar, vão para a Justiça. Ele nos mostra as fotos dos jovens soldados negros, os três olham a câmera de frente, sem sorrir. Depois, fomos jantar num chinês.



QUINTA Curiosamente ninguém parece ter reparado que não foi T.W. Adorno o primeiro a estabelecer uma relação entre o futuro da literatura e os campos de extermínio nazistas. Em 1948, Brecht, em suas “Conversas com Jovens Intelectuais”, já havia formulado o problema. “Os acontecimentos em Auschwitz, no gueto de Varsóvia e em Buchenwald não admitem, indubitavelmente, descrição alguma, em nenhuma forma literária. Na verdade, a literatura não está preparada para tais acontecimentos, mas não desenvolveu nenhum meio para eles.”

Depois, Adorno se referiu ao mesmo assunto em seu ensaio de 1955 “Crítica da Cultura e Sociedade”, no qual, como se sabe, escreve: “A crítica cultural se encontra diante do último degrau da dialética de cultura e barbárie: depois do que aconteceu no campo de Auschwitz, escrever um poema é um ato de barbárie, e esse ato corrói até mesmo o conhecimento que indica por que hoje se tornou impossível escrever poesia.”

Brecht não apregoa a impossibilidade de seu trabalho nem aceita a culpa histórica que os críticos culturais sempre atribuem à literatura; apenas se refere às dificuldades técnicas que fundam as relações entre experiência e informação. Alguns anos antes, em seu “Diário de Trabalho”, em 16 de setembro de 1940, ele escreveu: “Seria incrivelmente difícil descrever o estado de ânimo com que sigo na rádio, de manhã, a batalha da Inglaterra, e depois vou escrever ‘Sr. Puntilla’. Esse fenômeno demonstra como é possível continuar a elaborar os trabalhos literários. De Puntilla não me importa quase nada; da guerra, tudo; sobre Puntilla posso escrever quase tudo; sobre a guerra, nada. Não quero dizer ‘não me é lícito’, quero propriamente dizer ‘no sono in grado’, não sou capaz. É interessante ver até que ponto a literatura, como atividade, como prática, está longe dos centros em que se desenrolam os acontecimentos dos quais tudo depende [...]“.

Como os “mass media” sempre estão dispostos a profetizar o fim da cultura, a tese de Adorno encontrou rápida difusão. Não há nada mais decorativo que a metafísica do silêncio e do fim da linguagem. Bertolt Brecht, por sua vez, tinha astúcia suficiente para fazer perguntas que não agradavam a ninguém e para escrever a melhor poesia lírica da língua alemã de sua época.



SEGUNDA Com a proliferação de romances encontrados entre os papéis -nos arquivos do computador- de famosos escritores mortos (Bolaño, Cabrera Infante, Nabokov etc.), um grupo de escritores decidiu ganhar a vida escrevendo romances póstumos. Depois de várias reuniões, decidiram escrever o romance póstumo de Samuel Beckett, “Moran”, uma continuação da trilogia.

Com o manuscrito, devem inventar uma forma como o livro tenha sido encontrado. Beckett levou o romance a seu psicanalista, Winnicott, que o aconselhou a não publicá-lo.

Aliviado, Beckett precipitou-se escada abaixo e esqueceu o manuscrito. Anos depois, um jovem pesquisador da Universidade da Califórnia em Irvine descobriu o romance no arquivo confidencial de Winnicott [em Londres]. Negociam diretamente com os agentes literários e, depois de combinar o adiantamento de direitos, entregam o livro etc.



SÁBADO Todo dia vejo o velho que sai de casa e caminha devagar pela neve até a beira da lagoa. A bruma de sua respiração é feito uma névoa no ar transparente. Conversamos várias vezes ao nos cruzarmos no caminho da entrada, ele mora sozinho, a mulher morreu no ano passado, lecionou física aqui em Princeton nos anos 50 e agora está aposentado, não tem filhos, chama-se Karl Unger e é um exilado alemão.

