segunda-feira, 31 de dezembro de 2018

Chac Mool



Hace poco tiempo, Filiberto murió ahogado en Acapulco. Sucedió en Semana Santa. Aunque había sido despedido de su empleo en la Secretaría, Filiberto no pudo resistir la tentación burocrática de ir, como todos los años, a la pensión alemana, comer el choucrout endulzado por los sudores de la cocina tropical, bailar el Sábado de Gloria en La Quebrada y sentirse “gente conocida” en el oscuro anonimato vespertino de la Playa de Hornos. Claro, sabíamos que en su juventud había nadado bien; pero ahora, a los cuarenta, y tan desmejorado como se le veía, ¡intentar salvar, a la medianoche, el largo trecho entre Caleta y la isla de la Roqueta! Frau Müller no permitió que se le velara, a pesar de ser un cliente tan antiguo, en la pensión; por el contrario, esa noche organizó un baile en la terracita sofocada, mientras Filiberto esperaba, muy pálido dentro de su caja, a que saliera el camión matutino de la terminal, y pasó acompañado de huacales y fardos la primera noche de su nueva vida. Cuando llegué, muy temprano, a vigilar el embarque del féretro, Filiberto estaba bajo un túmulo de cocos: el chofer dijo que lo acomodáramos rápidamente en el toldo y lo cubriéramos con lonas, para que no se espantaran los pasajeros, y a ver si no le habíamos echado la sal al viaje.

Salimos de Acapulco a la hora de la brisa tempranera. Hasta Tierra Colorada nacieron el calor y la luz. Mientras desayunaba huevos y chorizo abrí el cartapacio de Filiberto, recogido el día anterior, junto con sus otras pertenencias, en la pensión de los Müller. Doscientos pesos. Un periódico derogado de la ciudad de México. Cachos de lotería. El pasaje de ida -¿sólo de ida? Y el cuaderno barato, de hojas cuadriculadas y tapas de papel mármol.

Me aventuré a leerlo, a pesar de las curvas, el hedor a vómitos y cierto sentimiento natural de respeto por la vida privada de mi difunto amigo. Recordaría -sí, empezaba con eso- nuestra cotidiana labor en la oficina; quizá sabría, al fin, por qué fue declinado, olvidando sus deberes, por qué dictaba oficios sin sentido, ni número, ni “Sufragio Efectivo No Reelección”. Por qué, en fin, fue corrido, olvidaba la pensión, sin respetar los escalafones.

“Hoy fui a arreglar lo de mi pensión. El Licenciado, amabilísimo. Salí tan contento que decidí gastar cinco pesos en un café. Es el mismo al que íbamos de jóvenes y al que ahora nunca concurro, porque me recuerda que a los veinte años podía darme más lujos que a los cuarenta. Entonces todos estábamos en un mismo plano, hubiéramos rechazado con energía cualquier opinión peyorativa hacia los compañeros; de hecho, librábamos la batalla por aquellos a quienes en la casa discutían por su baja extracción o falta de elegancia. Yo sabía que muchos de ellos (quizá los más humildes) llegarían muy alto y aquí, en la Escuela, se iban a forjar las amistades duraderas en cuya compañía cursaríamos el mar bravío. No, no fue así. No hubo reglas. Muchos de los humildes se quedaron allí, muchos llegaron más arriba de lo que pudimos pronosticar en aquellas fogosas, amables tertulias. Otros, que parecíamos prometerlo todo, nos quedamos a la mitad del camino, destripados en un examen extracurricular, aislados por una zanja invisible de los que triunfaron y de los que nada alcanzaron. En fin, hoy volví a sentarme en las sillas modernizadas -también hay, como barricada de una invasión, una fuente de sodas- y pretendí leer expedientes. Vi a muchos antiguos compañeros, cambiados, amnésicos, retocados de luz neón, prósperos. Con el café que casi no reconocía, con la ciudad misma, habían ido cincelándose a ritmo distinto del mío. No, ya no me reconocían; o no me querían reconocer. A lo sumo -uno o dos- una mano gorda y rápida sobre el hombro. Adiós viejo, qué tal. Entre ellos y yo mediaban los dieciocho agujeros del Country Club. Me disfracé detrás de los expedientes. Desfilaron en mi memoria los años de las grandes ilusiones, de los pronósticos felices y, también todas las omisiones que impidieron su realización. Sentí la angustia de no poder meter los dedos en el pasado y pegar los trozos de algún rompecabezas abandonado; pero el arcón de los juguetes se va olvidando y, al cabo, ¿quién sabrá dónde fueron a dar los soldados de plomo, los cascos, las espadas de madera? Los disfraces tan queridos, no fueron más que eso. Y sin embargo, había habido constancia, disciplina, apego al deber. ¿No era suficiente, o sobraba? En ocasiones me asaltaba el recuerdo de Rilke. La gran recompensa de la aventura de juventud debe ser la muerte; jóvenes, debemos partir con todos nuestros secretos. Hoy, no tendría que volver la mirada a las ciudades de sal. ¿Cinco pesos? Dos de propina.”

“Pepe, aparte de su pasión por el derecho mercantil, gusta de teorizar. Me vio salir de Catedral, y juntos nos encaminamos a Palacio. Él es descreído, pero no le basta; en media cuadra tuvo que fabricar una teoría. Que si yo no fuera mexicano, no adoraría a Cristo y -No, mira, parece evidente. Llegan los españoles y te proponen adorar a un Dios muerto hecho un coágulo, con el costado herido, clavado en una cruz. Sacrificado. Ofrendado. ¿Qué cosa más natural que aceptar un sentimiento tan cercano a todo tu ceremonial, a toda tu vida?... figúrate, en cambio, que México hubiera sido conquistado por budistas o por mahometanos. No es concebible que nuestros indios veneraran a un individuo que murió de indigestión. Pero un Dios al que no le basta que se sacrifiquen por él, sino que incluso va a que le arranquen el corazón, ¡caramba, jaque mate a Huitzilopochtli! El cristianismo, en su sentido cálido, sangriento, de sacrificio y liturgia, se vuelve una prolongación natural y novedosa de la religión indígena. Los aspectos caridad, amor y la otra mejilla, en cambio, son rechazados. Y todo en México es eso: hay que matar a los hombres para poder creer en ellos.

“Pepe conocía mi afición, desde joven, por ciertas formas de arte indígena mexicana. Yo colecciono estatuillas, ídolos, cacharros. Mis fines de semana los paso en Tlaxcala o en Teotihuacán. Acaso por esto le guste relacionar todas las teorías que elabora para mi consumo con estos temas. Por cierto que busco una réplica razonable del Chac Mool desde hace tiempo, y hoy Pepe me informa de un lugar en la Lagunilla donde venden uno de piedra y parece que barato. Voy a ir el domingo.

“Un guasón pintó de rojo el agua del garrafón en la oficina, con la consiguiente perturbación de las labores. He debido consignarlo al Director, a quien sólo le dio mucha risa. El culpable se ha valido de esta circunstancia para hacer sarcasmos a mis costillas el día entero, todos en torno al agua. Ch...”

“Hoy domingo, aproveché para ir a la Lagunilla. Encontré el Chac Mool en la tienducha que me señaló Pepe. Es una pieza preciosa, de tamaño natural, y aunque el marchante asegura su originalidad, lo dudo. La piedra es corriente, pero ello no aminora la elegancia de la postura o lo macizo del bloque. El desleal vendedor le ha embarrado salsa de tomate en la barriga al ídolo para convencer a los turistas de la sangrienta autenticidad de la escultura.

“El traslado a la casa me costó más que la adquisición. Pero ya está aquChac Moolí, por el momento en el sótano mientras reorganizo mi cuarto de trofeos a fin de darle cabida. Estas figuras necesitan sol vertical y fogoso; ese fue su elemento y condición. Pierde mucho mi Chac Mool en la oscuridad del sótano; allí, es un simple bulto agónico, y su mueca parece reprocharme que le niegue la luz. El comerciante tenía un foco que iluminaba verticalmente en la escultura, recortando todas sus aristas y dándole una expresión más amable. Habrá que seguir su ejemplo.”

“Amanecí con la tubería descompuesta. Incauto, dejé correr el agua de la cocina y se desbordó, corrió por el piso y llego hasta el sótano, sin que me percatara. El Chac Mool resiste la humedad, pero mis maletas sufrieron. Todo esto, en día de labores, me obligó a llegar tarde a la oficina.”

“Vinieron, por fin, a arreglar la tubería. Las maletas, torcidas. Y el Chac Mool, con lama en la base.”

“Desperté a la una: había escuchado un quejido terrible. Pensé en ladrones. Pura imaginación.”

“Los lamentos nocturnos han seguido. No sé a qué atribuirlo, pero estoy nervioso. Para colmo de males, la tubería volvió a descomponerse, y las lluvias se han colado, inundando el sótano.”

“El plomero no viene; estoy desesperado. Del Departamento del Distrito Federal, más vale no hablar. Es la primera vez que el agua de las lluvias no obedece a las coladeras y viene a dar a mi sótano. Los quejidos han cesado: vaya una cosa por otra.”

“Secaron el sótano, y el Chac Mool está cubierto de lama. Le da un aspecto grotesco, porque toda la masa de la escultura parece padecer de una erisipela verde, salvo los ojos, que han permanecido de piedra. Voy a aprovechar el domingo para raspar el musgo. Pepe me ha recomendado cambiarme a una casa de apartamentos, y tomar el piso más alto, para evitar estas tragedias acuáticas. Pero yo no puedo dejar este caserón, ciertamente es muy grande para mí solo, un poco lúgubre en su arquitectura porfiriana. Pero es la única herencia y recuerdo de mis padres. No sé qué me daría ver una fuente de sodas con sinfonola en el sótano y una tienda de decoración en la planta baja.”

“Fui a raspar el musgo del Chac Mool con una espátula. Parecía ser ya parte de la piedra; fue labor de más de una hora, y sólo a las seis de la tarde pude terminar. No se distinguía muy bien la penumbra; al finalizar el trabajo, seguí con la mano los contornos de la piedra. Cada vez que lo repasaba, el bloque parecía reblandecerse. No quise creerlo: era ya casi una pasta. Este mercader de la Lagunilla me ha timado. Su escultura precolombina es puro yeso, y la humedad acabará por arruinarla. Le he echado encima unos trapos; mañana la pasaré a la pieza de arriba, antes de que sufra un deterioro total.”

“Los trapos han caído al suelo, increíble. Volví a palpar el Chac Mool. Se ha endurecido pero no vuelve a la consistencia de la piedra. No quiero escribirlo: hay en el torso algo de la textura de la carne, al apretar los brazos los siento de goma, siento que algo circula por esa figura recostada... Volví a bajar en la noche. No cabe duda: el Chac Mool tiene vello en los brazos.”

“Esto nunca me había sucedido. Tergiversé los asuntos en la oficina, giré una orden de pago que no estaba autorizada, y el Director tuvo que llamarme la atención. Quizá me mostré hasta descortés con los compañeros. Tendré que ver a un médico, saber si es mi imaginación o delirio o qué, y deshacerme de ese maldito Chac Mool.”

