terça-feira, 31 de agosto de 2010
O amor de agora é o mesmo amor de outrora
O amor de agora é o mesmo amor de outrora
Em que concentro o espírito abstraído,
Um sentimento que não tem sentido,
Uma parte de mim que se evapora.
Amor que me alimenta e me devora,
E este pressentimento indefinido
Que me causa a impressão de andar perdido
Em busca de outrem pela vida afora.
Assim percorro uma existência incerta
Como quem sonha, noutro mundo acorda,
E em sua treva um ser de luz desperta.
E sinto, como o céu visto do inferno,
Na vida que contenho mas transborda,
Qualquer coisa de agora mas de eterno.
Dante Milano
Em que concentro o espírito abstraído,
Um sentimento que não tem sentido,
Uma parte de mim que se evapora.
Amor que me alimenta e me devora,
E este pressentimento indefinido
Que me causa a impressão de andar perdido
Em busca de outrem pela vida afora.
Assim percorro uma existência incerta
Como quem sonha, noutro mundo acorda,
E em sua treva um ser de luz desperta.
E sinto, como o céu visto do inferno,
Na vida que contenho mas transborda,
Qualquer coisa de agora mas de eterno.
Dante Milano
O BARULHO DO MAR
Na tarde de domingo, volto ao cemitério velho de Maceió
onde os meus mortos jamais terminam de morrer
de suas mortes tuberculosas e cancerosas
que atravessam a maresia e as constelações
com as suas tosses e gemidos e imprecações
e escarros escuros
e em silêncio os intimo a voltar a esta vida
em que desde a infância eles viviam lentamente
com a amargura dos dias longos colada às suas existências monótonas
e o medo de morrer dos que assistem ao cair da tarde
quando, após a chuva, as tanajuras se espalham
no chão maternal de Alagoas e não podem mais voar.
Digo aos meus mortos: Levantai-vos, voltai a este dia inacabado
que precisa de vós, de vossa tosse persistente e de vossos gestos
enfadados e de vossos passos nas ruas tortas de Maceió. Retornai aos sonhos insípidos
e às janelas abertas sobre o mormaço.
Na tarde de domingo, entre os mausoléus
que parecem suspensos pelo vento
no ar azul
o silêncio dos mortos me diz que eles não voltarão.
Não adianta chamá-los. No lugar em que estão, não há retorno.
Apenas nomes em lápides. Apenas nomes. E o barulho do mar.
© 2009, Lêdo Ivo
From: La Aldea de Sal
Publisher: Calambur, Madrid, 2009
onde os meus mortos jamais terminam de morrer
de suas mortes tuberculosas e cancerosas
que atravessam a maresia e as constelações
com as suas tosses e gemidos e imprecações
e escarros escuros
e em silêncio os intimo a voltar a esta vida
em que desde a infância eles viviam lentamente
com a amargura dos dias longos colada às suas existências monótonas
e o medo de morrer dos que assistem ao cair da tarde
quando, após a chuva, as tanajuras se espalham
no chão maternal de Alagoas e não podem mais voar.
Digo aos meus mortos: Levantai-vos, voltai a este dia inacabado
que precisa de vós, de vossa tosse persistente e de vossos gestos
enfadados e de vossos passos nas ruas tortas de Maceió. Retornai aos sonhos insípidos
e às janelas abertas sobre o mormaço.
Na tarde de domingo, entre os mausoléus
que parecem suspensos pelo vento
no ar azul
o silêncio dos mortos me diz que eles não voltarão.
Não adianta chamá-los. No lugar em que estão, não há retorno.
Apenas nomes em lápides. Apenas nomes. E o barulho do mar.
© 2009, Lêdo Ivo
From: La Aldea de Sal
Publisher: Calambur, Madrid, 2009
LA INFECCIÓN
es más grande que la tristeza; lame los parietales torturados, entra en los dormitorios del sudor y el láudano y luego tiembla como un ala fría: es la humedad de los agonizantes.
Viene despacio la paloma impura, viene a los vasos llenos de sombra
y la ceniza capilar se extiende sobre vestigios de mercurio y llanto.
La lente anuncia la mendicidad pero su luz procede del abismo. Ante las córneas abrasadas penden los hilos del silencio. Luego
las desapariciones bajan al corazón.
© 2005, António Gamoneda
From: Libro del frío
Publisher: Uitgeverij P, Leuven, 2005
Viene despacio la paloma impura, viene a los vasos llenos de sombra
y la ceniza capilar se extiende sobre vestigios de mercurio y llanto.
La lente anuncia la mendicidad pero su luz procede del abismo. Ante las córneas abrasadas penden los hilos del silencio. Luego
las desapariciones bajan al corazón.
© 2005, António Gamoneda
From: Libro del frío
Publisher: Uitgeverij P, Leuven, 2005
segunda-feira, 30 de agosto de 2010
sábado, 28 de agosto de 2010
Soneto do amor difícil
A praia abandonada recomeça
logo que o mar se vai, a desejá-lo:
é como o nosso amor, somente embalo
enquanto não é mais que uma promessa…
Mas se na praia a onda se espedaça,
há logo nostalgia duma flor
que ali devia estar para compor
a vaga em seu rumor de fim de raça.
Bruscos e doloridos, refulgimos
no silêncio de morte que nos tolhe,
como entre o mar e a praia um longo molhe
de súbito surgido à flor dos limos.
E deste amor difícil só nasceu
desencanto na curva do teu céu.
David Mourão-Ferreira
logo que o mar se vai, a desejá-lo:
é como o nosso amor, somente embalo
enquanto não é mais que uma promessa…
Mas se na praia a onda se espedaça,
há logo nostalgia duma flor
que ali devia estar para compor
a vaga em seu rumor de fim de raça.
Bruscos e doloridos, refulgimos
no silêncio de morte que nos tolhe,
como entre o mar e a praia um longo molhe
de súbito surgido à flor dos limos.
E deste amor difícil só nasceu
desencanto na curva do teu céu.
David Mourão-Ferreira
enseada
ao corpo que me navegas
sou rio, mar, enseada
à cumplicidade dos gestos
sou metáfora
aos beijos teus que me aquecem
sou escalada
ao teu olhar que me queima
sou fogueira
ao amor com que me enlouqueces
sou asas
Jade Dantas
sou rio, mar, enseada
à cumplicidade dos gestos
sou metáfora
aos beijos teus que me aquecem
sou escalada
ao teu olhar que me queima
sou fogueira
ao amor com que me enlouqueces
sou asas
Jade Dantas
Luces antiguas
Desde Southwater, donde se apeó del tren, el camino iba derecho hacia poniente. Eso lo sabía; por lo demás, confiaba en la suerte, ya que era uno de esos andariegos impenitentes a los que no les gusta preguntar. Tenía ese instinto, y generalmente le funcionaba bastante bien. «Una milla o así en dirección oeste por el camino arenoso, hasta llegar a un paso de cerca a la derecha; desde ahí cruza a campo traviesa. Verá el edificio rojo justo delante de usted.» Echó una mirada, otra vez, a las instrucciones de la postal, y otra vez trató de descifrar la frase borrada..., en vano. Había sido tachada con tanto cuidado que no quedaba una sola palabra legible. Las frases tachadas en una carta son siempre fascinantes. Se preguntó qué sería lo que había tenido que borrar con tanto cuidado.