Quando chegam os patos selvagens, ouve-se primeiro um ruído tênue, como se alguém sacudisse um pano molhado no céu. Quase imediatamente começam-se a ouvir os grasnidos e veem-se os patos vindo, voando em fila indiana, depois formando um V no fundo do bosque. Dão duas voltas sobre a lagoa até lançarem-se na direção da água congelada, e, quando a tocam, patinam com as asas abertas e o pescoço contra o gelo. Voltam caminhando estabanados, arrastando-se, alguns permanecem quietos, com as patas feito ossos mortos na geada. Vivem no presente puro e a cada manhã se espantam ao se chocarem contra o gelo. Perderam o senso de orientação. Buscam as águas cristalizadas do lago de onde teriam que iniciar a migração para as terras cálidas.

Cada vez que vejo o professor sair do jardim e atravessar a neve para chegar até a lagoa e alimentar os patos selvagens que estão morrendo de frio, sei que começa outro dia, que será igual ao anterior

Fonte :Ilustríssima. folha de São Paulo 09/01/ 11

Adormecidos

Engraçado como tem gente que sente falta de si mesmo. Saudade vazia que nem mesmo o espelho do banheiro consegue acalmar. É uma sensação de ausência. Essa gente vive a procurar sinais que provem a existência, o violento transformar da alegria em tristeza, o acordar do tempo e a natureza que se faz assumida trem da vida e leva todos nós. É como se sentir anestesiado. O corpo existe, mas falha a voz e a verdade não passa de um contratempo. Como provar que ainda se está ali? Na sala de estar, no quarto do filho, na casa de amigos? Como voltar a se sentir vivo? Tonalizar fios brancos, enfeitar a casa para um bando e fazer digno o realçar das incertezas? Não há nada mais triste do que a busca de si mesmo e ver que tudo se foi. Já se partiu, corpo ausente e agora o ser que habita a gente não passa de uma obra decadente que o tempo esqueceu de enterrar. Melhor viver logo o dia de aniversário e se deixar envelhecer. A perda maior é o esquecer de si mesmo. A gente se esquece no rosto de alguém, vivendo outra vida, lavando calçadas ou apagando marcas, cauterizando outras dores enquanto há fome de tanto e por tudo que se sente. A gente precisa viver. À tortura ou à plena felicidade absurda. É bem melhor que se viva. Antes mesmo que o cenário mude e a saudade se torne moribunda. Não há saudade maior do que essa que a gente sente de si mesmo. A gente, de repente, se torna o produto com prazo vencido.

Letícia Palmeira
 
– Escritoras Suicidas

POEMAS ESCRITOS NA UNHA

Chuva de arame farpado.

Os céus

baixaram-se ao nosso nível.



Haverá garganta

para gritar mais tarde

o que agora calamos?



Engole a tua língua!

Com ela podes saciar-te:

mas somente uma vez.



Domingo de Ramos.

Burro temos, mas, de Cristo,

não temos o espírito.



Ó provincianismo!

Também Mefistófeles, de pé espalmado,

é funcionário público.



Cuidado com o passado!

Ele pode embebedar-te, nunca te saciará .

SÁNDOR KÁNYÁDI

sábado, 8 de janeiro de 2011

La alegría de los tristes

A Cocha y a todos los que vuelan con nosotros. Que los tristes estén alegres y dancen en lo infinito y sequen sus pupilas alegres en la distancia. Que los tristes vuelen con las cometas que hicimos bordadas en el viento cuando eramos niños. Que sean corazones palpitando en las estrellas. Que los tristes alumbren desde el cielo y nos miren desde lejos y que sepan que nosotros los tristes los miramos. Que los tristes estén alegres y nuestras sombras se miren al cruzar las noches.Y bailen en la oscuridad.Que siempre se queden en las mañanas. Que sus cuerpos azules sean pedacitos de cielo. Que sus risas nos toquen y se queden en nuestras siluetas tomadas de las manos y su calor con nuestro calor nos despierten rozando las mejillas con multitud de mariposas que vuelan y se alegran porque vencimos las ausencias.



Gregorio Riveros .´.
Pampanito. Trujillo (Venezuela).

http://pampanito.nireblog.com/

http://lapoesiavenezolana.nireblog.com/