Hasta aquí la escritura de Filiberto era la antigua, la que tantas veces vi en formas y memoranda, ancha y ovalada. La entrada del 25 de agosto, sin embargo, parecía escrita por otra persona. A veces como niño, separando trabajosamente cada letra; otras, nerviosa, hasta diluirse en lo ininteligible. Hay tres días vacíos, y el relato continúa:

“Todo es tan natural; y luego se cree en lo real... pero esto lo es, más que lo creído por mí. Si es real un garrafón, y más, porque nos damos mejor cuenta de su existencia, o estar, si un bromista pinta el agua de rojo... Real bocanada de cigarro efímera, real imagen monstruosa en un espejo de circo, reales, ¿no lo son todos los muertos, presentes y olvidados?... si un hombre atravesara el paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces, qué?... Realidad: cierto día la quebraron en mil pedazos, la cabeza fue a dar allá, la cola aquí y nosotros no conocemos más que uno de los trozos desprendidos de su gran cuerpo. Océano libre y ficticio, sólo real cuando se le aprisiona en el rumor de un caracol marino. Hasta hace tres días, mi realidad lo era al grado de haberse borrado hoy; era movimiento reflejo, rutina, memoria, cartapacio. Y luego, como la tierra que un día tiembla para que recordemos su poder, o como la muerte que un día llegará, recriminando mi olvido de toda la vida, se presenta otra realidad: sabíamos que estaba allí, mostrenca; ahora nos sacude para hacerse viva y presente. Pensé, nuevamente, que era pura imaginación: el Chac Mool, blando y elegante, había cambiado de color en una noche; amarillo, casi dorado, parecía indicarme que era un dios, por ahora laxo, con las rodillas menos tensas que antes, con la sonrisa más benévola. Y ayer, por fin, un despertar sobresaltado, con esa seguridad espantosa de que hay dos respiraciones en la noche, de que en la oscuridad laten más pulsos que el propio. Sí, se escuchaban pasos en la escalera. Pesadilla. Vuelta a dormir... No sé cuánto tiempo pretendí dormir. Cuando volvía a abrir los ojos, aún no amanecía. El cuarto olía a horror, a incienso y sangre. Con la mirada negra, recorrí la recámara, hasta detenerme en dos orificios de luz parpadeante, en dos flámulas crueles y amarillas.

“Casi sin aliento, encendí la luz.

“Allí estaba Chac Mool, erguido, sonriente, ocre, con su barriga encarnada. Me paralizaron los dos ojillos casi bizcos, muy pegados al caballete de la nariz triangular. Los dientes inferiores mordían el labio superior, inmóviles; sólo el brillo del casuelón cuadrado sobre la cabeza anormalmente voluminosa, delataba vida. Chac Mool avanzó hacia mi cama; entonces empezó a llover.”

Recuerdo que a fines de agosto, Filiberto fue despedido de la Secretaría, con una recriminación pública del Director y rumores de locura y hasta de robo. Esto no lo creí. Sí pude ver unos oficios descabellados, preguntándole al Oficial Mayor si el agua podía olerse, ofreciendo sus servicios al Secretario de Recursos Hidráulicos para hacer llover en el desierto. No supe qué explicación darme a mí mismo; pensé que las lluvias excepcionalmente fuertes, de ese verano, habían enervado a mi amigo. O que alguna depresión moral debía producir la vida en aquel caserón antiguo, con la mitad de los cuartos bajo llave y empolvados, sin criados ni vida de familia. Los apuntes siguientes son de fines de septiembre:

“Chac Mool puede ser simpático cuando quiere, ‘...un gluglú de agua embelesada’... Sabe historias fantásticas sobre los monzones, las lluvias ecuatoriales y el castigo de los desiertos; cada planta arranca de su paternidad mítica: el sauce es su hija descarriada, los lotos, sus niños mimados; su suegra, el cacto. Lo que no puedo tolerar es el olor, extrahumano, que emana de esa carne que no lo es, de las sandalias flamantes de vejez. Con risa estridente, Chac Mool revela cómo fue descubierto por Le Plongeon y puesto físicamente en contacto de hombres de otros símbolos. Su espíritu ha vivido en el cántaro y en la tempestad, naturalmente; otra cosa es su piedra, y haberla arrancado del escondite maya en el que yacía es artificial y cruel. Creo que Chac Mool nunca lo perdonará. Él sabe de la inminencia del hecho estético.

“He debido proporcionarle sapolio para que se lave el vientre que el mercader, al creerlo azteca, le untó de salsa ketchup. No pareció gustarle mi pregunta sobre su parentesco con Tlaloc1, y cuando se enoja, sus dientes, de por sí repulsivos, se afilan y brillan. Los primeros días, bajó a dormir al sótano; desde ayer, lo hace en mi cama.”

“Hoy empezó la temporada seca. Ayer, desde la sala donde ahora duermo, comencé a oír los mismos lamentos roncos del principio, seguidos de ruidos terribles. Subí; entreabrí la puerta de la recámara: Chac Mool estaba rompiendo las lámparas, los muebles; al verme, saltó hacia la puerta con las manos arañadas, y apenas pude cerrar e irme a esconder al baño. Luego bajó, jadeante, y pidió agua; todo el día tiene corriendo los grifos, no queda un centímetro seco en la casa. Tengo que dormir muy abrigado, y le he pedido que no empape más la sala2.”

“El Chac inundó hoy la sala. Exasperado, le dije que lo iba a devolver al mercado de la Lagunilla. Tan terrible como su risilla -horrorosamente distinta a cualquier risa de hombre o de animal- fue la bofetada que me dio, con ese brazo cargado de pesados brazaletes. Debo reconocerlo: soy su prisionero. Mi idea original era bien distinta: yo dominaría a Chac Mool, como se domina a un juguete; era, acaso, una prolongación de mi seguridad infantil; pero la niñez -¿quién lo dijo?- es fruto comido por los años, y yo no me he dado cuenta... Ha tomado mi ropa y se pone la bata cuando empieza a brotarle musgo verde. El Chac Mool está acostumbrado a que se le obedezca, desde siempre y para siempre; yo, que nunca he debido mandar, sólo puedo doblegarme ante él. Mientras no llueva -¿y su poder mágico?- vivirá colérico e irritable.”

“Hoy decidí que en las noches Chac Mool sale de la casa. Siempre, al oscurecer, canta una tonada chirriona y antigua, más vieja que el canto mismo. Luego cesa. Toqué varias veces a su puerta, y como no me contestó, me atreví a entrar. No había vuelto a ver la recámara desde el día en que la estatua trató de atacarme: está en ruinas, y allí se concentra ese olor a incienso y sangre que ha permeado la casa. Pero detrás de la puerta, hay huesos: huesos de perros, de ratones y gatos. Esto es lo que roba en la noche el Chac Mool para sustentarse. Esto explica los ladridos espantosos de todas las madrugadas.”

“Febrero, seco. Chac Mool vigila cada paso mío; me ha obligado a telefonear a una fonda para que diariamente me traigan un portaviandas. Pero el dinero sustraído de la oficina ya se va a acabar. Sucedió lo inevitable: desde el día primero, cortaron el agua y la luz por falta de pago. Pero Chac Mool ha descubierto una fuente pública a dos cuadras de aquí; todos los días hago diez o doce viajes por agua, y él me observa desde la azotea. Dice que si intento huir me fulminará: también es Dios del Rayo. Lo que él no sabe es que estoy al tanto de sus correrías nocturnas... Como no hay luz, debo acostarme a las ocho. Ya debería estar acostumbrado al Chac Mool, pero hace poco, en la oscuridad, me topé con él en la escalera, sentí sus brazos helados, las escamas de su piel renovada y quise gritar.”

“Si no llueve pronto, el Chac Mool va a convertirse otra vez en piedra. He notado sus dificultades recientes para moverse; a veces se reclina durante horas, paralizado, contra la pared y parece ser, de nuevo, un ídolo inerme, por más dios de la tempestad y el trueno que se le considere. Pero estos reposos sólo le dan nuevas fuerzas para vejarme, arañarme como si pudiese arrancar algún líquido de mi carne. Ya no tienen lugar aquellos intermedios amables durante los cuales relataba viejos cuentos; creo notar en él una especie de resentimiento concentrado. Ha habido otros indicios que me han puesto a pensar: los vinos de mi bodega se están acabando; Chac Mool acaricia la seda de la bata; quiere que traiga una criada a la casa, me ha hecho enseñarle a usar jabón y lociones. Incluso hay algo viejo en su cara que antes parecía eterna. Aquí puede estar mi salvación: si el Chac cae en tentaciones, si se humaniza, posiblemente todos sus siglos de vida se acumulen en un instante y caiga fulminado por el poder aplazado del tiempo. Pero también me pongo a pensar en algo terrible: el Chac no querrá que yo asista a su derrumbe, no querrá un testigo..., es posible que desee matarme.”

“Hoy aprovecharé la excursión nocturna de Chac para huir. Me iré a Acapulco; veremos qué puede hacerse para conseguir trabajo y esperar la muerte de Chac Mool; sí, se avecina; está canoso, abotagado. Yo necesito asolearme, nadar y recuperar fuerzas. Me quedan cuatrocientos pesos. Iré a la Pensión Müller, que es barata y cómoda. Que se adueñe de todo Chac Mool: a ver cuánto dura sin mis baldes de agua.”

Aquí termina el diario de Filiberto. No quise pensar más en su relato; dormí hasta Cuernavaca. De ahí a México pretendí dar coherencia al escrito, relacionarlo con exceso de trabajo, con algún motivo sicológico. Cuando, a las nueve de la noche, llegamos a la terminal, aún no podía explicarme la locura de mi amigo. Contraté una camioneta para llevar el féretro a casa de Filiberto, y después de allí ordenar el entierro.

Antes de que pudiera introducir la llave en la cerradura, la puerta se abrió. Apareció un indio amarillo, en bata de casa, con bufanda. Su aspecto no podía ser más repulsivo; despedía un olor a loción barata, quería cubrir las arrugas con la cara polveada; tenía la boca embarrada de lápiz labial mal aplicado, y el pelo daba la impresión de estar teñido.

-Perdone... no sabía que Filiberto hubiera...

-No importa; lo sé todo. Dígale a los hombres que lleven el cadáver al sótano.

FIN

1. Deidad azteca de la lluvia.
2. Filiberto no explica en qué lengua se entendía con el Chac Mool.

 Carlos Fuentes


Biblioteca Digital Ciudad Seva

domingo, 30 de dezembro de 2018


Luz Selene Garcia Nuñez 
            
Ya se acerca, no necesito mirar el reloj,
ni mirar al cielo para saber
que la noche se acerca.
El crepúsculo, ese hermoso momento
en que el cielo asemeja un incendio,
cuando el declive del sol en el horizonte
hace que los tonos rojos y anaranjados
predominen en el firmamento.
Como una gran explosión de color y pasión
antes de la definitiva llegada de la noche,
sólo unos instantes antes de que la luna
ejerza toda su influencia sobre mí.