La tarde era tormentosa, con un ventarrón que venía aullando del mar y barría los bosques de Sussex. Unas nubes pesadas, de bordes redondos y apelmazados, entrechocaban en los espacios abiertos del cielo azul. A lo lejos, la línea de lomas recorría el horizonte como una ola inminente. Chanctonbury Ring parecía surcar su cresta como un barco veloz con el casco inclinado por el viento de popa. Se quitó el sombrero y avivó el paso, aspirando con placer y satisfacción grandes bocanadas de aire. El camino estaba desierto: no se veían bicicletas, automóviles, o caballos; ni siquiera un carro de mercancías o un simple viandante. De todos modos, no habría preguntado el camino. Con la mirada atenta a la aparición del paso de cerca, caminaba pesadamente, mientras el viento le sacudía la capa contra la cara y rizaba los charcos azules del camino amarillento. Los árboles mostraban el blanco envés de sus hojas. Los helechos, la yerba nueva y alta, se inclinaban en una única dirección. El día estaba lleno de vida, y había animación y movimiento en todas partes. Y para un agrimensor de Croydon recién llegado de su oficina, esto era como unas vacaciones en el mar.
Era un día de aventuras, y su corazón se elevaba para unirse al talante de la Naturaleza. Su paraguas con aro de plata debía haber sido una espada; y sus zapatos marrones, botas altas con espuelas en los talones. ¿Dónde se ocultaba el Castillo encantado y la Princesa de cabellos dorados como el sol? Su caballo...
De repente apareció a la vista el paso de cerca, y se frustró la aventura en embrión. Otra vez volvió a aprisionarle su ropa de diario. Era agrimensor, de edad madura, con un sueldo de tres libras a la semana, y venía de Croydon a estudiar los cambios que un cliente pensaba hacer en un bosque..., algo que proporcionase una mejor vista desde la ventana de su comedor. Al otro lado del campo, a una milla de distancia quizá, vio centellear al sol el rojo edificio, y mientras descansaba un instante en el paso de cerca para recobrar aliento, se puso a observar un bosquecillo de robles y abedules que quedaba a su derecha. «¡Ajá! -se dijo-; así que ésta debe de ser la arboleda que quiere talar para mejorar la perspectiva, ¿eh? Vamos a echarle una ojeada.» Había una valla, desde luego; pero tenía también un sendero tentador. «No soy un intruso -se dijo-: esto forma parte de mi trabajo.» Saltó dificultosamente por encima de la portilla y se internó entre los árboles. Una pequeña vuelta le llevaría al campo otra vez.
Pero en el instante en que cruzó los primeros árboles dejó de aullar el viento y una quietud se apoderó del mundo. Tan espesa era la vegetación que el sol penetraba sólo en forma de manchas aisladas. El aire era pesado. Se enjugó la frente y se puso su sombrero de fieltro verde; pero una rama baja se lo volvió a quitar en seguida de un golpe; y al inclinarse, se enderezó una cimbreante ramita que había doblado y le dio en la cara. Había flores a ambos bordes del pequeño sendero; de vez en cuando se abría un claro a uno u otro lado; los helechos se curvaban en los rincones húmedos, y era dulce y rico el olor a tierra y a follaje. Hacía más fresco aquí. «Qué bosquecillo más encantador», pensó, bajando hacia un pequeño calvero donde el sol aleteaba como una multitud de mariposas plateadas. ¡Cómo danzaba y palpitaba y revoloteaba! Se puso una flor azul oscuro en el ojal. Nuevamente, al incorporarse, le quitó el sombrero de un golpe una rama de roble, derribándoselo por delante de los ojos. Esta vez no se lo volvió a poner. Balanceando el paraguas, prosiguió su camino con la cabeza descubierta, silbando sonoramente. Pero el espesor de los árboles animaba poco a silbar; y parecieron enfriarse algo su alegría y su ánimo. De repente, se dio cuenta de que caminaba con cautela. La quietud del bosque era de lo más singular.
Hubo un susurro entre los helechos y las hojas; algo saltó de repente al sendero, a unas diez yardas de él, se detuvo un instante, irguiendo la cabeza ladeada para mirar, y luego se zambulló otra vez en la maleza a la velocidad de una sombra. Se sobresaltó como un niño miedoso, y un segundo después se rió de que un mero faisán lo hubiese asustado. Oyó un traqueteo de ruedas a lo lejos, en el camino; y, sin saber por qué, le resultó grato ese ruido. «El carro del viejo carnicero», se dijo... Entonces se dio cuenta de que iba en dirección equivocada y que, no sabía cómo, había dado media vuelta. Porque el camino debía quedar detrás de él, no delante.
Conque se metió apresuradamente por otro estrecho claro que se perdía en el verdor que tenía a su derecha. «Esta es la dirección, por supuesto -se dijo-; me han debido de despistar los árboles...» y de repente descubrió que estaba junto a la portilla que había saltado para entrar. Había estado andando en círculo. La sorpresa, aquí, se convirtió casi en desconcierto: vio a un hombre vestido de verde pardo como los guardabosques, apoyado en la valla, dándose pequeños azotes en la pierna con una fusta. «Voy a casa del señor Lumley -explicó el caminante-. Este es su bosque, creo...», calló de repente; porque allí no había hombre alguno, sino que era un mero efecto de luz y sombra en el follaje. Retrocedió para reconstruir la singular ilusión, pero el viento agitaba demasiado las ramas aquí, en la linde del bosque, y el follaje se negó a repetir la imagen. Las hojas susurraron de un modo extraño. En ese preciso momento se ocultó el sol tras una nube, haciendo que el bosque adquiriese un aspecto diferente. Y entonces se puso de manifiesto con cuánta facilidad puede sufrir engaño la mente humana; porque casi le pareció que el hombre le contestaba, le hablaba -¿o fue el rumor de las ramas al restregar unas con otras?-; y que señalaba con la fusta un letrero clavado en el árbol más cercano. Aún le sonaban en el cerebro sus palabras; aunque, por supuesto, todo eran figuraciones suyas: «No, este bosque no es suyo. Es nuestro». Y además, algún gracioso del pueblo había cambiado el texto de la deteriorada tabla; porque ahora ponía con toda claridad: «Prohibido el paso».
Y mientras el asombrado agrimensor leía el letrero, y dejaba escapar una risita, se dijo, pensando en la historia que iba a contar más tarde a su mujer y sus hijos: «Este condenado bosquecillo ha intentado echarme. Pero voy a entrar otra vez. En realidad, ocupa un acre como máximo. No tengo más remedio que salir a campo abierto por el lado opuesto si sigo en línea recta». Recordó su posición en la oficina. Tenía cierta dignidad que conservar.
La nube se apartó de delante del sol, y la luz salpicó de repente toda clase de lugares insospechados. Él, entretanto, seguía caminando en línea recta. Sentía una especie de rara turbación: esta forma en que los árboles cambiaban las luces en sombras le confundía evidentemente la vista. Para su alivio, surgió al fin un nuevo claro entre los árboles, revelándole el campo, y divisó el edificio rojo a lo lejos, al otro extremo. Pero tenía que saltar primero una pequeña portilla que había en el camino; y al trepar trabajosamente a ella -dado que no quiso abrirse-, tuvo la asombrosa sensación de que, debido a su peso, se desplazaba lateralmente en dirección al bosque. Al igual que las escaleras mecánicas de Harrod's y Earl's Court, empezó a deslizarse con él. Era horrible. Hizo un esfuerzo ímprobo para saltar, antes de que le internase en los árboles; pero se le enredó el pie entre los barrotes y el paraguas, con tal fortuna que cayó al otro lado con los brazos abiertos, en medio de la maleza y las ortigas, y los zapatos trabados entre los dos primeros palos. Se quedó un momento en la postura de un crucificado boca abajo, y mientras forcejeaba para desembarazarse -los pies, los barrotes y el paraguas formaban una verdadera maraña-, vio pasar por el bosque, a toda prisa, al hombrecillo de verde pardo. Iba riendo. Cruzó el claro, a unas cincuenta yardas de él; esta vez no estaba solo. A su lado iba un compañero igual que él. El agrimensor, nuevamente de pie, los vio desaparecer en la penumbra verdosa. «Son vagabundos, no guardabosques», se dijo, medio mortificado, medio furioso. Pero el corazón le latía terriblemente, y no se atrevió a expresar todo lo que pensaba.
