sexta-feira, 3 de julho de 2015

En el hospital


Sacás de adentro de la sábana blanca una mano,
seca y delgada, las uñas cubiertas de esmalte
igual que las flores del cerezo
iluminando las ramas en invierno.
Estas uñas, estas flores, una y otra vez te las recortás,
una y otra vez dejás que crezcan furiosas
Ubicadas en la frontera entre tu cuerpo y la nada
aparecen siempre tan
impecables, tan flamantes, incluso en este hospital
caótico como nuestro país. Agarro tu mano
y siento cómo las venas se hinchan, se contraen
mientras la sangre repta hasta la punta roja del dedo y da la vuelta
Recuerdo entonces lo que escribiste en un poema:
que en el cuerpo muerto las uñas
son lo último que se pudre.
Trad Ángel Petrecca.

Isla Negra, nº 383

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