Me encanta la noche, la luna y su influjo,
las estrellas como pequeños diamantes
colgados de la nada, como infinitos deseos
y sueños de los amantes.
Se acerca la hora de los sueños.
Esa hora mágica en que me dejo llevar por mis
pensamientos y ellos me llevan de nuevo a tu lado.
Ese momento en que estamos juntos de nuevo.
Ese instante en el que tus besos, tu olor y tu presencia
se hacen tan reales


               
               


A burrice no poder


"A austeridade, para quem não tenha notado, não funciona. Como diz Stiglitz, nunca funcionou. Por uma razão simples: o capitalismo, para se expandir, precisa de produtores, mas também de consumidores. No centro do raciocínio, está a ilusão de que não temos recursos suficientes para incluir os pobres. As políticas sociais e um salário mínimo decente não caberiam na economia, no orçamento, ou na Constituição, segundo os políticos. Façam um cálculo simples: o Brasil produz 6,3 trilhões de reais de bens e serviços, o montante do nosso PIB. Isso dividido por 208 milhões de habitantes nos dá um per capita de 30 mil reais ao ano, ou seja, 10 mil reais por mês por família de 4 pessoas. Isso está longe das ambições de consumo da nossa classe média alta, mas assegura, para o comum dos mortais, o suficiente para uma vida digna e confortável. Nosso problema não é falta de recursos, e sim a burrice na sua distribuição. Na fase do lulismo, a economia cresceu, sendo que a renda dos mais pobres e das regiões mais pobres cresceu mais do que a renda dos mais ricos: todos ganharam, os pobres de maneira mais acelerada, reduzindo a desigualdade. A ascensão dos pobres gerou nos ricos a reação esperada: a mesma que tiveram com Getúlio e com Jango, agora repetida com Dilma e com Lula. Reconhecer que funciona o que sempre denunciaram seria penoso demais. A burrice é muito teimosa. Portugal tem uma experiência simpática: mandou a austeridade às favas, e está indo de vento em popa. Com uma lei absurda de teto de gastos, nós institucionalizamos o aprofundamento da desigualdade. Já se notou que a austeridade recomendada é a dos pobres que têm pouco, e não a dos ricos que têm muito e ainda esbanjam?"


Ladislau Dowbor

22 de dezembro de 2018

(via Wilson Sasso)

sábado, 29 de dezembro de 2018


Descobri em data recente que existe no Brasil uma indústria muito lucrativa: Corrupção S/A. Nela a operações consistem em fingir o combate à corrupção. Só que os atos se restringem aos não sócios corporativos. Os acionistas se encontram em todos os setores do Estado e da Sociedade. Quando " o outro lado" comete deslizes, toda a companhia berra, exige punição exemplar, etc. Mas se é alguém interna corporis reina o silêncio cúmplice. A mesma indústria garante ministérios, cargos outros, verbas. E ademais prisão para os adversários. Recomenda-se ao novo ministro Guedes observar o funcionamento da tal empresa , aplaudida por juízes, promotores e tantos outros camaleões da vida pública . Corrupção S/A : uma forma de ascender social, econômica e politicamente no pobre Brasil . 

Roberto Romano



Os dias que se seguirão serão cáusticos, um caos de cadáver insepulto. A sensação que tenho é de estar num sem-tempo, num antifuturo. Contrariamente olho a minha volta café, signos pelas paredes do quarto, pilha de livros no criado-mudo, perfumes sobre a cômoda, colares pendurados na porta do armário, chapéus e travesseiros. Uma desconformidade, um incômodo desajuste entre luta-conquista-retrocesso, entre luta-liberdade-incerteza. Que tempo é esse que não se cabe nele, em que o quando é - onde?



Rita Alves


Paulo Ferraz

Em 27 de dezembro de 1938, provavelmente, morria Óssip Mandelstam, a caminho de um campo de trabalhos forçados. Segue aqui o famoso poema que está na raiz de sua desgraça, numa tradução que fiz há algum tempo (as imagens abaixo imagino que ilustrem bem o que ele passou nas mãos do Stalin):

&
Sem sentir o país sob os pés, vivemos,
Nossa fala é contida e sem extremos.
Mas onde quer que se cochiche apenas
O montês do Kremlin entrará em cena.
Seus dedos são grossas e gordas larvas
Mas certas, feito o aço, são suas palavras.
O bigode é uma risonha barata
Enquanto o brilho da bota arrebata.

Em meio a uma horda de pescoços finos,
Negaceia com favores aos cretinos.
Quem assobia, quem mia, quem choraminga,
Ele escolhe, balbucia e deixa à míngua.
Como ferraduras faz seus decretos,
Vai na virilha, no olho, no esqueleto,
Lembra execução, mas é uma festa
Que alegra seu largo busto de osseta.

Novembro, 1933




Isaura Accioli__________ O mesmo para a ditadura militar.

Claudio Daniel__________Convém situar o episódio no momento histórico: guerra civil no campo, entre as milícias de fazendeiros ricos e os comunistas, apoiados pelo Exército Vermelho; sabotagens nas fábricas, fomentadas pela oposição, cerco externo do imperialismo, e em seguida agressão nazista. Stalin teve de enfrentar a oposição interna, trotsquista e czarista, e preparar-se para a guerra externa. Óbvio que nesse contexto os opositores, poetas ou não, arcaram com a consequência de seus atos. O pulso firme de Stalin manteve o socialismo na URSS.

Раз Руха ______________a guerra civil terminou muito antes disto. o período é de coletivização forçada, camponeses exterminados em milhares; industrialização da urss por meio de uso de força de trabalho escrava = pres@s dos gulags. veja que hoje em dia, ao contrário do período soviético, é possível ter acesso às fontes históricas, à própria documentação da kgb que foi traduzida para as línguas como inglês ou francês etc. existem publicações que tratam do assunto. hoje em dia, defender o stalinismo ou é extrema ignorância, desconhecimento de fatos históricos, ou apologia aos genocídios. uma pena

Cândido Rolim__________ Stalin foi um traidor. A morte de Trotsky diz tudo

Claudio Daniel__________ Confira a outra versão, não-trotsquista, dos acontecimentos na URSS nas obras de Domenico Losurdo e Ludo Martens.

Paulo Ferraz ____________Há episódios no governo do Stalin que a própria URSS reconheceu que os limites do razoável foram ultrapassados. Não há como negar que o socialismo foi preservado, mas a que preço? Não se trata apenas do Trotsky mas praticamente todos os bolcheviques e outras tantas autoridades que pudessem de algum modo comprometer não o país mas o governo do Stalin (e aí se inclui os milhares de mortos na Ucrânia pela grande fome dos anos 30, deportações de comunidades/minorias étnicas inteiras). Minha impressão é a de que no final dos anos 30 a URSS estava fragilizada, tendo que pactar com a Alemanha e assim evitar uma derrocada. Óbvio que depois de 42 isso muda, e de algum modo devemos a paz depois de 45 ao exército vermelho. Sei lá, minha impressão é a de que um estado persecutório (e de persecutório a inquisitorial) nunca é uma boa solução.

Iuri Pereira____________ E nunca é.

Iuri Pereira _____________Você leu, claro, né Paulo?, mas vale lembrar aquele ótimo A geração que esbanjou seus poetas, do Jakobson.

Paulo Ferraz____________ Sim, Iuri, sim, é uma reflexão essencial sobre o tema, a burocracia estatal, o absurdo das perseguições, a visão tacanha do jdanovismo fez pouco caso de uma das mais importantes literaturas (e arte como um todo, né, pintores, músicos acusados de "formalistas", inimigos do povo) do século XX, nada que veio depois, com exceção de um Bulgakov, se aproxima dessa geração dos anos 10 e 20.

Paulo Ferraz ____________Conhece essa música do Shostakovitch, Iuri? É uma sátira à arte oficial da URSS

Claudio Daniel___________Sim, morreram milhares de fazendeiros ricos e suas milícias fascistas na Ucrânia. Hoje, eles estão no poder e fizeram na Ucrânia um regime neonazista.
 Revolução sem guerra civil e sem mortes não existe.

Paulo Ferraz ____________Talvez aí tenhamos que categorizar até quando vai a guerra civil e o que são fazendeiros ricos. No caso da guerra civil, em meados dos anos 20 os brancos já haviam sido vencidos, na década de 30 o processo de expurgo é dentro do próprio partido; em relação aos ucranianos, bem, fala-se em milhões de mortos, e não creio que fosse todos kulaks. No caso do Mandelstam, que sobre quem o post se referia, ele foi perseguido em razão de um poema, humilhado, torturado física e psicologicamente, foi obrigado a fazer uma ode ao Stalin para se retratar, enfim, até não suportar e morrer. Um poema, apenas um poema. E sabemos que há outros como Babel que tiveram o mesmo fim, ou o Maiakovski ou a Tzvetáieva que não suportaram ver no que seu sonho de comunismo estava se transformando. Mas enfim, debater é bom, já que podemos expor no que acreditamos.

Rubervam Du Nascimento ________Excelente tradução caro Paulo Ferraz. Importante a sua lembrança.Um poema de nossos dias. Um poema necessário para "não esquecer" que tempos piores virão. Veja a parafernália bélica q estão preparando para a posse do cara. Demonstração de força para meter medo na população tupiniquim. De quem não é idiota igual a Elles. Trata-se de uma claro aviso a qualquer tipo de resistência às atrapalhadas do "coiso", que serão muitas, não tenhamos dúvidas. Uma verdadeira merda seô, essa em q nos metemos. É triste! Como disse o Tarso, em 2019 não podemos nos dispersar.

Hilda Freitas Caramba__________ como a censura e a tortura a mordaça se emaranham



sexta-feira, 28 de dezembro de 2018

El hada triste (Ozna)




Erase una vez , una hada triste, vivía en el mundo de los hielos eternos y no le gustaba, Sabía que existían lugares donde el sol brillaba cada día y donde las flores tenían los colores del arco iris.
Su corazón las añoraba a pesar de nunca haberlas visto , añoraba el calor y el color , añoraba sentir la hierba bajo sus pies descalzos, el vuelo brillante de las mariposas .
Se sentía tan infeliz que no podía pensar en otra cosa y ni siquiera salía a ver sus dominios.
Una noche en la que aún el hada no dormía , un resplandor especial apareció en el cielo , al principio era solo una pequeña mancha luminosa, que creció y creció , pronto todo el espacio se lleno de color, verdes y violetas, azules , amarillos y rojos ,se entremezclaban armoniosamente y su luz arrancaba destellos del suelo helado como de un espejo.El hada miro al cielo y vio estrellas fugaces y luceros ardiendo ,estelas de colores y nubes transparentes.
Por primera vez en mucho tiempo ,el hada se sintió feliz y entendió que aquel era su lugar ,que cada rincón del mundo contiene sorpresas maravillosas ,que le gustaba la aurora boreal y el cielo estrellado de su país de hielo
Comprendió que muchas hadas jamás verían la belleza de la que ella ahora era testigo .
Ya no sentía tristeza por no conocer el color de las flores ,ahora sabía que las estrellas fugaces son como mariposas celestes y que los cometas se llevan lejos las añoranzas de las hadas tristes.

Julia Rubiera


Bellas miradas (ozna)


Julia Rubiera

Bellas miradas que enamoran
bellas miradas que acarician
bellas miradas que dotan
a los versos de palabras
que a nuestros sueños
les concede alas
Bellas miradas que gritan
lo que nuestro silencio guarda
Bellas miradas que dan voz
a nuestra alma
De una mirada nace el amor
con la mirado besamos el corazón
acariciamos el alma
Con una mirada abonamos la tierra
de ilusión, amor y esperanza.