Examinó la portilla, convencido de que tenía algún truco; a continuación volvió a encaramarse a ella a toda prisa, sumamente desasosegado al ver que el claro ya no se abría hacia el campo, sino que torcía a la derecha. ¿Qué demonios le ocurría? No andaba tan mal de la vista. De nuevo asomó el sol de repente con todo su esplendor, y sembró el suelo del bosque de charcos plateados; y en ese mismo instante cruzó aullando una furiosa ráfaga de viento. Empezaron a caer gotas en todas partes, sobre las hojas, produciendo un golpeteo como de multitud de pisadas. El bosquecillo entero se estremeció y comenzó a agitarse.
«¡Válgame Dios, ahora se pone a llover!», pensó el agrimensor; y al ir a echar mano del paraguas, descubrió que lo había perdido. Volvió a la portilla y vio que se le había caído al otro lado. Para su asombro, descubrió el campo al otro extremo del claro, y también la casa roja, iluminada por el sol del atardecer. Se echó a reír, entonces; porque, naturalmente, en su forcejeo con los barrotes se había dado la vuelta, había caído hacia atrás y no hacia adelante. Saltó la portilla, con toda facilidad esta vez, y desanduvo sus pasos. Descubrió que el paraguas había perdido su aro de plata. Seguramente se le había enganchado en un pie, un clavo o lo que fuera, y lo había arrancado. El agrimensor echó a correr: estaba tremendamente nervioso.
Pero mientras corría, el bosque entero corría con él, en torno a él, de un lado para otro, desplazándose los árboles como si fuesen semovientes, plegando y desplegando las hojas, agitando sus troncos adelante y atrás, descubriendo espacios vacíos sus ramas enormes, y volviéndolos a ocultar antes de que él pudiese verlos con claridad. Había ruido de pisadas por todas panes, y risas, y voces que gritaban, y una multitud de figuras congregadas a su espalda, al extremo de que el claro hervía de movimiento y de vida. Naturalmente, era el viento, que producía en sus oídos el efecto de voces y risas, en tanto el sol y las nubes, al sumir el bosque alternativamente en sombras y en cegadora luz, generaban figuras. Pero no le gustaba todo esto, y echó a correr todo lo deprisa que sus vigorosas piernas lo podían llevar. Ahora estaba asustado. Ya no le parecía un percance apropiado para contarlo a su mujer y sus hijos. Corría como el viento. Sin embargo, sus pies no hacían ruido en la yerba blanda y musgosa.
Entonces, para su horror, vio que el claro se iba estrechando, que lo invadían la maleza y las ortigas, reduciéndolo a un sendero minúsculo, y que terminaba unas veinte yardas más allá, y desaparecía entre los árboles. Lo que no había logrado la portilla, lo había conseguido con facilidad este complicado claro: meterlo materialmente en la espesa muchedumbre de árboles.
Sólo cabía hacer una cosa: dar media vuelta y regresar de nuevo, correr con todas sus fuerzas hacia la vida que venía a su espalda, que lo seguía tan de cerca que casi lo tocaba y lo empujaba. Y eso fue lo que hizo con atropellada valentía. Parecía una temeridad. Se volvió con una especie de salto violento, la cabeza baja, los hombros sacados y las manos extendidas delante de la cara. Se lanzó: embistió como un ser acosado en dirección opuesta, por lo que ahora el viento le dio de cara.
¡Dios mío! El claro que había dejado atrás se había cerrado también: no había sendero ninguno. Se dio la vuelta otra vez como un animal acorralado, buscó con los ojos una salida, un modo de escapar; buscó frenético, jadeante, aterrado hasta el tuétano. Pero el follaje lo envolvía, las ramas le obstruían el paso; los árboles estaban ahora inmóviles y juntos: no los agitaba el más leve soplo de aire; y el sol, en ese instante, se ocultó tras una gran nube negra. El bosque entero se volvió oscuro y silencioso. Lo observó.
Quizá fue este efecto final de súbita negrura lo que lo impulsó a actuar de manera insensata, como si hubiese perdido el juicio. El caso es que, sin pararse a pensar, se lanzó otra vez hacia los árboles. Tuvo la impresión de que lo rodeaban y lo sujetaban de manera asfixiante, y pensó que debía escapar a toda costa... escapar, huir a la libertad del campo y el aire libre. Fue una reacción instintiva; y al parecer, embistió contra un roble que se había situado deliberadamente en el centro del sendero para detenerlo. Lo había visto desplazarse lo menos una yarda; siendo como era un profesional de la medición, acostumbrado al uso del teodolito y la cadena, tenía experiencia para saberlo. Cayó, vio las estrellas, y sintió que mil dedos minúsculos tiraban de sus manos y sus tobillos y su cuello. Sin duda se debía al picor de las ortigas. Es lo que pensó más tarde. En ese momento le pareció diabólicamente intencionado.
Pero hubo otra ilusión extraordinaria para la que no encontró tan fácil explicación. Porque un instante después, al parecer, el bosque entero desfilaba ante él con un profundo susurro de hojas y risas, de miles de pies y de pequeñas, inquietas figuras; dos hombres vestidos de verde pardo lo sacudieron enérgicamente..., y abrió los ojos para descubrir que yacía en el prado junto al paso de cerca donde había comenzado su increíble aventura. El bosque estaba en su sitio de siempre, y lo contemplaba al sol. Encima de él sonreía burlón el deteriorado letrero: «Prohibido el paso».
Con la mente y el cuerpo trastornados, y bastante alterada su alma de empleado, el agrimensor echó a andar despacio a campo traviesa. Mientras caminaba, volvió a consultar las instrucciones de la tarjeta postal, y descubrió con estupor que podía leer la frase borrada pese a las tachaduras trazadas sobre ella: «Hay un atajo que cruza el bosquecillo (el que quiero talar), si lo prefiere». Aunque las tachaduras sobre «si lo prefiere» hacían que pareciese otra cosa: parecía decir, extrañamente, «si se atreve».
-Ese es el bosquecillo que impide la vista de las lomas -explicó después su cliente, señalándolo desde el otro extremo del campo, y consultando el plano que tenía junto a él-. Quiero talarlo, y que se haga un camino así y así -indicó la dirección en el plano, con el dedo-. El Bosque Encantado lo llaman aún; es muchísimo más antiguo que esta casa. Vamos, señor Thomas; si está usted dispuesto, podemos ir a echarle una mirada...
FIN
Algernon Blackwood
Fonte : noticuento
La tarde era tormentosa, con un ventarrón que venía aullando del mar y barría los bosques de Sussex. Unas nubes pesadas, de bordes redondos y apelmazados, entrechocaban en los espacios abiertos del cielo azul. A lo lejos, la línea de lomas recorría el horizonte como una ola inminente. Chanctonbury Ring parecía surcar su cresta como un barco veloz con el casco inclinado por el viento de popa. Se quitó el sombrero y avivó el paso, aspirando con placer y satisfacción grandes bocanadas de aire. El camino estaba desierto: no se veían bicicletas, automóviles, o caballos; ni siquiera un carro de mercancías o un simple viandante. De todos modos, no habría preguntado el camino. Con la mirada atenta a la aparición del paso de cerca, caminaba pesadamente, mientras el viento le sacudía la capa contra la cara y rizaba los charcos azules del camino amarillento. Los árboles mostraban el blanco envés de sus hojas. Los helechos, la yerba nueva y alta, se inclinaban en una única dirección. El día estaba lleno de vida, y había animación y movimiento en todas partes. Y para un agrimensor de Croydon recién llegado de su oficina, esto era como unas vacaciones en el mar.
