sexta-feira, 13 de novembro de 2009

Para terminar con los prejuicios sobre el Cantar de los Nibelungos

Cantado desde el siglo V, redactado hacia 1200, la epopeya del “Cantar de los Nibelungos” tuvo un recorrido bien accidentado. Inspiró a Wagner, a Fritz Lang y sin duda a Tolkien, pero también fue instrumentalizado por Hitler. Su inscripción en el Registro Memoria del Mundo 2009 contribuirá a su rehabilitación.





Nibelungentreue: la palabra, empleada para designar una lealtad ilimitada de la que el pueblo nibelungo hizo gala, no tiene en alemán una connotación muy positiva. Se la emplea con frecuencia para referirse a los políticos que son fieles a su partido bajo todas las circunstancias, incluso si tal fidelidad termina por agraviarlos. Fue el canciller Bernhard von Bülow quien la utilizó en 1909 para calificar la alianza del Imperio Alemán con Austria-Hungría. La expresión NibelungentreueCantar de los Nibelungos, todos los héroes terminan muertos.

La UNESCO inscribió recientemente en el Registro Memoria del Mundo los tres manuscritos más antiguos conservados de este poema épico medieval cuya redacción data del siglo XIII pero cuyas raíces se remontan al siglo V, época de las invasiones bárbaras. El Cantar de los nibelungos reúne ciclos de sagas transmitidas oralmente con el correr de los siglos. Claudia Fabian, empleada de la Biblioteca del Land de Baviera, precisa que la obra es anónima. “Los manuscritos que se encuentran a nuestra disposición sugieren la existencia de una versión anterior, pero que no nos ha llegado”, explica.
La epopeya relata principalmente el exterminio del reino de los burgundios por parte de los romanos y de los hunos. Los historiadores piensan que ciertos personajes de los textos se refieren a personalidades que existieron: así, el rey de los hunos, llamado Etzel en los manuscritos, no sería otro que el emperador Atila, en tanto que Sigfrido, el vencedor del dragón, sería el rey Arminio, jefe de la tribu de los cheruscos. Éste reunió las tribus germánicas contra los romanos, a quienes infligió una gran derrota en el año 9, durante la legendaria batalla de Teutoburgo. Tras ella, Roma nunca logró retomar verdaderamente el control de las tribus germánicas. En cuanto al dragón Fafnir, que Sigfrido mata antes de bañarse en su sangre para ser invulnerable, simbolizaría el ocupante romano.

Sin embargo, el Cantar de los Nibelungos no es un documento histórico. Ute Obhof, responsable del manuscrito conservado en la Biblioteca del Land de Bade-Wurtemberg en Karlsruhe, explica que “el manuscrito reúne diferentes acontecimientos y personajes provenientes de diferentes periodos”. Los otros dos manuscritos son propiedad del Land de Baviera en Munich y de la Biblioteca del convento de San Gall en Suiza, también inscrito desde 1983 en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Aun cuando es una obra apasionante, cayó en el olvido en el siglo XVI, indudablemente porque “no era del gusto de la época”, opina Claudia Fabian. No volvió a ser de interés hasta 1755, cuando por mero azar fue descubierto uno de los manuscritos. En esta ocasión encontró verdadero eco en el pueblo, quien elevó el Cantar al rango de una Ilíada alemana transformándolo en una epopeya nacional. Algo más tarde los pintores románticos veían en la obra un redescubrimiento de la Edad Media y el nacimiento de la identidad germánica. Goethe también estuvo fascinado por la historia del asesino del dragón. En cuanto al poeta Friedrich Hebbel, escribió en 1861 una obra teatral sobre Los nibelungos. La epopeya inspiró varias producciones dramáticas y también el Festival de los Nibelungos que se celebra desde 2002 en la ciudad de Worms.


Cuando el arte se convierte en instrumento de propaganda



Pero este relato también fue instrumentalizado en varias oportunidades con fines políticos. Se vio en los personajes de la gesta la encarnación de las virtudes fundamentales alemanas: Sigfrido personificaría la invulnerabilidad, Hagen la astucia, Krimilda la belleza y el espíritu de venganza y Brunilda la fuerza. La leyenda de los Nibelungos sirvió de pantalla en la que proyectar las aspiraciones nacionales cada vez más pronunciadas de los alemanes, primero como reacción a la opresión napoleónica y luego para apoyar al Imperio Guillermino [1871 a 1888] y su ambición de convertirse en gran potencia. Luego la leyenda fue recuperada por los nazis. Así, en 1943, Hermann Göring establece un paralelo con los nibelungos para motivar a los soldados alemanes cercados en Stalingrado: “Entre todas estas grandes batallas se distingue un monumento colosal: la batalla de Stalingrado. Llegará el día en que será considerada la más grandiosa de las batallas heroicas de nuestra historia. [...] Conocemos una epopeya heroica monumental que relata una batalla sin par, la batalla de los Nibelungos. Ellos también, encerrados en una sala presa de las llamas apagarán su sed en su propia sangre pero combatirán hasta el final”.