               

Un bello ruiseñor (Ozna)


Julia Rubiera     


En un bosque frondoso
se encontraba un bello ruiseñor
llorando por haber perdido su cante
y de pena fenecería su amada en el nido
al no escuchar sus dulces trinos

¡¡¡ hada del amor ¡¡¡
¡¡¡ apiádate de mi sufrir¡¡¡
¡¡¡ devuélveme mi melodioso trinar¡¡¡
¡¡¡ no permitas que mi amor se muera¡¡¡
¡¡¡ que mi trino es para mi amada
el más bello de los versos¡¡¡ .

La luna y las flores
enamoradas del amor
su llanto convirtieron en viento
los luceros le abrazan
concediéndole su deseo
convirtiendo lo hermoso
en eterno

Se vuelve a escuchar en el bosque
al dulce enamorado ruiseñor
regalando a su amada
su bella y dulce canción
firmando con un beso
su amor eterno .


domingo, 23 de dezembro de 2018


Cada vez que decifro uma dessas anotações,
admiro-me que um vestígio há muito desaparecido
no ar ou na água permaneça visível aqui no papel.
Naquela manhã, quando fechei cuidadosamente a capa
marmórea do diário de bordo, ponderando a
misteriosa sobrevivência da palavra escrita (...)

W. G. Sebald

quinta-feira, 6 de dezembro de 2018


Escreve-se por excesso ou por lacuna. No primeiro caso, a vida extrapola a vida e é necessário pôr este plus no papel. A vida transborda e este transbordamento vira literatura. É o caso de Rimbaud, de Pagu e Oswald, dos beats... No segundo, escreve-se porque "a vida só não basta", como disse Pessoa. Nesse caso, escreve-se para se criar outros mundos ou para suprir este mundo das coisas que faltam. O melhor exemplo é o próprio Pessoa. Mas todos os românticos e os simbolistas, e boa parte dos modernos, podem ser colocados aí. A vida é pouca, é insuficiente, e se escreve para preencher esta falta, este vazio. Mas tanto num caso como no outro não há coincidência entre vida e literatura. Sempre há uma assimetria, uma não-identidade. Superávit ou déficit. A literatura nasce dessa incontornável dissonância.

Otto Leopoldo Winck

Há de chegar este dia


Na perspectiva da história de longa duração já fomos dominados por tropas de ocupação internas com forças externas algumas vezes. Somos o que somos em termos de Estado, sociedade e território com estes acontecimentos dramáticos, que sempre provocaram nossas reações e grandes saltos de qualidade e quantidade na nossa organização política. Citaria a conquista e ocupação islâmica, árabe e berbere, muito importante, provocando a Reconquista (800-1200) e a formação do primeiro Estado Medieval, o território do Ocidente Ibérico foi o primeiro espaço pós-islâmico e o protótipo de um novo Estado Etnonacional Europeu, Ibérico e Português. Outra ocupação foi a derrota em Alcácer-Quibir e a entrega de 1580, com as posteriores Guerras Holandesas e Espanholas, muito decisivas, nos séculos 17, a conquista do imenso território do Estado do Brasil reconhecido pelo Tratado de Madri, somente em 1750. Outro episódio foram as Guerras Napoleônicas, uma grande onda, a transferência da capital e da monarquia para o Rio de Janeiro, a subsequente Independência depois do lamentável fracasso do Reino Unido. Em todas as ocorrências tivemos chefes políticos e militares com apoio popular para lutas e confrontos longos, desgastantes, incorporando muito dos que nos derrotaram antes e finalmente sendo vitoriosos na derrota dos ocupantes externos e internos, mas vitórias provisórias e com ciclos de novas dependências, que somente serão quebrados com uma verdadeira libertação e emancipação, o que ainda não ocorreu. Darcy Ribeiro nos interpretava como uma "Nova Roma", saqueamos e pilhamos ameríndios, fomos o maior importador e sequestrador de seres humanos da África e somente quando os ex-escravos e seus descendentes assumirem a luta pela liberdade, igualdade e fraternidade nos tornaremos a Grande Nação, com plenos direitos humanos, sociais, políticos, educacionais, culturais e ambientais a que estamos destinados pela nossa grande e longa história no mundo. Há de chegar este dia.
Ricardo Costa de Oliveira

sábado, 24 de novembro de 2018


Na primeira fase da campanha eleitoral, o Paulo Guedes disse que privatizaria todas as estatais. Logo em seguida, depois das pesquisas apontarem que a defesa das privatizações não agradava a maioria do eleitorado, o Bolsonaro foi à publico desmentir e dizer que não privatizaria empresas públicas como o BB e a Caixa, por serem estratégicas. Foi o bastante para uma parte significativa dos funcionários destes bancos, contaminados pelo antipetismo, se alvoroçassem para defender o candidato do PSL. Nas redes sociais, as matérias publicadas pelos sindicatos alertando sobre o plano do Bolsonaro para o BB e a Caixa foram hostilizadas por empregados eleitores do Bolsonaro, que diziam: "mentira, ele não vai privatizar, já afirmou isso". Tolos. Agora, antes mesmo da posse, a verdade vem à tona: "A orientação é eficiência, enxugamento e privatizar o que for possível", disse o Rubem Novaes, futuro presidente do BB, após reunião com a equipe de transição. "Privatizar o que for possível" significa, na prática, vender o "filé mignon" das empresas. Esse é o plano das corporações que atuaram nos bastidores e agora assumirão o comando do futuro governo. Inclusive, será uma continuidade do governo Temer, como os acordos e nomeações deixam evidente. O Bolsonaro? Continuará sendo a caricatura para animar uma plateia de patetas. Os funcionários do BB e da Caixa? Serão tão descartáveis quanto os de todas as empresas privatizadas. Nós avisamos. Agora, espero que entendam o que está no horizonte e se posicionem corretamente ao lado dos sindicatos na defesa dos bancos, porque, do contrário, continuarão como coveiros de seu próprio futuro.


Do André Machado

quarta-feira, 14 de novembro de 2018

NEGROS DO SUL, AQUI TAMBÉM TEM


Afro-Cena Cultura 


O racismo é um fato, em diferentes setores, camadas sociais, Estado ou Pais. Somos vitimas. Mas muitas vezes nos tornamos consequência dos nossos proprios atos. Pois agimas como racistas, sem perceber e mesmo assim afirmamos que não somos. Uma pessoa nos critica por usar black power, ou as cores da Africa do Sul ou da Jamaica. Dizem serem corres berrantes, chamativas. E quando menos percebemos la estamos nós criticando um irmão, da mesma forma, que fomos criticados, pelo fato desse irmão ter mais melaninas, o tom de pele de ser mais escuro. A partir de que tom, eu posso passar a usar a cor de roupa que eu quiser? A partir de que tom eu tenho mais direito ou menos direito? Infelizmente vivemos num pais que precisa de leis, para ditar direitos aos seus cidadãos. O que é uma vergonha em pleno século XXI! Precisamos de cotas, estatutos, lei 10639, para sanar um sangramento lastimavel. Uma ferida que ja dura séculos! Quem gosta de sentir dor? Quem gosta de não ter direitos? Quem gosta de não ter oportunidades? Você é racista? Você ja foi vitima de racismo? Qual sua opinião a respeito do racismo? Você tem medo de dar sua opinião a respeito? Vocês sabem a historia dos LANCEIROS NEGROS? O que vocês tem a dizer sobre esse fato? Como diz o comercial... A vida é feito de perguntas? Mas toda pergunta tem sua resposta! Instigue-se! Fiquem indignados! solte a voz! Baseado nessas perguntas nós da Afro-Cena lançamos em fevereiro de 2011 o curta 'UM SORRISO NEGRO' ele narra a historia de um garotinho de oito anos que não quer ser negro, porque não vê sua historia ser contada na escola. Apenas vê negros sendo surrados nas paginas dos livros. Histórias de negras que eram estupradas pelos seus senhores. Submissão. Conivencia. O curta tem 14 minutos. É um curta de muitas perguntas! As respostas estarão na sua consciência! Não contentes apenas com o curta, precisavamos de um enredo para integrar o curta ainda mais com a realidade dos dias atuais. Então idealizamos a peça 'UM SORRISO NEGRO'. Onde apresentamos a historia de um homem, um rico empresario, que por seguir as regras ditadas pelo sistema em que vivemos, acaba se distanciando da sua propria realidade, da sua propria identidade. Tornando-se um negro racista, indiferente ao seu proprio eu, sua familia e os sonhos de seu filho um estudante de cênicas e ativista do movimento negro! Até que chega o momento que esse pai é tocado, quando ele se ve diante da sua propria hitória.

UM SORRISO NEGRO

16 de setembro de 2011 

SABEM DO QUE SÃO FEITOS OS DIREITOS, MEUS JOVENS?_




Sentem o seu cheiro?
Os direitos são feitos de suor, de sangue, de carne humana apodrecida nos campos de batalha, queimada em fogueiras!
Quando abro a Constituição no artigo quinto, além dos signos, dos enunciados vertidos em linguagem jurídica, sinto cheiro de sangue velho!
Vejo cabeças rolando de guilhotinas, jovens mutilados, mulheres ardendo nas chamas das fogueiras! Ouço o grito enlouquecido dos empalados.
Deparo-me com crianças famintas, enrijecidas por invernos rigorosos, falecidas às portas das fábricas com os estômagos vazios!
Sufoco-me nas chaminés dos Campos de concentração, expelindo cinzas humanas!
Vejo africanos convulsionando nos porões dos navios negreiros.
Ouço o gemido das mulheres indígenas violentadas.
Os direitos são feitos de fluido vital!
Pra se fazer o direito mais elementar, a liberdade,
gastou-se séculos e milhares de vidas foram tragadas, foram moídas na máquina de se fazer direitos, a revolução!
Tu achavas que os direitos foram feitos pelos janotas que têm assento nos parlamentos e tribunais?
Engana-te! O direito é feito com a carne do povo!
Quando se revoga um direito, desperdiça-se milhares de vidas ...
Os governantes que usurpam direitos, como abutres, alimentam-se dos restos mortais de todos aqueles que morreram para se converterem em direitos!
Quando se concretiza um direito, meus jovens, eterniza-se essas milhares vidas!
Quando concretizamos direitos, damos um sentido à tragédia humana e à nossa própria existência!
O direito e a arte são as únicas evidências de que a odisseia terrena teve algum significado!

_(Raquel Domingues do Amaral, Juíza Federal)_

quinta-feira, 8 de novembro de 2018

La mañana verde




Cuando el sol se puso, el hombre se acuclilló junto al sendero y preparó una cena frugal y escuchó el crepitar de las llamas mientras se llevaba la comida a la boca y masticaba con aire pensativo. Había sido un día no muy distinto de otros treinta, con muchos hoyos cuidadosamente cavados en las horas del alba, semillas echadas en los hoyos, y agua traída de los brillantes canales. Ahora, con un cansancio de hierro en el cuerpo delgado, yacía de espaldas y observaba cómo el color del cielo pasaba de una oscuridad a otra.
Se llamaba Benjamín Driscoll, tenía treinta y un años, y quería que Marte creciera verde y alto con árboles y follajes, produciendo aire, mucho aire, aire que aumentaría en cada temporada. Los árboles refrescarían las ciudades abrasadas por el verano, los árboles pararían los vientos del invierno. Un árbol podía hacer muchas cosas: dar color, dar sombra, fruta o convertirse en paraíso para los niños; un universo aéreo de escalas y columpios, una arquitectura de alimento y de placer, eso era un árbol. Pero los árboles, ante todo, destilaban un aire helado para los pulmones y un gentil susurro para los oídos, cuando uno está acostado de noche en lechos de nieve y el sonido invita dulcemente a dormir.