Era un día de aventuras, y su corazón se elevaba para unirse al talante de la Naturaleza. Su paraguas con aro de plata debía haber sido una espada; y sus zapatos marrones, botas altas con espuelas en los talones. ¿Dónde se ocultaba el Castillo encantado y la Princesa de cabellos dorados como el sol? Su caballo...
De repente apareció a la vista el paso de cerca, y se frustró la aventura en embrión. Otra vez volvió a aprisionarle su ropa de diario. Era agrimensor, de edad madura, con un sueldo de tres libras a la semana, y venía de Croydon a estudiar los cambios que un cliente pensaba hacer en un bosque..., algo que proporcionase una mejor vista desde la ventana de su comedor. Al otro lado del campo, a una milla de distancia quizá, vio centellear al sol el rojo edificio, y mientras descansaba un instante en el paso de cerca para recobrar aliento, se puso a observar un bosquecillo de robles y abedules que quedaba a su derecha. «¡Ajá! -se dijo-; así que ésta debe de ser la arboleda que quiere talar para mejorar la perspectiva, ¿eh? Vamos a echarle una ojeada.» Había una valla, desde luego; pero tenía también un sendero tentador. «No soy un intruso -se dijo-: esto forma parte de mi trabajo.» Saltó dificultosamente por encima de la portilla y se internó entre los árboles. Una pequeña vuelta le llevaría al campo otra vez.
Pero en el instante en que cruzó los primeros árboles dejó de aullar el viento y una quietud se apoderó del mundo. Tan espesa era la vegetación que el sol penetraba sólo en forma de manchas aisladas. El aire era pesado. Se enjugó la frente y se puso su sombrero de fieltro verde; pero una rama baja se lo volvió a quitar en seguida de un golpe; y al inclinarse, se enderezó una cimbreante ramita que había doblado y le dio en la cara. Había flores a ambos bordes del pequeño sendero; de vez en cuando se abría un claro a uno u otro lado; los helechos se curvaban en los rincones húmedos, y era dulce y rico el olor a tierra y a follaje. Hacía más fresco aquí. «Qué bosquecillo más encantador», pensó, bajando hacia un pequeño calvero donde el sol aleteaba como una multitud de mariposas plateadas. ¡Cómo danzaba y palpitaba y revoloteaba! Se puso una flor azul oscuro en el ojal. Nuevamente, al incorporarse, le quitó el sombrero de un golpe una rama de roble, derribándoselo por delante de los ojos. Esta vez no se lo volvió a poner. Balanceando el paraguas, prosiguió su camino con la cabeza descubierta, silbando sonoramente. Pero el espesor de los árboles animaba poco a silbar; y parecieron enfriarse algo su alegría y su ánimo. De repente, se dio cuenta de que caminaba con cautela. La quietud del bosque era de lo más singular.
Hubo un susurro entre los helechos y las hojas; algo saltó de repente al sendero, a unas diez yardas de él, se detuvo un instante, irguiendo la cabeza ladeada para mirar, y luego se zambulló otra vez en la maleza a la velocidad de una sombra. Se sobresaltó como un niño miedoso, y un segundo después se rió de que un mero faisán lo hubiese asustado. Oyó un traqueteo de ruedas a lo lejos, en el camino; y, sin saber por qué, le resultó grato ese ruido. «El carro del viejo carnicero», se dijo... Entonces se dio cuenta de que iba en dirección equivocada y que, no sabía cómo, había dado media vuelta. Porque el camino debía quedar detrás de él, no delante.
Conque se metió apresuradamente por otro estrecho claro que se perdía en el verdor que tenía a su derecha. «Esta es la dirección, por supuesto -se dijo-; me han debido de despistar los árboles...» y de repente descubrió que estaba junto a la portilla que había saltado para entrar. Había estado andando en círculo. La sorpresa, aquí, se convirtió casi en desconcierto: vio a un hombre vestido de verde pardo como los guardabosques, apoyado en la valla, dándose pequeños azotes en la pierna con una fusta. «Voy a casa del señor Lumley -explicó el caminante-. Este es su bosque, creo...», calló de repente; porque allí no había hombre alguno, sino que era un mero efecto de luz y sombra en el follaje. Retrocedió para reconstruir la singular ilusión, pero el viento agitaba demasiado las ramas aquí, en la linde del bosque, y el follaje se negó a repetir la imagen. Las hojas susurraron de un modo extraño. En ese preciso momento se ocultó el sol tras una nube, haciendo que el bosque adquiriese un aspecto diferente. Y entonces se puso de manifiesto con cuánta facilidad puede sufrir engaño la mente humana; porque casi le pareció que el hombre le contestaba, le hablaba -¿o fue el rumor de las ramas al restregar unas con otras?-; y que señalaba con la fusta un letrero clavado en el árbol más cercano. Aún le sonaban en el cerebro sus palabras; aunque, por supuesto, todo eran figuraciones suyas: «No, este bosque no es suyo. Es nuestro». Y además, algún gracioso del pueblo había cambiado el texto de la deteriorada tabla; porque ahora ponía con toda claridad: «Prohibido el paso».
Y mientras el asombrado agrimensor leía el letrero, y dejaba escapar una risita, se dijo, pensando en la historia que iba a contar más tarde a su mujer y sus hijos: «Este condenado bosquecillo ha intentado echarme. Pero voy a entrar otra vez. En realidad, ocupa un acre como máximo. No tengo más remedio que salir a campo abierto por el lado opuesto si sigo en línea recta». Recordó su posición en la oficina. Tenía cierta dignidad que conservar.
La nube se apartó de delante del sol, y la luz salpicó de repente toda clase de lugares insospechados. Él, entretanto, seguía caminando en línea recta. Sentía una especie de rara turbación: esta forma en que los árboles cambiaban las luces en sombras le confundía evidentemente la vista. Para su alivio, surgió al fin un nuevo claro entre los árboles, revelándole el campo, y divisó el edificio rojo a lo lejos, al otro extremo. Pero tenía que saltar primero una pequeña portilla que había en el camino; y al trepar trabajosamente a ella -dado que no quiso abrirse-, tuvo la asombrosa sensación de que, debido a su peso, se desplazaba lateralmente en dirección al bosque. Al igual que las escaleras mecánicas de Harrod's y Earl's Court, empezó a deslizarse con él. Era horrible. Hizo un esfuerzo ímprobo para saltar, antes de que le internase en los árboles; pero se le enredó el pie entre los barrotes y el paraguas, con tal fortuna que cayó al otro lado con los brazos abiertos, en medio de la maleza y las ortigas, y los zapatos trabados entre los dos primeros palos. Se quedó un momento en la postura de un crucificado boca abajo, y mientras forcejeaba para desembarazarse -los pies, los barrotes y el paraguas formaban una verdadera maraña-, vio pasar por el bosque, a toda prisa, al hombrecillo de verde pardo. Iba riendo. Cruzó el claro, a unas cincuenta yardas de él; esta vez no estaba solo. A su lado iba un compañero igual que él. El agrimensor, nuevamente de pie, los vio desaparecer en la penumbra verdosa. «Son vagabundos, no guardabosques», se dijo, medio mortificado, medio furioso. Pero el corazón le latía terriblemente, y no se atrevió a expresar todo lo que pensaba.
