sexta-feira, 3 de julho de 2015



Desmerece salir y sembrar una espina,
que la rosa es el pez alongado a las tejas
y le duele a mi voz su fragancia de escama.
Quien la arranque del quicio no abrirá más la puerta,
no girará el ocaso en la jamba absoluta
porque el ocaso es jamba en las redes del hambre.
No clavarla ni hundirla al dolor de los pétalos,
ni escanciar sus axilas en las lluvias sangradas
cuando la aurora fulja en espaldas de nube.
Desmerece salir a nombrar lo innombrable.
Nada dice al bejeque, no le importa siquiera
ser la oreja del sueño o el refugio del grillo.
REGRESA solitaria y, al despuntar la noche,
ya se ha ido a otra parte a desangrar su hondura.
Nada esperan las uñas. Del tiempo, nada arañan
sino aquella soledad de regresar al nido
de una fila azulada de cartones y palos
que apilan las gavillas, las atongan y orean,
hacen nudos y enhebran la desazón a sales
secundarias del sueño. Avellanar la sombra
y que corran chavetas por los peces del humo.
Coletea el cuchillo y el ensueño detrás
cuando la piel regresa solitaria y desnuda
a envolver el abismo en cajitas de nube.
Islas Canarias - 1957
De: Poética de Esther Hughes


"Li algures que os gre Isla Negra 383

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