Benjamín Driscoll escuchaba cómo la tierra oscura se recogía en sí misma, en espera del sol y las lluvias que aún no habían llegado. Acercaba la oreja al suelo y escuchaba a lo lejos las pisadas de los años e imaginaba los verdes brotes de las semillas sembradas ese día; los brotes buscaban apoyo en el cielo, y echaban rama tras rama hasta que Marte era un bosque vespertino, un huerto brillante.

En las primeras horas de la mañana, cuando el pálido sol se elevase débilmente entre las apretadas colinas, Benjamín Driscoll se levantaría y acabaría en unos pocos minutos con un desayuno ahumado, aplastaría las cenizas de la hoguera y empezaría a trabajar con los sacos a la espalda, probando, cavando, sembrando semillas y bulbos, apisonando levemente la tierra, regando, siguiendo adelante, silbando, mirando el cielo claro cada vez más brillante a medida que pasaba la mañana.

-Necesitas aire -le dijo al fuego nocturno.

El fuego era un rubicundo y vivaz compañero que respondía con un chasquido, y en la noche helada dormía allí cerca, entornando los ojos, sonrosados, soñolientos y tibios.

-Todos necesitamos aire. Hay aire enrarecido aquí en Marte. Se cansa uno tan pronto... Es como vivir en la cima de los Andes. Uno aspira y no consigue nada. No satisface.

Se palpó la caja del tórax. En treinta días, cómo había crecido. Para que entrara más aire había que desarrollar los pulmones o plantar más árboles.

-Para eso estoy aquí -se dijo. El fuego le respondió con un chasquido-. En las escuelas nos contaban la historia de Juanito Semillasdemanzana, que anduvo por Estados Unidos plantando semillas de manzanos. Bueno, pues yo hago más. Yo planto robles, olmos, arces y toda clase de árboles; álamos, cedros y castaños. No pienso sólo en alimentar el estómago con fruta, fabrico aire para los pulmones. Cuando estos árboles crezcan algunos de estos años, ¡cuánto oxígeno darán!

Recordó su llegada a Marte. Como otros mil paseó los ojos por la apacible mañana y se dijo:

-¿Qué haré yo en este mundo? ¿Habrá trabajo para mí?

Luego se había desmayado.

Volvió en sí, tosiendo. Alguien le apretaba contra la nariz un frasco de amoníaco.

-Se sentirá bien en seguida -dijo el médico.

-¿Qué me ha pasado?

-El aire enrarecido. Algunos no pueden adaptarse. Me parece que tendrá que volver a la Tierra.

-¡No!

Se sentó y casi inmediatamente se le oscurecieron los ojos y Marte giró dos veces debajo de él. Respiró con fuerza y obligó a los pulmones a que bebieran en el profundo vacío.

-Ya me estoy acostumbrando. ¡Tengo que quedarme!

Lo dejaron allí, acostado, boqueando horriblemente, como un pez. «Aire, aire, aire -pensaba-. Me mandan de vuelta a causa del aire.» Y volvió la cabeza hacia los campos y colinas marcianos, y cuando se le aclararon los ojos vio en seguida que no había árboles, ningún árbol, ni cerca ni lejos. Era una tierra desnuda, negra, desolada, sin ni siquiera hierbas. Aire, pensó, mientras una sustancia enrarecida le silbaba en la nariz. Aire, aire. Y en la cima de las colinas, en la sombra de las laderas y aun a orillas de los arroyos, ni un árbol, ni una solitaria brizna de hierba. ¡Por supuesto! Sintió que la respuesta no le venía del cerebro, sino de los pulmones y la garganta. Y el pensamiento fue como una repentina ráfaga de oxígeno puro, y lo puso de pie. Hierba y árboles. Se miró las manos, el dorso, las palmas. Sembraría hierba y árboles. Ésa sería su tarea, luchar contra la cosa que le impedía quedarse en Marte. Libraría una privada guerra hortícola contra Marte. Ahí estaba el viejo suelo, y las plantas que habían crecido en él eran tan antiguas que al fin habían desaparecido. Pero ¿y si trajera nuevas especies? Árboles terrestres, grandes mimosas, sauces llorones, magnolias, majestuosos eucaliptos. ¿Qué ocurriría entonces? Quién sabe qué riqueza mineral no ocultaba el suelo, y que no asomaba a la superficie porque los helechos, las flores, los arbustos y los árboles viejos habían muerto de cansancio.

-¡Permítanme levantarme! -gritó-. ¡Quiero ver al coordinador!

Habló con el coordinador de cosas que crecían y eran verdes, toda una mañana. Pasarían meses, o años, antes de que se organizasen las plantaciones. Hasta ahora, los alimentos se traían congelados desde la Tierra, en carámbanos volantes, y unos pocos jardines públicos verdeaban en instalaciones hidropónicas.

-Entretanto, ésta será su tarea -dijo el coordinador-. Le entregaremos todas nuestras semillas; no son muchas. No sobra espacio en los cohetes por ahora. Además, estas primeras ciudades son colectividades mineras, y me temo que sus plantaciones no contarán con muchas simpatías.

-¿Pero me dejarán trabajar?

Lo dejaron. En una simple motocicleta, con la caja llena de semillas y retoños, llegó a este valle solitario, y echó pie a tierra.

Eso había ocurrido hacía treinta días, y nunca había mirado atrás. Mirar atrás hubiera sido descorazonarse para siempre. El tiempo era excesivamente seco, parecía poco probable que las semillas hubiesen germinado. Quizá toda su campaña, esas cuatro semanas en que había cavado encorvado sobre la tierra, estaba perdida. Clavaba los ojos adelante, avanzando poco a poco por el inmenso valle soleado, alejándose de la primera ciudad, aguardando la llegada de las lluvias.

Mientras se cubría los hombros con la manta, vio que las nubes se acumulaban sobre las montañas secas. Todo en Marte era tan imprevisible como el curso del tiempo. Sintió alrededor las calcinadas colinas, que la escarcha de la noche iban empapando, y pensó en la tierra del valle, negra como la tinta, tan negra y lustrosa que parecía arrastrarse y vivir en el hueco de la mano, una tierra fecunda en donde podrían brotar unas habas de larguísimos tallos, de donde caerían quizás unos gigantes de voz enorme, dándose unos golpes que le sacudirían los huesos.

El fuego tembló sobre las cenizas soñolientas. El distante rodar de un carro estremeció el aire tranquilo. Un trueno. Y en seguida un olor a agua.

«Esta noche -pensó. Y extendió la mano para sentir la lluvia-. Esta noche.»

Lo despertó un golpe muy leve en la frente.

El agua le corrió por la nariz hasta los labios. Una gota le cayó en un ojo, nublándolo. Otra le estalló en la barbilla.

La lluvia.

Fresca, dulce y tranquila, caía desde lo alto del cielo como un elíxir mágico que sabía a encantamientos, estrellas y aire, arrastraba un polvo de especias, y se le movía en la lengua como raro jerez liviano.

Se incorporó. Dejó caer la manta y la camisa azul. La lluvia arreciaba en gotas más sólidas. Un animal invisible danzó sobre el fuego y lo pisoteó hasta convertirlo en un humo airado. Caía la lluvia. La gran tapa negra del cielo se dividió en seis trozos de azul pulverizado, como un agrietado y maravilloso esmalte, y se precipitó a tierra. Diez mil millones de diamantes titubearon un momento y la descarga eléctrica se adelantó a fotografiarlos. Luego oscuridad y agua.

Calado hasta los huesos, Benjamín Driscoll se reía y se reía mientras el agua le golpeaba los párpados. Aplaudió, y se incorporó, y dio una vuelta por el pequeño campamento, y era la una de la mañana.

Llovió sin cesar durante dos horas. Luego aparecieron las estrellas, recién lavadas y más brillantes que nunca.

El señor Benjamín Driscoll sacó una muda de ropa de una bolsa de celofán, se cambió, y se durmió con una sonrisa en los labios.

El sol asomó lentamente entre las colinas. Se extendió pacíficamente sobre la tierra y despertó al señor Driscoll.

No se levantó en seguida. Había esperado ese momento durante todo un interminable y caluroso mes de trabajo, y ahora al fin se incorporó y miró hacia atrás.

Era una mañana verde.

Los árboles se erguían contra el cielo, uno tras otro, hasta el horizonte. No un árbol, ni dos, ni una docena, sino todos los que había plantado en semillas y retoños. Y no árboles pequeños, no, ni brotes tiernos, sino árboles grandes, enormes y altos como diez hombres, verdes y verdes, vigorosos y redondos y macizos, árboles de resplandecientes hojas metálicas, árboles susurrantes, árboles alineados sobre las colinas, limoneros, tilos, pinos, mimosas, robles, olmos, álamos, cerezos, arces, fresnos, manzanos, naranjos, eucaliptos, estimulados por la lluvia tumultuosa, alimentados por el suelo mágico y extraño, árboles que ante sus propios ojos echaban nuevas ramas, nuevos brotes.

-¡Imposible! -exclamó el señor Driscoll.

Pero el valle y la mañana eran verdes.

¿Y el aire?

De todas partes, como una corriente móvil, como un río de las montañas, llegaba el aire nuevo, el oxígeno que brotaba de los árboles verdes. Se podía ver brillando en las alturas, en oleadas de cristal. El oxígeno, fresco, puro y verde, el oxígeno frío que transformaba el valle en un delta frondoso. Un instante después las puertas de las casas se abrirían de par en par y la gente se precipitaría en el milagro nuevo del oxígeno, aspirándolo en bocanadas, con mejillas rojas, narices frías, pulmones revividos, corazones agitados, y cuerpos rendidos animados ahora en pasos de baile.

Benjamín Driscoll aspiró profundamente una bocanada de aire verde y húmedo, y se desmayó.

Antes de que despertara de nuevo, otros cinco mil árboles habían subido hacia el sol amarillo.