Examinó la portilla, convencido de que tenía algún truco; a continuación volvió a encaramarse a ella a toda prisa, sumamente desasosegado al ver que el claro ya no se abría hacia el campo, sino que torcía a la derecha. ¿Qué demonios le ocurría? No andaba tan mal de la vista. De nuevo asomó el sol de repente con todo su esplendor, y sembró el suelo del bosque de charcos plateados; y en ese mismo instante cruzó aullando una furiosa ráfaga de viento. Empezaron a caer gotas en todas partes, sobre las hojas, produciendo un golpeteo como de multitud de pisadas. El bosquecillo entero se estremeció y comenzó a agitarse.
«¡Válgame Dios, ahora se pone a llover!», pensó el agrimensor; y al ir a echar mano del paraguas, descubrió que lo había perdido. Volvió a la portilla y vio que se le había caído al otro lado. Para su asombro, descubrió el campo al otro extremo del claro, y también la casa roja, iluminada por el sol del atardecer. Se echó a reír, entonces; porque, naturalmente, en su forcejeo con los barrotes se había dado la vuelta, había caído hacia atrás y no hacia adelante. Saltó la portilla, con toda facilidad esta vez, y desanduvo sus pasos. Descubrió que el paraguas había perdido su aro de plata. Seguramente se le había enganchado en un pie, un clavo o lo que fuera, y lo había arrancado. El agrimensor echó a correr: estaba tremendamente nervioso.
Pero mientras corría, el bosque entero corría con él, en torno a él, de un lado para otro, desplazándose los árboles como si fuesen semovientes, plegando y desplegando las hojas, agitando sus troncos adelante y atrás, descubriendo espacios vacíos sus ramas enormes, y volviéndolos a ocultar antes de que él pudiese verlos con claridad. Había ruido de pisadas por todas panes, y risas, y voces que gritaban, y una multitud de figuras congregadas a su espalda, al extremo de que el claro hervía de movimiento y de vida. Naturalmente, era el viento, que producía en sus oídos el efecto de voces y risas, en tanto el sol y las nubes, al sumir el bosque alternativamente en sombras y en cegadora luz, generaban figuras. Pero no le gustaba todo esto, y echó a correr todo lo deprisa que sus vigorosas piernas lo podían llevar. Ahora estaba asustado. Ya no le parecía un percance apropiado para contarlo a su mujer y sus hijos. Corría como el viento. Sin embargo, sus pies no hacían ruido en la yerba blanda y musgosa.
Entonces, para su horror, vio que el claro se iba estrechando, que lo invadían la maleza y las ortigas, reduciéndolo a un sendero minúsculo, y que terminaba unas veinte yardas más allá, y desaparecía entre los árboles. Lo que no había logrado la portilla, lo había conseguido con facilidad este complicado claro: meterlo materialmente en la espesa muchedumbre de árboles.
Sólo cabía hacer una cosa: dar media vuelta y regresar de nuevo, correr con todas sus fuerzas hacia la vida que venía a su espalda, que lo seguía tan de cerca que casi lo tocaba y lo empujaba. Y eso fue lo que hizo con atropellada valentía. Parecía una temeridad. Se volvió con una especie de salto violento, la cabeza baja, los hombros sacados y las manos extendidas delante de la cara. Se lanzó: embistió como un ser acosado en dirección opuesta, por lo que ahora el viento le dio de cara.
¡Dios mío! El claro que había dejado atrás se había cerrado también: no había sendero ninguno. Se dio la vuelta otra vez como un animal acorralado, buscó con los ojos una salida, un modo de escapar; buscó frenético, jadeante, aterrado hasta el tuétano. Pero el follaje lo envolvía, las ramas le obstruían el paso; los árboles estaban ahora inmóviles y juntos: no los agitaba el más leve soplo de aire; y el sol, en ese instante, se ocultó tras una gran nube negra. El bosque entero se volvió oscuro y silencioso. Lo observó.
Quizá fue este efecto final de súbita negrura lo que lo impulsó a actuar de manera insensata, como si hubiese perdido el juicio. El caso es que, sin pararse a pensar, se lanzó otra vez hacia los árboles. Tuvo la impresión de que lo rodeaban y lo sujetaban de manera asfixiante, y pensó que debía escapar a toda costa... escapar, huir a la libertad del campo y el aire libre. Fue una reacción instintiva; y al parecer, embistió contra un roble que se había situado deliberadamente en el centro del sendero para detenerlo. Lo había visto desplazarse lo menos una yarda; siendo como era un profesional de la medición, acostumbrado al uso del teodolito y la cadena, tenía experiencia para saberlo. Cayó, vio las estrellas, y sintió que mil dedos minúsculos tiraban de sus manos y sus tobillos y su cuello. Sin duda se debía al picor de las ortigas. Es lo que pensó más tarde. En ese momento le pareció diabólicamente intencionado.
Pero hubo otra ilusión extraordinaria para la que no encontró tan fácil explicación. Porque un instante después, al parecer, el bosque entero desfilaba ante él con un profundo susurro de hojas y risas, de miles de pies y de pequeñas, inquietas figuras; dos hombres vestidos de verde pardo lo sacudieron enérgicamente..., y abrió los ojos para descubrir que yacía en el prado junto al paso de cerca donde había comenzado su increíble aventura. El bosque estaba en su sitio de siempre, y lo contemplaba al sol. Encima de él sonreía burlón el deteriorado letrero: «Prohibido el paso».
Con la mente y el cuerpo trastornados, y bastante alterada su alma de empleado, el agrimensor echó a andar despacio a campo traviesa. Mientras caminaba, volvió a consultar las instrucciones de la tarjeta postal, y descubrió con estupor que podía leer la frase borrada pese a las tachaduras trazadas sobre ella: «Hay un atajo que cruza el bosquecillo (el que quiero talar), si lo prefiere». Aunque las tachaduras sobre «si lo prefiere» hacían que pareciese otra cosa: parecía decir, extrañamente, «si se atreve».
-Ese es el bosquecillo que impide la vista de las lomas -explicó después su cliente, señalándolo desde el otro extremo del campo, y consultando el plano que tenía junto a él-. Quiero talarlo, y que se haga un camino así y así -indicó la dirección en el plano, con el dedo-. El Bosque Encantado lo llaman aún; es muchísimo más antiguo que esta casa. Vamos, señor Thomas; si está usted dispuesto, podemos ir a echarle una mirada...
FIN
Algernon Blackwood
Fonte : noticuento
sexta-feira, 27 de agosto de 2010
Bocas
Dónde empieza la boca?
en el beso?
en el insulto?
en el mordisco?
en el grito?
en el bostezo?
en la sonrisa?
en el silbo?
en la amenaza?
en el gemido?
que te quede bien claro
donde acaba tu boca
ahí empieza la mia
Mario Benedetti
en el beso?
en el insulto?
en el mordisco?
en el grito?
en el bostezo?
en la sonrisa?
en el silbo?
en la amenaza?
en el gemido?
que te quede bien claro
donde acaba tu boca
ahí empieza la mia
Mario Benedetti
quarta-feira, 25 de agosto de 2010
Quem ama inventa
Quem ama inventa as coisas a que ama…
Talvez chegaste quando eu te sonhava.
Então de súbito acendeu-se a chama!
Era a brasa dormida que acordava…
E era um revôo sobre a ruinaria,
No ar atônito bimbalhavam sinos,
Tangidos por uns anjos peregrinos
Cujo dom é fazer ressurreições…
Um ritmo divino? Oh! Simplesmente
O palpitar de nossos corações
Batendo juntos e festivamente,
Ou sozinhos, num ritmo tristonho…
Ó! meu pobre, meu grande amor distante,
Nem sabes tu o bem que faz à gente
Haver sonhado… e ter vivido o sonho !
