A veinte minutos de cualquier parte
los periódicos gratuitos enseñan sus titulares rojos
y las asistentas ecuatorianas sueñan con hombres musculados
que las levantan
del suelo y se las llevan a los paraísos arbolados de las
urbanizaciones de lujo
libros forrados con papel marrón se abren por la página en
que el protagonista encuentra por fin fortuna en los labios de una mujer melena
escarlata y
cintura de bailarina que habla cinco idiomas y no conoce
ninguno
escolares dormidos imaginan lecciones de inglés y aritmética
saltando de sus mochilas como ejércitos defensores de un universo invadido por
nombres extraños
hay rezos que murmuran hombres de camiseta blanca y zapatos
de oficio sucio que rebuscan esperanza en los callos de sus manos y ocultan los
ojos vidriosos de ahuyenta-penas con gafas de humo
los cupones de lotería saltan en el bolsillo de sirenas
perfumadas de lavanda
que leen los poemarios viejos pegados debajo de las palancas
de los frenos de emergencia
y los obreros en paro cantan internacionales asustadas por
mercados invisibles que les conducen a ninguna parte.
Mara Nefill©
Nota: dicen que en el metro de Madrid puedes llegar a
cualquier parte en veinte minutos. Tal vez. Yo aún no lo he conseguido. Quizá
es que las estaciones que elijo como destino no son las adecuadas. O debería
subir en otra para llegar a ellas. Probablemente sea eso.
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