Ray Bradbury


FIN

terça-feira, 9 de outubro de 2018

Pessoas com mestrado e doutorado votam preferencialmente no Haddad


Pessoas com mestrado e doutorado votam preferencialmente no Haddad porque estudam mais, conhecem mais, pesquisam mais e debatem mais. Esta categoria concentra extraordinariamente a maior proporção relativa de eleitores do Haddad dentre todas as faixas de escolaridade. Uma pesquisa sobre a escolaridade dos eleitores que não leve este fator em consideração não avaliará corretamente a relação entre níveis educacionais elevados e escolhas políticas progressistas. As opiniões das universidades, institutos de pesquisa e de educação, dos mais diversos grupos intelectuais, educacionais, culturais, científicos, tecnológicos e artísticos expressam claramente o tipo de sociedade, o tipo de candidato que querem e repudiam o que não querem. Nenhum projeto para o Brasil pode prescindir do apoio desse grupo tão estratégico para o progresso nacional. .
RCO

As questões sociais e culturais são fundamentais para entendermos a lógica dos votos


As questões sociais e culturais são fundamentais para entendermos a lógica dos votos. Lembro do choque cultural quando entrei pela primeira vez em uma mesquita islâmica durante uma viagem a Istambul. Também lembro da única vez em que eu entrei em uma igreja evangélica em um casamento de uma pessoa distante relacionada com a minha esposa. Para falar a verdade eu nunca assisti um programa do Ratinho por mais de um minuto e nem nenhum programa popular de violência e assuntos policias inteiro. Os meus canais de rádio e de mídias são diferentes dos radialistas, jornalistas e atores eleitos na lista dos mais votados. Surpreendo-me quando descubro cantores, artistas, atores, páginas, circuitos sociais e políticos na internet, nas redes sociais, com centenas de milhares de curtidas nas quais eu nem sabia que existiam. Há vídeos e clips de fake news no WhatsApp que eu quase não consigo enxergar e que tem gigantescas visualizações. Para entender a lógica cultural e política dos estranhos mais votados é preciso entender outros mundos e circuitos sociais completamente diferentes e distantes dos nossos. Da mesma maneira temos muitas pessoas que nunca tiveram a oportunidade de frequentar uma instituição educacional crítica e de qualidade na sua vida, que nunca entraram e ficaram mais do que cinco minutos em uma biblioteca ou livraria, que nunca leram livros completos com mais densidade e complexidade, enfim, vítimas de uma sociedade extremamente desigual, violenta e alienante para a grande maioria. Os pontos de contato devem passar pelas ameaças aos direitos ainda existentes nas questões do mundo do trabalho, na regulação, salário e nos direitos trabalhistas, na luta pela educação pública, gratuita e de qualidade, na luta pela saúde social e coletiva, na previdência e ter direitos de aposentadoria, ser contra as privatizações do que é social como agenda dos lucros privados dos mais ricos, a necessidade do debate sobre políticas sociais e tributárias para a distribuição de renda, saber que a verdadeira segurança é a social da cidadania, tudo de modo a alertar e conscientizar as pessoas mais simples e desinformadas sobre o grave desastre que os candidatos de extrema direita e os mais ricos trarão para a imensa maioria.
RCO

Não houve renovação política nenhuma e nem voto antissistema no Paraná


Não houve renovação política nenhuma e nem voto antissistema no Paraná. Políticos profissionais, muito experientes e com fortes esquemas estatais, fortes estruturas familiares e de nepotismo, foram eleitos após muitos anos de trajetórias e carreiras com as mesmas práticas oligárquicas, conservadoras e de extrativismo estatal tradicional. Apenas mais do mesmo e uma substituição, uma alteração entre famílias políticas no controle do estado e do governo. O mesmo vale para a continuidade de famílias incrustadas no Estado há décadas, na representação legislativa, no Senado, Câmara dos Deputados e Assembleia Legislativa. Muitos dos principais nomes eleitos, com as maiores votações, dependem fortemente de estruturas familiares na sua atuação e reprodução política.

RCO

Breve etnografia do voto no Colégio Estadual Júlia Wanderley


Breve etnografia do voto no Colégio Estadual Júlia Wanderley, no Batel, bairro de classes mais elevadas em Curitiba, na boca de certo eleitorado do Dragão da Maldade. Um dos poucos momentos na vida da maioria dessas pessoas em que entram em uma instituição de educação pública. Fotos da professora homenageada com o nome do Colégio na entrada. Friozinho. Muito poucas camisas amarelas dessa vez, uma grande diminuição das últimas vezes. Uma madame até levou o cachorrinho para a seção eleitoral. Vi um ex-governador, um vereador de direita e candidato a deputado me cumprimentou, se não me enganei. Poucos jovens mais informais e críticos, um broche de arco-íris, um lencinho vermelho, mas o destaque foi um jovem com uma camisa do Pink Floyd - The Wall ! Ganhou o prêmio de protesto musical da manhã por lá ! Vi apenas uma negra conduzindo uma criança branca na mão. O voto no coiso já é um voto muito envergonhado e esses eleitores não querem se associar no visual ao imenso estrago que pode vir daí. Eles tinham mais orgulho do Aécio, do Serra, do Alckimin nas eleições passadas e caíram na real ao os abandonarem, pena que agora mirem o abismo do fascismo. Vamos ver no segundo turno plebiscitário


RCO

São várias as polarizações.




Há um discurso da pós verdade, estratégico, fácil de implantar num país onde por uma geração escolar [de 64 a 83] se fez a desconstrução da crítica nas escolas.
Há o mesmo discurso, mas de parte do povo, que por falta de crítica, comprou o discurso importado e quer o fim da corrupção. Eles não estão errados nisso.
Uma outra parcela do povo que comprou o discurso importado é o que tem síndrome do sr. de engenho. Ou que, com a diminuição das diferenças sociais não se sentiram capazes de se diferenciar e tiveram crise de identidade. Ou aqueles que em busca de ascensão social foram humilhados na dialética patrão/empregado e querem o direito de se vingarem humilhando também, como um processo natural do sistema capitalista.
Há um segundo discurso que é o que vem com a memória histórica clara e que agrega pequenos burgueses e aqueles que se confrontam com uma realidade menos favorecida. Esse discurso é o que quer impedir que o processo iniciado em 64 culmine com a entrega dos recursos nacionais às empresas multinacionais.
Ao mesmo tempo, no processo histórico da politica, a maioria dos caciques brancos desta República das Bananas foram sempre muito vulgares que tornam-se comerciantes chinfrins de interesses. São os que regulamentam as transações dos lobbys que representam em troca de muito dinheiro.
Mas não há dialética quando, por conta duma ignorância mórbida, o sujeito acha que sabe tudo. Cujo saber ele, de tanta incerteza, não questiona.

Ricardo A. Pozzo

Safatle: "Há um golpe militar em marcha no Brasil hoje"


domingo, 7 de outubro de 2018

El cocodrilo




En una noche de otoño hacía calor húmedo y yo fui a una ciudad que me era casi desconocida; la poca luz de las calles estaba atenuada por la humedad y por algunas hojas de los árboles. Entré a un café que estaba cerca de una iglesia, me senté a una mesa del fondo y pensé en mi vida. Yo sabía aislar las horas de felicidad y encerrarme en ellas; primero robaba con los ojos cualquier cosa descuidada de la calle o del interior de las casas y después la llevaba a mi soledad. Gozaba tanto al repasarla que si la gente lo hubiera sabido me hubiera odiado. Tal vez no me quedara mucho tiempo de felicidad. Antes yo había cruzado por aquellas ciudades dando conciertos de piano; las horas de dicha habían sido escasas, pues vivía en la angustia de reunir gentes que quisieran aprobar la realización de un concierto; tenía que coordinarlos, influirlos mutuamente y tratar de encontrar algún hombre que fuera activo. Casi siempre eso era como luchar con borrachos lentos y distraídos: cuando lograba traer uno el otro se me iba. Además yo tenía que estudiar y escribirme artículos en los diarios.
Desde hacía algún tiempo ya no tenía esa preocupación: alcancé a entrar en una gran casa de medias para mujer. Había pensado que las medias eran más necesarias que los conciertos y que sería más fácil colocarlas. Un amigo mío le dijo al gerente que yo tenía muchas relaciones femeninas, porque era concertista de piano y había recorrido muchas ciudades: entonces, podría aprovechar la influencia de los conciertos para colocar medias.

El gerente había torcido el gesto; pero aceptó, no sólo por la influencia de mi amigo, sino porque yo había sacado el segundo premio en las leyendas de propaganda para esas medias. Su marca era "Ilusión". Y mi frase había sido: "¿Quién no acaricia, hoy, una media Ilusión?". Pero vender medias también me resultaba muy difícil y esperaba que de un momento a otro me llamaran de la casa central y me suprimieran el viático. Al principio yo había hecho un gran esfuerzo. (La venta de medias no tenía nada que ver con mis conciertos: y yo tenía que entendérmelas nada más que con los comerciantes). Cuando encontraba antiguos conocidos les decía que la representación de una gran casa comercial me permitía viajar con independencia y no obligar a mis amigos a patrocinar conciertos cuando no eran oportunos. Jamás habían sido oportunos mis conciertos. En esta misma ciudad me habían puesto pretextos poco comunes: el presidente del Club estaba de mal humor porque yo lo había hecho levantar de la mesa de juego y me dijo que habiendo muerto una persona que tenía muchos parientes, media ciudad estaba enlutada. Ahora yo les decía: estaré unos días para ver si surge naturalmente el deseo de un concierto; pero le producía mala impresión el hecho de que un concertista vendiera medias. Y en cuanto a colocar medias, todas las mañanas yo me animaba y todas las noches me desanimaba; era como vestirse y desnudarse. Me costaba renovar a cada instante cierta fuerza grosera necesaria para insistir ante comerciantes siempre apurados. Pero ahora me había resignado a esperar que me echaran y trataba de disfrutar mientras me duraba el viático.

De pronto me di cuenta que había entrado al café un ciego con un arpa; yo le había visto por la tarde. Decidí irme antes de perder la voluntad de disfrutar de la vida; pero al pasar cerca de él volví a verlo con un sombrero de alas mal dobladas y dando vuelta los ojos hacia el cielo mientras hacía el esfuerzo de tocar; algunas cuerdas del arpa estaban añadidas y la madera clara del instrumento y todo el hombre estaban cubiertos de una mugre que yo nunca había visto. Pensé en mí y sentí depresión.

Cuando encendí la luz en la pieza de mi hotel, vi mi cama de aquellos días. Estaba abierta y sus varillas niqueladas me hacían pensar en una loca joven que se entregaba a cualquiera. Después de acostado apagué la luz pero no podía dormir. Volví a encendería y la bombita se asomó debajo de la pantalla como el globo de un ojo bajo un párpado oscuro. La apagué en seguida y quise pensar en el negocio de las medias pero seguí viendo por un momento, en la oscuridad, la pantalla de luz. Se había convertido a un color claro; después, su forma, como si fuera el alma en pena de la pantalla, empezó a irse hacia un lado y a fundirse en lo oscuro. Todo eso ocurrió en el tiempo que tardaría un secante en absorber la tinta derramada.

Al otro día de mañana, después de vestirme y animarme, fui a ver si el ferrocarril de la noche me había traído malas noticias. No tuve carta ni telegrama. Decidí recorrer los negocios de una de las calles principales. En la punta de esa calle había una tienda. Al entrar me encontré en una habitación llena de trapos y chucherías hasta el techo. Sólo había un maniquí desnudo, de tela roja, que en vez de cabeza tenía una perilla negra. Golpeé las manos y en seguida todos los trapos se tragaron el ruido. Detrás del maniquí apareció una niña, como de diez años, que me dijo con mal modo:

-¿Qué quieres?

-¿Está el dueño?

-No hay dueño. La que manda es mi mamá.

-¿Ella no está?

-Fue a lo de doña Vicenta y viene en seguida.