Mario Quintana
Talvez chegaste quando eu te sonhava.
Então de súbito acendeu-se a chama!
Era a brasa dormida que acordava…
E era um revôo sobre a ruinaria,
No ar atônito bimbalhavam sinos,
Tangidos por uns anjos peregrinos
Cujo dom é fazer ressurreições…
Um ritmo divino? Oh! Simplesmente
O palpitar de nossos corações
Batendo juntos e festivamente,
Ou sozinhos, num ritmo tristonho…
Ó! meu pobre, meu grande amor distante,
Nem sabes tu o bem que faz à gente
Haver sonhado… e ter vivido o sonho !
Mario Quintana
terça-feira, 24 de agosto de 2010
Era manhã de setembro
Era manhã de setembro
e
ela me beijava o membro.
Aviões e nuvens passavam
coros negros rebramiam
ela me beijava o membro.
O meu tempo de menino
o meu tempo ainda futuro
cruzados floriam junto
Ela me beijava o membro
Um passarinho cantava,
bem dentro da árvore, dentro
da terra, de mim, da morte
Morte e primavera em ramo
disputavam-se a água clara
água que dobrava a sede
Ela me beijando o membro
Tudo o que eu tivera sido
quando me fora defeso
já não formava sentido
Somente a rosa crispada
o talo ardente, uma flama
aquele êxtase na grama
Ela a me beijar o membro
Dos beijos era o mais casto
na pureza despojada
que é própria das coisas dadas
Nem era preito de escrava
enrodilhada na sombra
mas presente de rainha
tornando-se coisa minha
circulando-me no sangue
e doce e lento e erradio
como beijava uma santa
no mais divino transporte
e num solene arrepio
beijava beijava o membro
Pensando nos outros homens
eu tinha pena de todos
aprisionados no mundo
Meu império se estendia
por toda a praia deserta
e a cada sentido alerta
Ela me beijava o membro
O capítulo do ser
o mistério do existir
o desencontro de amar
eram tudo ondas caladas
morrendo num cais longínquo
e uma cidade se erguia
radiante de pedrarias
e de ódios apaziguados
e o espasmo vinha na brisa
para consigo furtar-me
se antes não me desfolhava
como um cabelo se alisa
e me tornava disperso
todo em círculos concêntricos
na fumaça do universo
Beijava o membro
beijava
e se morria beijando
a renascer em dezembro.
Carlos Drummond de Andrade
e
ela me beijava o membro.
Aviões e nuvens passavam
coros negros rebramiam
ela me beijava o membro.
O meu tempo de menino
o meu tempo ainda futuro
cruzados floriam junto
Ela me beijava o membro
Um passarinho cantava,
bem dentro da árvore, dentro
da terra, de mim, da morte
Morte e primavera em ramo
disputavam-se a água clara
água que dobrava a sede
Ela me beijando o membro
Tudo o que eu tivera sido
quando me fora defeso
já não formava sentido
Somente a rosa crispada
o talo ardente, uma flama
aquele êxtase na grama
Ela a me beijar o membro
Dos beijos era o mais casto
na pureza despojada
que é própria das coisas dadas
Nem era preito de escrava
enrodilhada na sombra
mas presente de rainha
tornando-se coisa minha
circulando-me no sangue
e doce e lento e erradio
como beijava uma santa
no mais divino transporte
e num solene arrepio
beijava beijava o membro
Pensando nos outros homens
eu tinha pena de todos
aprisionados no mundo
Meu império se estendia
por toda a praia deserta
e a cada sentido alerta
Ela me beijava o membro
O capítulo do ser
o mistério do existir
o desencontro de amar
eram tudo ondas caladas
morrendo num cais longínquo
e uma cidade se erguia
radiante de pedrarias
e de ódios apaziguados
e o espasmo vinha na brisa
para consigo furtar-me
se antes não me desfolhava
como um cabelo se alisa
e me tornava disperso
todo em círculos concêntricos
na fumaça do universo
Beijava o membro
beijava
e se morria beijando
a renascer em dezembro.
Carlos Drummond de Andrade
domingo, 22 de agosto de 2010
Um Toque azul
Eis o centro do corpo
o nosso centro
onde os dedos escorregam devagar
e logo tornam onde nesse
centro
os dedos esfregam – correm
e voltam sem cessar
e então são os meus
já os teus dedos
e são meus dedos
já a tua boca
que vai sorvendo os lábios
dessa boca
que manipulo – conduzo
pensando em tua boca
Ardencia funda
planta em movimento
que trepa e fende fundidas
já no tempo
calando o grito nos pulmões da tarde
E todo o corpo
é esse movimento
que trepa e fende fundidas
já no tempo
alando o grito nos pulmões da tarde
E todo o corpo
é esse movimento
em torno
em volta
no centro desses lábios
que a febre toma
engrossa
e vai cedendo a pouco e pouco
nos dedos e na palma
o nosso centro
onde os dedos escorregam devagar
e logo tornam onde nesse
centro
os dedos esfregam – correm
e voltam sem cessar
e então são os meus
já os teus dedos
e são meus dedos
já a tua boca
que vai sorvendo os lábios
dessa boca
que manipulo – conduzo
pensando em tua boca
Ardencia funda
planta em movimento
que trepa e fende fundidas
já no tempo
calando o grito nos pulmões da tarde
E todo o corpo
é esse movimento
que trepa e fende fundidas
já no tempo
alando o grito nos pulmões da tarde
E todo o corpo
é esse movimento
em torno
em volta
no centro desses lábios
que a febre toma
engrossa
e vai cedendo a pouco e pouco
nos dedos e na palma
desperta-me de noite
o teu desejo
na vaga dos teus dedos
com que vergas
o sono em que me deito
é rede a tua língua
em sua teia
é vicio as palavras
com que falas
a trégua
a entrega
o disfarce
e lembras os meus ombros
docemente
na dobra do lençol que desfazes
desperta-me de noite
com teu corpo tiras-me do sono
onde resvalo
e eu pouco a pouco
vou repelindo a noite
e tu dentro de mim
vai descoblindo vales
Maria Tereza Horta
o teu desejo
na vaga dos teus dedos
com que vergas
o sono em que me deito
é rede a tua língua
em sua teia
é vicio as palavras
com que falas
a trégua
a entrega
o disfarce
e lembras os meus ombros
docemente
na dobra do lençol que desfazes
desperta-me de noite
com teu corpo tiras-me do sono
onde resvalo
e eu pouco a pouco
vou repelindo a noite
e tu dentro de mim
vai descoblindo vales
Maria Tereza Horta
POUR TOI MON AMOUR
Jacques Prevert
Je suis allé aux marché aux oiseaux
Et j’ai acheté des oiseaux
Pour toi
Mon amour
Je suis allé au marché aux fleurs
Et j’ai acheté des fleurs
Pour toi
Mon amour
Je suis allé au marché à la ferraille
Et j’ai acheté des chaînes
Des lourdes chaînes
Pour toi
Mon amour
Et puis je suis allé au marché aux esclaves
Et je t’ai cherchée
Mais je ne t’ai pas trouvée
Mon amour
Para ti meu amor
Jacques Prevert
PARA TI, MEU AMOR
De um velho passarinheiro
Comprei para ti,
Meu amor,
Um lindo bem-te-vi.
Da florista mais vaidosa,
A mais bela rosa
Comprei para ti,
Meu amor.
A um robusto ferreiro,
Do aço mais duradouro,
Banhadas em ouro,
Algemas pedi,
Só para ti,
Meu amor.
Por fim, louco de amor,
Em meio às escravas
Por ti procurei.
Mas tu não estavas,
Meu amor.