“Fue una verdadera mutilación del texto medieval”, estima Ute Obhof. A todas luces el mariscal nazi no leyó con la debida atención El cantar de los Nibelungos pues su trágico desenlace no hacía una referencia ideal para devolver la moral a las tropas y hacerles creer en la victoria final. Como sabemos, la batalla de Stalingrado concluyó con la derrota desastrosa del ejército alemán.
El Cantar de los Nibelungos tampoco contiene muchos elementos como para despertar patriotismo. Combina, en efecto, relaciones amorosas y celos mezquinos en la corte de los burgundios. Sumado a una buena dosis de engaños y homicidios, concluye con la venganza cruenta de Krimhilda contra los asesinos de su amado Sigfrido. Además, según la gesta, la historia se desarrolla en diversos lugares de Europa; el pueblo de los nibelungos venía de Noruega, en tanto que Brunilda era la reina de Islandia y Etzel reinaba entre los hunos, pueblo que habitaba los contornos de la actual Hungría.

¿El Cantar de los Nibelungostiene algo de alemán? Según Ute Obhof, es más europeo que alemán. Por otra parte Alemania no existía en su forma actual en el siglo V. “Lo que le otorga su carácter alemán es que fue transmitido en lengua alemana”, observa Obhof.

Por su parte, Claudia Fabian considera que el nacionalismo asociado al Cantar de los Nibelungos no es intrínseco al texto. Es especialmente la interpretación musical de Richard Wagner la que contribuyó a hacer de él una obra nacionalista, incluso si no fue esa la intención del compositor. En realidad, Wagner buscaba ante todo a pintar la naturaleza humana, lacerada entre los intereses contradictorios del amor y del poder. Fruto de casi treinta años de gestación, El anillo de los Nibelungos es la ópera magna magnum opus de Wagner. El ciclo de cuatro óperas de una duración de dieciséis horas fue representado por vez primera en 1876 y, desde 1896, tienen lugar representaciones periódicas en el marco del Festival de Bayreuth.

Viendo en la obra de Wagner una apología nacionalista de la ideología germánica, Hitler se convirtió, a partir de 1933, en asistente asiduo del festival, dirigido por entonces por Winifred Wagner, nuera de Richard Wagner. Amiga muy cercana del dictador, Winifred continuó incluso treinta años después del fin de la guerra prodigándole una admiración sin límites. Esta impronta nazi, perjudicó la imagen de Wagner y del Cantar de los Nibelungos, y quedó grabada en los espíritus tal como lo señala una de las réplicas de una película de Woody Allen: “Cuando escucho demasiado Wagner, tengo ganas de conquistar Polonia”.




Los Eddas: una inspiración común


El poema épico medieval infortunadamente nunca logró deshacerse por completo de esta reputación. Con la inscripción de los manuscritos en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, que podrá contribuir ampliamente a su rehabilitación, el "Cantar de los Nibelungos" se suma a otras obras alemanas, en especial la "Novena sinfonía" de Beethoven, el fondo literario Goethe de los Archivos Goethe y Schiller, una Biblia de Gutenberg y el clásico del cine mudo "Metrópolis," de Fritz Lang.

Fritz Lang estaría sin duda muy feliz con tal decisión. En efecto, el realizador alemán también estaba fascinado por esta epopeya heroica medieval y fue el primero en adaptarla al cine, en 1924. La producción, de cinco horas de duración, está considerada junto con "Metrópolis", como una de las grandes etapas del cine mudo.

Los herederos de Richard Wagner también se empeñaron en librar a la música del compositor de sus connotaciones nacionalistas. Desde 2002, la ciudad de Worms, donde se sitúan la mayor parte de las escenas de la Canción, organiza regularmente un Festival de los Nibelungos. El realizador Dieter Wedel contribuyó a darlo a conocer con una iniciativa coronada por la vuelta de la epopeya a la televisión: Uli Edel realizó en 2004 una adaptación televisiva de los Nibelungos en la que participan numerosas estrellas. Esforzándose por no caer en el pathos nacionalista, quizá un poco demasiado, Uli Edel realizó una producción "fantasy" mundializada que bien podría tener lugar en Alemania, Dinamarca o Inglaterra.

Ello no es totalmente sorprendente, pues sabemos que el "Cantar de los Nibelungos" parece haber inspirado "El señor de los anillos" de Tolkien. Aún cuando el escritor británico lo ha negado, la influencia de las sagas germánicas y nórdicas es manifiesta. Puede deducirse que el "Anillo" de Wagner, "El señor de los anillos" de Tolkien y el "Cantar de los Nibelungos" abrevan en la misma fuente: los "Eddas", compilaciones de poemas épicos que relatan las historias de dioses y héroes, especialmente episodios de la leyenda de los nibelungos.

Jens Lubbadeh, periodista del Spiegel Online (Alemania), corresponsal del Correo de la UNESCO.