Apareció un niño como de tres años. Se agarró de la pollera de la hermana y se quedaron un rato en fila, el maniquí, la niña y el niño. Yo dije:

-Voy a esperar.

La niña no contestó nada. Me senté en un cajón y empecé a jugar con el hermanito. Recordé que tenía un chocolatín de los que había comprado en el cine y lo saqué del bolsillo. Rápidamente se acercó el chiquilín y me lo quitó. Entonces yo me puse las manos en la cara y fingí llorar con sollozos. Tenía tapados los ojos y en la oscuridad que había en el hueco de mis manos abrí pequeñas rendijas y empecé a mirar al niño. Él me observaba inmóvil y yo cada vez lloraba más fuerte. Por fin él se decidió a ponerme el chocolatín en la rodilla. Entonces yo me reí y se lo di. Pero al mismo tiempo me di cuenta que yo tenía la cara mojada.

Salí de allí antes que viniera la dueña. Al pasar por una joyería me miré en un espejo y tenía los ojos secos. Después de almorzar estuve en el café; pero vi al ciego del arpa revolear los ojos hacia arriba y salí en seguida. Entonces fui a una plaza solitaria de un lugar despoblado y me senté en un banco que tenía enfrente un muro de enredaderas. Allí pensé en las lágrimas de la mañana. Estaba intrigado por el hecho de que me hubieran salido; y quise estar solo como si me escondiera para hacer andar un juguete que sin querer había hecho funcionar, hacía pocas horas. Tenía un poco de vergüenza ante mí mismo de ponerme a llorar sin tener pretexto, aunque fuera en broma, como lo había tenido en la mañana. Arrugué la nariz y los ojos, con un poco de timidez para ver si me salían las lágrimas; pero después pensé que no debería buscar el llanto como quien escurre un trapo; tendría que entregarme al hecho con más sinceridad; entonces me puse las manos en la cara. Aquella actitud tuvo algo de serio; me conmoví inesperadamente; sentí como cierta lástima de mí mismo y las lágrimas empezaron a salir. Hacía rato que yo estaba llorando cuando vi que de arriba del muro venían bajando dos piernas de mujer con medias "Ilusión" semibrillantes. Y en seguida noté una pollera verde que se confundía con la enredadera. Yo no había oído colocar la escalera. La mujer estaba en el último escalón y yo me sequé rápidamente las lágrimas; pero volví a poner la cabeza baja y como si estuviese pensativo. La mujer se acercó lentamente y se sentó a mi lado. Ella había bajado dándome la espalda y yo no sabía cómo era su cara. Por fin me dijo:

-¿Qué le pasa? Yo soy una persona en la que usted puede confiar...

Transcurrieron unos instantes. Yo fruncí el entrecejo como para esconderme y seguir esperando. Nunca había hecho ese gesto y me temblaban las cejas. Después hice un movimiento con la mano como para empezar a hablar y todavía no se me había ocurrido qué podría decirle. Ella tomó de nuevo la palabra:

-Hable, hable nomás. Yo he tenido hijos y sé lo que son penas.

Yo ya me había imaginado una cara para aquella mujer y aquella pollera verde. Pero cuando dijo lo de los hijos y las penas me imaginé otra. Al mismo tiempo dije:

-Es necesario que piense un poco.

Ella contestó:

-En estos asuntos, cuanto más se piensa es peor.

De pronto sentí caer, cerca de mí, un trapo mojado. Pero resultó ser una gran hoja de plátano cargada de humedad. Al poco rato ella volvió a preguntar:

-Dígame la verdad, ¿cómo es ella?

Al principio a mí me hizo gracia. Después me vino a la memoria una novia que yo había tenido. Cuando yo no la quería acompañar a caminar por la orilla de un arroyo -donde ella se había paseado con el padre cuando él vivía- esa novia mía lloraba silenciosamente. Entonces, aunque yo estaba aburrido de ir siempre por el mismo lado, condescendía. Y pensando en esto se me ocurrió decir a la mujer que ahora tenía al lado:

-Ella era una mujer que lloraba a menudo.

Esta mujer puso sus manos grandes y un poco coloradas encima de la pollera verde y se rió mientras me decía:

-Ustedes siempre creen en las lágrimas de las mujeres.

Yo pensé en las mías; me sentí un poco desconcertado, me levanté del banco y le dije:

-Creo que usted está equivocada. Pero igual le agradezco el consuelo.

Y me fui sin mirarla.

Al otro día, cuando ya estaba bastante adelantada la mañana, entré a una de las tiendas más importantes. El dueño extendió mis medias en el mostrador y las estuvo acariciando con sus dedos cuadrados un buen rato. Parecía que no oía mis palabras. Tenía las patillas canosas como si se hubiera dejado en ellas el jabón de afeitar. En esos instantes entraron varias mujeres; y él, antes de irse, me hizo señas de que no me compraría, con uno de aquellos dedos que habían acariciado las medías. Yo me quedé quieto y pensé en insistir; tal vez pudiera entrar en conversación con él, más tarde, cuando no hubiera gente; entonces le hablaría de un yugo que disuelto en agua le teñiría las patillas. La gente no se iba y yo tenía una impaciencia desacostumbrada; hubiera querido salir de aquella tienda, de aquella ciudad y de aquella vida. Pensé en mi país y en muchas cosas más. Y de pronto, cuando ya me estaba tranquilizando, tuve una idea: "¿Qué ocurriría si yo me pusiera a llorar aquí, delante de toda la gente?". Aquello me pareció muy violento; pero yo tenía deseos, desde hacía algún tiempo, de tantear el mundo con algún hecho desacostumbrado; además yo debía demostrarme a mí mismo que era capaz de una gran violencia. Y antes de arrepentirme me senté en una sillita que estaba recostada al mostrador; y rodeado de gente, me puse las manos en la cara y empecé a hacer ruido de sollozos. Casi simultáneamente una mujer soltó un grito y dijo: "Un hombre está llorando". Y después oí el alboroto y pedazos de conversación: "Nena, no te acerques"... "Puede haber recibido alguna mala noticia"... "Recién llegó el tren y la correspondencia no ha tenido tiempo"... "Puede haber recibido la noticia por telegrama"... Por entre los dedos vi una gorda que decía: "Hay que ver cómo está el mundo. ¡Si a mí no me vieran mis hijos, yo también lloraría!". Al principio yo estaba desesperado porque no me salían lágrimas; y hasta pensé que lo tomarían como una burla y me llevarían preso. Pero la angustia y la tremenda fuerza que hice me congestionaron y fueron posibles las primeras lágrimas. Sentí posarse en mi hombro una mano pesada y al oír la voz del dueño reconocí los dedos que habían acariciado las medias. Él decía:

-Pero compañero, un hombre tiene que tener más ánimo...

Entonces yo me levanté como por un resorte; saqué las dos manos de la cara, la tercera que tenía en el hombro, y dije con la cara todavía mojada:

-¡Pero si me va bien! ¡Y tengo mucho ánimo! Lo que pasa es que a veces me viene esto; es como un recuerdo...

A pesar de la expectativa y del silencio que hicieron para mis palabras, oí que una mujer decía:

-¡Ay! Llora por un recuerdo...

Después el dueño anunció:

-Señoras, ya pasó todo.

Yo me sonreía y me limpiaba la cara. En seguida se removió el montón de gente y apareció una mujer chiquita, con ojos de loca, que me dijo:

-Yo lo conozco a usted. Me parece que lo vi en otra parte y que usted estaba agitado.

Pensé que ella me habría visto en un concierto sacudiéndome en un final de programa; pero me callé la boca. Estalló conversación de todas las mujeres y algunas empezaron a irse. Se quedó conmigo la que me conocía. Y se me acercó otra que me dijo:

-Ya sé que usted vende medias. Casualmente yo y algunas amigas mías...

Intervino el dueño:

-No se preocupe, señora (y dirigiéndose a mí): Venga esta tarde.

-Me voy después del almuerzo. ¿Quiere dos docenas?

-No, con media docena...

-La casa no vende por menos de una...

Saqué la libreta de ventas y empecé a llenar la hoja del pedido escribiendo contra el vidrio de una puerta y sin acercarme al dueño. Me rodeaban mujeres conversando alto. Yo tenía miedo que el dueño se arrepintiera. Por fin firmó el pedido y yo salí entre las demás personas.

Pronto se supo que a mí me venía "aquello" que al principio era como un recuerdo. Yo lloré en otras tiendas y vendí más medias que de costumbre. Cuando ya había llorado en varias ciudades mis ventas eran como las de cualquier otro vendedor.

Una vez me llamaron de la casa central -yo ya había llorado por todo el norte de aquel país- esperaba turno para hablar con el gerente y oí desde la habitación próxima lo que decía otro corredor:

-Yo hago todo lo que puedo; ¡pero no me voy a poner a llorar para que me compren!

Y la voz enferma del gerente le respondió:

-Hay que hacer cualquier cosa; y también llorarles...

El corredor interrumpió:

-¡Pero a mí no me salen lágrimas!

Y después de un silencio, el gerente:

-¿Cómo, y quién le ha dicho?

-¡Sí! Hay uno que llora a chorros...

La voz enferma empezó a reírse con esfuerzo y haciendo intervalos de tos. Después oí chistidos y pasos que se alejaron.

Al rato me llamaron y me hicieron llorar ante el gerente, los jefes de sección y otros empleados. Al principio, cuando el gerente me hizo pasar y las cosas se aclararon, él se reía dolorosamente y le salían lágrimas. Me pidió, con muy buenas maneras, una demostración; y apenas accedí entraron unos cuantos empleados que estaban detrás de la puerta. Se hizo mucho alboroto y me pidieron que no llorara todavía. Detrás de una mampara, oí decir:

-Apúrate, que uno de los corredores va a llorar.

-¿Y por qué?

-¡Yo qué sé!

Yo estaba sentado al lado del gerente, en su gran escritorio; habían llamado a uno de los dueños, pero él no podía venir. Los muchachos no se callaban y uno había gritado: "Que piense en la mamita, así llora más pronto". Entonces yo le dije al gerente.

-Cuando ellos hagan silencio, lloraré yo.

Él, con su voz enferma, los amenazó y después de algunos instantes de relativo silencio yo miré por una ventana la copa de un árbol -estábamos en un primer piso- , me puse las manos en la cara y traté de llorar. Tenía cierto disgusto. Siempre que yo había llorado los demás ignoraban mis sentimientos; pero aquellas personas sabían que yo lloraría y eso me inhibía. Cuando por fin me salieron lágrimas saqué una mano de la cara para tomar el pañuelo y para que me vieran la cara mojada. Unos se reían y otros se quedaban serios; entonces yo sacudí la cara violentamente y se rieron todos. Pero en seguida hicieron silencio y empezaron a reírse. Yo me secaba las lágrimas mientras la voz enferma repetía: "Muy bien, muy bien". Tal vez todos estuvieron desilusionados. Y yo me sentía como una botella vacía y chorreada; quería reaccionar, tenía mal humor y ganas de ser malo. Entonces alcancé al gerente y le dije:

-No quisiera que ninguno de ellos utilizara el mismo procedimiento para la venta de medias y desearía que la casa reconociera mi... iniciativa y que me diera exclusividad por algún tiempo.