(Tradução de Isaias Edson Sidney)
Je suis allé aux marché aux oiseaux
Et j’ai acheté des oiseaux
Pour toi
Mon amour
Je suis allé au marché aux fleurs
Et j’ai acheté des fleurs
Pour toi
Mon amour
Je suis allé au marché à la ferraille
Et j’ai acheté des chaînes
Des lourdes chaînes
Pour toi
Mon amour
Et puis je suis allé au marché aux esclaves
Et je t’ai cherchée
Mais je ne t’ai pas trouvée
Mon amour
Para ti meu amor
Jacques Prevert
PARA TI, MEU AMOR
De um velho passarinheiro
Comprei para ti,
Meu amor,
Um lindo bem-te-vi.
Da florista mais vaidosa,
A mais bela rosa
Comprei para ti,
Meu amor.
A um robusto ferreiro,
Do aço mais duradouro,
Banhadas em ouro,
Algemas pedi,
Só para ti,
Meu amor.
Por fim, louco de amor,
Em meio às escravas
Por ti procurei.
Mas tu não estavas,
Meu amor.
(Tradução de Isaias Edson Sidney)
sexta-feira, 20 de agosto de 2010
quarta-feira, 18 de agosto de 2010
Último beijo de amor
“Well Juliet! I shall lie with thee to night” .
Bem, Julieta, hei de me deitar com você essa noite!
(Shakespeare – Romeu e Julieta)
A noite ia alta: a orgia findara. Os convivas dormiam repletos, nas trevas.
Uma luz raiou súbito pelas fisgas da porta. A porta abriu-se. Entrou uma mulher vestida de negro. Era pálida, e a luz de uma lanterna, que trazia erguida na mão, se derramava macilenta nas faces dela e dava-lhe um brilho singular aos olhos. Talvez que um dia fosse uma beleza típica, uma dessas imagens que faz-me descorar de volúpia nos sonhos de mancebo. Mas agora com sua tez lívida, seus olhos acesos, seus lábio roxos, suas mãos de mármore, e a roupagem escura e gotejante da chuva, disséreis antes – o anjo perdido da loucura.
A mulher curvou-se: com a lanterna na mão procurava uma por uma entre essas faces dormidas um rosto conhecido.
Quando a luz bateu em Arnold, ajoelhou-se. Quis dar-lhe um beijo – alongou os lábios… Mas uma idéia a susteve. Ergueu-se. Quando chegou a Johann, que dormia, um riso embranqueceu-lhe os beiços: o olhar tornou-se-lhe sombrio.
Abaixou-se junto dele: depôs a lâmpada no chão. O lume baço da lanterna dando nas roupas dela espalhava sombra sobre Johann. A fronte da mulher pendeu – e sua mão passou na garganta dele. – Um soluço rouco e sufocado ofegou daí. A desconhecida levantou-se. Tremia, e ao segurar na lanterna ressoou-lhe na mão um ferro… Era um punhal… Atirou-o no chão. Viu que tinha as mãos vermelhas – enxugou-as nos longos cabelos de Johann.
Voltou a Arnold; sacudiu-o.
- Acorda e levanta-te!
- Que me queres?
- Olha-me: não me conheces?
- Tu! E não é um sonho? És tu! Oh! deixa que eu te aperte ainda! Cinco anos sem ver-te! Cinco anos! E como mudaste!
- Sim: já não sou bela como há cinco anos! É verdade, meu loiro amante! É que a flor de beleza é como todas as flores. Alentai-as ao orvalho da virgindade, ao vento da pureza – e serão belas. – Revolvei-as no lodo – e como os frutos que caem, mergulham nas águas domar, cobrem-se de um invólucro impuro e salobro! Outrora era Giorgia, a virgem: mas hoje é Giorgia, a prostituta!
- Meu Deus! Meu Deus!
E o moço sumiu a fronte nas mãos.
- Não me amaldiçoes, não!
- Oh! deixa que me lembre; estes cinco anos que passaram foram um sonho. Aquele homem do bilhar, o duelo à queima roupa, meu acordar num hospital, essa vida devassa onde me lançou a desesperação, isso é um sonho? Oh! lembremo-nos do passado! Quando o inverno escurece o céu, cerremos os olhos; pobres andorinhas moribundas, lembremo-nos da primavera!…
- Tuas palavras me doem… É um adeus, é um beijo de adeus e separação que venho pedir-te; na terra nosso leito seria impuro, o mundo manchou nossos corpos. O amor do libertino e da prostituta! Satã riria de nós. É no céu, quando o túmulo nos lavar em seu banho, que se levantará nossa manhã de amor…
- Oh! ver-te e para deixar-te ainda uma vez! E não pensaste, Giorgia, que me fora melhor ter morrido devorado pelos cães na rua deserta, onde me levantaram cheio de sangue? Que fora-te melhor assassinar-me no dormir do ébrio, do que apontar-me a estrela errante da ventura e apagar-me a do céu? Não pensaste que, após cinco anos, cinco anos de febre e de insônias, de esperar e desesperar, de vida por ti, de saudades e agonia, fora o inferno ver-te para deixar-te?
- Compaixão, Arnold! É preciso que esse adeus seja longo como a vida. Vês, minha sina é negra: nas minhas lembranças há uma nódoa torpe… Hoje! É o leito venal… Amanhã!… só espero no leito do túmulo. Arnold! Arnold!
- Não me chames Arnold! Chama-me Artur como dantes, Artur! Não ouves? Chama-me assim! Há tanto tempo que não ouço me chamarem pó esse nome!… Eu era um louco! Quis afogar meus pensamentos, e vaguei pelas cidades e pelas montanhas deixando em toda a parte lágrimas – nas cavernas solitárias, nos campos silenciosos, e nas mesas molhadas de vinho! Vem, Giorgia! Senta-te aqui, senta-te nos meus joelhos – bem aconchegada a meu coração… tua cabeça no meu ombro! Vem um beijo! Quero sentir ainda uma vez o perfume que respirava outrora nos teus lábios. – Respire-o eu e morra depois!… Cinco anos! Oh! tanto tempo a esperar-te, a desejar uma hora no teu seio!… Depois… escuta… tenho tanto a dizer-te! Tantas lágrimas a derramar no teu colo! Vem! E dir-te-ei toda a minha história! Minhas ilusões de amante e as noites malditas da crápula, e o tédio que me inspiravam aqueles beiços frios das vendidas que me beijavam! Vem! Contar-te-ei tudo isso: dir-te-ei como profanei minha alma, e meu passado: e choraremos juntos – e nossas lágrimas nos levarão como a chuva lava as folhas do lodo!
- Obrigado, Artur! Obrigado!
A mulher sufocava-se nas lágrimas, e o mancebo murmurava entre beijos palavras de amor.
- Escuta, Artur, eu vinho só dizer-te – adeus! – da borda do meu túmulo: e depois contente fecharia eu mesma a porta dele… Artur, eu vou morrer!
Ambos choravam.
- Agora vê – continuou ela. – Acompanha-me: vês aquele homem?
Arnold tomou a lanterna.
- Johann! Morto! Sangue de Deus! Quem o matou?
- Giorgia. Era ele um infame. Foi quem deixou por morto um mancebo a quem esbofeteara numa casa de jogo. Giorgia a prostituta vingou nele Giorgia, a virgem. Esse homem foi quem a desonrou! Desonrou-a, a ela que era sua irmã!
- Horror! Horror!
E o moço virou a cara e cobriu-a com as mãos.
A mulher ajoelhou-se a seus pés.
- E agora adeus! Adeus que morro! Não vês que fico lívida, que meus olhos se empanam e tremo… e desfaleço?
