quinta-feira, 8 de julho de 2010

Martin Chambi

Joaquin Sabina - La Magdalena

La Magdalena

Si, a media noche, por la carretera

que te conté,

detrás de una gasolinera

donde llené,

te hacen un guiño unas bombillas

azules, rojas y amarillas,

pórtate bien

y frena.

Y, si la Magdalena

pide un trago,

tú la invitas a cien

que yo los pago.

Acércate a su puerta y llama

si te mueres de sed,

si ya no juegas a las damas

ni con tu mujer.

Sólo te pido que me escribas,

contándome si sigue viva

la virgen del pecado,

la novia de la flor de la saliva,

el sexo con amor de los casados.

Dueña de un corazón,

tan cinco estrellas,

que, hasta el hijo de un Dios,

una vez que la vio,

se fue con ella.

Y nunca le cobró

la Magdalena.

Si estás más solo que la luna,

déjate convencer,

brindando a mi salud, con una

que yo me sé.

Y, cuando suban las bebidas,

el doble de lo que te pida

dale por sus favores,

que, en casa de María de Magdala,

las malas compañías son las mejores.

Si llevas grasa en la guantera

u un alma que perder,

aparca, junto a sus caderas

de leche y miel.

Entre dos curvas redentoras

la más prohibida de las frutas

te espera hasta la aurora,

la más señora de todas las putas,

la más puta de todas las señoras.

Con ese corazón,

tan cinco estrellas,

que, hasta el hijo de un Dios,

una vez que la vio,

se fue con ella,

Y nunca le cobró

la Magdalena.

OJOS (I)

EN la oscuridad

el mandato de Morfeo

es vendaval de quimeras.

No querer odiar

y no desear más


porque todo lo que tenemos


es todo lo que existe


a nuestro alrededor;


sedante en mis arterias


y sangre henchida de enseres,


de soportes con tufo



a maestro de escuela


y acontecimientos


convencionales;



calmantes en mi mano derecha y en ti,



en todo lo que estoy soñando despierto.



Alexander Vórtice


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