-Venga mañana y hablaremos de eso.

Al otro día el secretario ya había preparado el documento y leía: "La casa se compromete a no utilizar y a hacer respetar el sistema de propaganda consistente en llorar..." Aquí los dos se rieron y el gerente dijo que aquello estaba mal. Mientras redactaban el documento, yo fui paseándome hasta el mostrador. Detrás de él había una muchacha que me habló mirándome y los ojos parecían pintados por dentro.

-¿Así que usted llora por gusto?

-Es verdad.

-Entonces yo sé más que usted. Usted mismo no sabe que tiene una pena.

Al principio yo me quedé pensativo; y después le dije:

-Mire: no es que yo sea de los más felices; pero sé arreglarme con mi desgracia y soy casi dichoso.

Mientras me iba -el gerente me llamaba- alcancé a ver la mirada de ella: la había puesto encima de mí como si me hubiera dejado una mano en el hombro.

Cuando reanudé las ventas, yo estaba en una pequeña ciudad. Era un día triste y yo no tenía ganas de llorar. Hubiera querido estar solo, en mi pieza, oyendo la lluvia y pensando que el agua me separaba de todo el mundo. Yo viajaba escondido detrás de una careta con lágrimas; pero yo tenía la cara cansada.

De pronto sentí que alguien se había acercado preguntándome:

-¿Qué le pasa?

Entonces yo, como el empleado sorprendido sin trabajar, quise reanudar mi tarea y poniéndome las manos en la cara empecé a hacer los sollozos.

Ese año yo lloré hasta diciembre, dejé de llorar en enero y parte de febrero, empecé a llorar de nuevo después de carnaval. Aquel descanso me hizo bien y volví a llorar con ganas. Mientras tanto yo había extrañado el éxito de mis lágrimas y me había nacido como cierto orgullo de llorar. Eran muchos más los vendedores; pero un actor que representara algo sin previo aviso y convenciera al público con llantos...

Aquel nuevo año yo empecé a llorar por el oeste y llegué a una ciudad donde mis conciertos habían tenido éxito; la segunda vez que estuve allí, el público me había recibido con una ovación cariñosa y prolongada; yo agradecía parado junto al piano y no me dejaban sentar para iniciar el concierto. Seguramente que ahora daría, por lo menos, una audición. Yo lloré allí, por primera vez, en el hotel más lujoso; fue a la hora del almuerzo y en un día radiante. Ya había comido y tomado café, cuando de codos en la mesa, me cubrí la cara con las manos. A los pocos instantes se acercaron algunos amigos que yo había saludado; los dejé parados algún tiempo y mientras tanto, una pobre vieja -que no sé de dónde había salido- se sentó a mi mesa y yo la miraba por entre los dedos ya mojados. Ella bajaba la cabeza y no decía nada; pero tenía una cara tan triste que daban ganas de ponerse a llorar...

El día en que yo di mi primer concierto tenía cierta nerviosidad que me venía del cansancio; estaba en la última obra de la primera parte del programa y tomé uno de los movimientos con demasiada velocidad; ya había intentado detenerme; pero me volví torpe y no tenía bastante equilibrio ni fuerza; no me quedó otro recurso que seguir; pero las manos se me cansaban, perdía nitidez, y me di cuenta de que no llegaría al final. Entonces, antes de pensarlo, ya había sacado las manos del teclado y las tenía en la cara; era la primera vez que lloraba en escena.

Al principio hubo murmullos de sorpresa y no sé por qué alguien intentó aplaudir, pero otros chistaron y yo me levanté. Con una mano me tapaba los ojos y con la otra tanteaba el piano y trataba de salir del escenario. Algunas mujeres gritaron porque creyeron que me caería en la platea; y ya iba a franquear una puerta del decorado, cuando alguien, desde el paraíso me gritó:

-¡Cocodriiilooooo!!

Oí risas; pero fui al camerín, me lavé la cara y aparecí en seguida y con las manos frescas terminé la primera parte. Al final vinieron a saludarme muchas personas y se comentó lo de "cocodrilo". Yo les decía:

-A mí me parece que el que me gritó eso tiene razón: en realidad yo no sé por qué lloro; me viene el llanto y no lo puedo remediar, a lo mejor me es tan natural como lo es para el cocodrilo. En fin, yo no sé tampoco por qué llora el cocodrilo.

Una de las personas que me habían presentado tenía la cabeza alargada; y como se peinaba dejándose el pelo parado, la cabeza hacía pensar en un cepillo. Otro de la rueda lo señaló y me dijo:

-Aquí, el amigo es médico. ¿Qué dice usted, doctor?

Yo me quedé pálido. Él me miró con ojos de investigador policial y me preguntó:

-Dígame una cosa: ¿cuándo llora más usted, de día o de noche?

Yo recordé que nunca lloraba en la noche porque a esa hora no vendía, y le respondí:

-Lloro únicamente de día.

No recuerdo las otras preguntas. Pero al final me aconsejó:

-No coma carne. Usted tiene una vieja intoxicación.

A los pocos días me dieron una fiesta en el club principal. Alquilé un frac con chaleco blanco impecable y en el momento de mirarme al espejo pensaba: "No dirán que este cocodrilo no tiene la barriga blanca. ¡Caramba! Creo que ese animal tiene papada como la mía. Y es voraz..."

Al llegar al Club encontré poca gente. Entonces me di cuenta que había llegado demasiado temprano. Vi a un señor de la comisión y le dije que deseaba trabajar un poco en el piano. De esa manera disimularía el madrugón. Cruzamos una cortina verde y me encontré en una gran sala vacía y preparada para el baile. Frente a la cortina y al otro extremo de la sala estaba el piano. Me acompañaron hasta allí el señor de la comisión y el conserje; mientras abrían el piano -el señor tenía cejas negras y pelo blanco- me decía que la fiesta tendría mucho éxito, que el director del liceo -amigo mío- diría un discurso muy lindo y que él ya lo había oído; trató de recordar algunas frases, pero después decidió que sería mejor no decirme nada. Yo puse las manos en el piano y ellos se fueron. Mientras tocaba pensé: "Esta noche no lloraré... quedaría muy feo... el director del liceo es capaz de desear que yo llore para demostrar el éxito de su discurso. Pero yo no lloraré por nada del mundo".

Hacía rato que veía mover la cortina verde; y de pronto salió de entre sus pliegues una muchacha alta y de cabellera suelta; cerró los ojos como para ver lejos; me miraba y se dirigía a mí trayendo algo en una mano; detrás de ella apareció una sirvienta que la alcanzó y le empezó a hablar de cerca. Yo aproveché para mirarle las piernas y me di cuenta que tenía puesta una sola media; a cada instante hacía movimientos que indicaban el fin de la conversación; pero la sirvienta seguía hablándole y las dos volvían al asunto como a una golosina. Yo seguí tocando el piano y mientras ellas conversaban tuve tiempo de pensar: "¿Qué querrá con la media?... ¿Le habrá salido mala y sabiendo que yo soy corredor...? ¡Y tan luego en esta fiesta!"

Por fin vino y me dijo:

-Perdone, señor, quisiera que me firmara una media.

Al principio me reí; y en seguida traté de hablarle como si ya me hubieran hecho ese pedido otras veces. Empecé a explicarle cómo era que la media no resistía la pluma; yo ya había solucionado eso firmando una etiqueta y después la interesada la pegaba en la media. Pero mientras daba estas explicaciones mostraba la experiencia de un antiguo comerciante que después se hubiera hecho pianista. Ya me empezaba a invadir la angustia, cuando ella se sentó en la silla del piano, y al ponerse la media me decía:

-Es una pena que usted me haya resultado tan mentiroso... debía haberme agradecido la idea.

Yo había puesto los ojos en sus piernas; después los saqué y se me trabaron las ideas. Se hizo un silencio de disgusto. Ella, con la cabeza inclinada, dejaba caer el pelo; y debajo de aquella cortina rubia, las manos se movían como si huyeran. Yo seguía callado y ella no terminaba nunca. Al fin la pierna hizo un movimiento de danza, y el pie, en punta, calzó el zapato en el momento de levantarse, las manos le recogieron el pelo y ella me hizo un saludo silencioso y se fue.

Cuando empezó a entrar gente fui al bar. Se me ocurrió pedir whisky. El mozo me nombró muchas marcas y como yo no conocía ninguna le dije:

-Déme de esa última.

Trepé a un banco del mostrador y traté de no arrugarme la cola del frac. En vez de cocodrilo debía parecer un loro negro. Estaba callado, pensaba en la muchacha de la media y me trastornaba el recuerdo de sus manos apuradas.

Me sentí llevado al salón por el director del liceo. Se suspendió un momento el baile y él dijo su discurso. Pronunció varias veces las palabras "avatares" y "menester". Cuando aplaudieron yo levanté los brazos como un director de orquesta antes de "atacar" y apenas hicieron silencio dije:

-Ahora que debía llorar no puedo. Tampoco puedo hablar y no puedo dejar por más tiempo separados los que han de juntarse para bailar-. Y terminé haciendo una cortesía.

Después de mi vuelta, abracé al director del liceo y por encima de su hombro vi la muchacha de la media. Ella me sonrió y levantó su pollera del lado izquierdo y me mostró el lugar de la media donde había pegado un pequeño retrato mío recortado de un programa. Yo me sentí lleno de alegría pero dije una idiotez que todo el mundo repitió:

-Muy bien, muy bien, la pierna del corazón.

Sin embargo yo me sentí dichoso y fui al bar. Subí de nuevo a un banco y el mozo me preguntó:

-¿Whisky Caballo Blanco?

Y yo, con el ademán de un mosquetero sacando una espada:

-Caballo Blanco o Loro Negro.

Al poco rato vino un muchacho con una mano escondida en la espalda:

-El Pocho me dijo que a usted no le hace mala impresión que le digan "Cocodrilo".

-Es verdad, me gusta.

Entonces él sacó la mano de la espalda y me mostró una caricatura. Era un gran cocodrilo muy parecido a mí; tenía una pequeña mano en la boca, donde los dientes eran un teclado; y de la otra mano le colgaba una media; con ella se enjugaba las lágrimas.

Cuando los amigos me llevaron a mi hotel yo pensaba en todo lo que había llorado en aquel país y sentía un placer maligno en haberlos engañado; me consideraba como un burgués de la angustia. Pero cuando estuve solo en mi pieza, me ocurrió algo inesperado: primero me miré en el espejo; tenía la caricatura en la mano y alternativamente miraba al cocodrilo y a mi cara. De pronto y sin haberme propuesto imitar al cocodrilo, mi cara, por su cuenta, se echó a llorar. Yo la miraba como a una hermana de quien ignoraba su desgracia. Tenía arrugas nuevas y por entre ellas corrían las lágrimas. Apagué la luz y me acosté. Mi cara seguía llorando; las lágrimas resbalaban por la nariz y caían por la almohada. Y así me dormí. Cuando me desperté sentí el escozor de las lágrimas que se habían secado. Quise levantarme y lavarme los ojos; pero tuve miedo que la cara se pusiera a llorar de nuevo. Me quedé quieto y hacía girar los ojos en la oscuridad, como aquel ciego que tocaba el arpa.

FIN

 de Felisberto Hernández

25 Jul 2012

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