- Não! Eu não partirei. Se eu vivesse amanhã haveria uma lembrança horrível em meu passado…
- E não tens medo? Olha! É a morte que vem! É a vida que crepuscula em minha fronte. Não vês esse arrepio entre minhas sobrancelhas?…
- E que me importa o sonho da morte? Meu porvir amanhã seria terrível: e à cabeça apodrecida do cadáver não ressoam lembranças; seus lábios gruda-os a morte: a campa é silenciosa. Morrerei!
A mulher recuava… recuava. O moço tomou-a nos braços, pregou os lábios nos dela… Ela deu um grito, e caiu-lhe das mãos. Era horrível de ver-se. O moço tomou o punhal, fechou os olhos, apertou-o no peito, e caiu sobre ela. Dois gemidos sufocaram-se no estrondo do baque de um corpo…
A lâmpada apagou-se.
Fonte: http://www.trapichedosoutros.blogspot.com/
Bem, Julieta, hei de me deitar com você essa noite!
(Shakespeare – Romeu e Julieta)
A noite ia alta: a orgia findara. Os convivas dormiam repletos, nas trevas.
Uma luz raiou súbito pelas fisgas da porta. A porta abriu-se. Entrou uma mulher vestida de negro. Era pálida, e a luz de uma lanterna, que trazia erguida na mão, se derramava macilenta nas faces dela e dava-lhe um brilho singular aos olhos. Talvez que um dia fosse uma beleza típica, uma dessas imagens que faz-me descorar de volúpia nos sonhos de mancebo. Mas agora com sua tez lívida, seus olhos acesos, seus lábio roxos, suas mãos de mármore, e a roupagem escura e gotejante da chuva, disséreis antes – o anjo perdido da loucura.
A mulher curvou-se: com a lanterna na mão procurava uma por uma entre essas faces dormidas um rosto conhecido.
Quando a luz bateu em Arnold, ajoelhou-se. Quis dar-lhe um beijo – alongou os lábios… Mas uma idéia a susteve. Ergueu-se. Quando chegou a Johann, que dormia, um riso embranqueceu-lhe os beiços: o olhar tornou-se-lhe sombrio.
Abaixou-se junto dele: depôs a lâmpada no chão. O lume baço da lanterna dando nas roupas dela espalhava sombra sobre Johann. A fronte da mulher pendeu – e sua mão passou na garganta dele. – Um soluço rouco e sufocado ofegou daí. A desconhecida levantou-se. Tremia, e ao segurar na lanterna ressoou-lhe na mão um ferro… Era um punhal… Atirou-o no chão. Viu que tinha as mãos vermelhas – enxugou-as nos longos cabelos de Johann.
Voltou a Arnold; sacudiu-o.
- Acorda e levanta-te!
- Que me queres?
- Olha-me: não me conheces?
- Tu! E não é um sonho? És tu! Oh! deixa que eu te aperte ainda! Cinco anos sem ver-te! Cinco anos! E como mudaste!
- Sim: já não sou bela como há cinco anos! É verdade, meu loiro amante! É que a flor de beleza é como todas as flores. Alentai-as ao orvalho da virgindade, ao vento da pureza – e serão belas. – Revolvei-as no lodo – e como os frutos que caem, mergulham nas águas domar, cobrem-se de um invólucro impuro e salobro! Outrora era Giorgia, a virgem: mas hoje é Giorgia, a prostituta!
- Meu Deus! Meu Deus!
E o moço sumiu a fronte nas mãos.
- Não me amaldiçoes, não!
- Oh! deixa que me lembre; estes cinco anos que passaram foram um sonho. Aquele homem do bilhar, o duelo à queima roupa, meu acordar num hospital, essa vida devassa onde me lançou a desesperação, isso é um sonho? Oh! lembremo-nos do passado! Quando o inverno escurece o céu, cerremos os olhos; pobres andorinhas moribundas, lembremo-nos da primavera!…
- Tuas palavras me doem… É um adeus, é um beijo de adeus e separação que venho pedir-te; na terra nosso leito seria impuro, o mundo manchou nossos corpos. O amor do libertino e da prostituta! Satã riria de nós. É no céu, quando o túmulo nos lavar em seu banho, que se levantará nossa manhã de amor…
- Oh! ver-te e para deixar-te ainda uma vez! E não pensaste, Giorgia, que me fora melhor ter morrido devorado pelos cães na rua deserta, onde me levantaram cheio de sangue? Que fora-te melhor assassinar-me no dormir do ébrio, do que apontar-me a estrela errante da ventura e apagar-me a do céu? Não pensaste que, após cinco anos, cinco anos de febre e de insônias, de esperar e desesperar, de vida por ti, de saudades e agonia, fora o inferno ver-te para deixar-te?
- Compaixão, Arnold! É preciso que esse adeus seja longo como a vida. Vês, minha sina é negra: nas minhas lembranças há uma nódoa torpe… Hoje! É o leito venal… Amanhã!… só espero no leito do túmulo. Arnold! Arnold!
- Não me chames Arnold! Chama-me Artur como dantes, Artur! Não ouves? Chama-me assim! Há tanto tempo que não ouço me chamarem pó esse nome!… Eu era um louco! Quis afogar meus pensamentos, e vaguei pelas cidades e pelas montanhas deixando em toda a parte lágrimas – nas cavernas solitárias, nos campos silenciosos, e nas mesas molhadas de vinho! Vem, Giorgia! Senta-te aqui, senta-te nos meus joelhos – bem aconchegada a meu coração… tua cabeça no meu ombro! Vem um beijo! Quero sentir ainda uma vez o perfume que respirava outrora nos teus lábios. – Respire-o eu e morra depois!… Cinco anos! Oh! tanto tempo a esperar-te, a desejar uma hora no teu seio!… Depois… escuta… tenho tanto a dizer-te! Tantas lágrimas a derramar no teu colo! Vem! E dir-te-ei toda a minha história! Minhas ilusões de amante e as noites malditas da crápula, e o tédio que me inspiravam aqueles beiços frios das vendidas que me beijavam! Vem! Contar-te-ei tudo isso: dir-te-ei como profanei minha alma, e meu passado: e choraremos juntos – e nossas lágrimas nos levarão como a chuva lava as folhas do lodo!
- Obrigado, Artur! Obrigado!
A mulher sufocava-se nas lágrimas, e o mancebo murmurava entre beijos palavras de amor.
- Escuta, Artur, eu vinho só dizer-te – adeus! – da borda do meu túmulo: e depois contente fecharia eu mesma a porta dele… Artur, eu vou morrer!
Ambos choravam.
- Agora vê – continuou ela. – Acompanha-me: vês aquele homem?
Arnold tomou a lanterna.
- Johann! Morto! Sangue de Deus! Quem o matou?
- Giorgia. Era ele um infame. Foi quem deixou por morto um mancebo a quem esbofeteara numa casa de jogo. Giorgia a prostituta vingou nele Giorgia, a virgem. Esse homem foi quem a desonrou! Desonrou-a, a ela que era sua irmã!
- Horror! Horror!
E o moço virou a cara e cobriu-a com as mãos.
A mulher ajoelhou-se a seus pés.
- E agora adeus! Adeus que morro! Não vês que fico lívida, que meus olhos se empanam e tremo… e desfaleço?
- Não! Eu não partirei. Se eu vivesse amanhã haveria uma lembrança horrível em meu passado…
- E não tens medo? Olha! É a morte que vem! É a vida que crepuscula em minha fronte. Não vês esse arrepio entre minhas sobrancelhas?…
- E que me importa o sonho da morte? Meu porvir amanhã seria terrível: e à cabeça apodrecida do cadáver não ressoam lembranças; seus lábios gruda-os a morte: a campa é silenciosa. Morrerei!
A mulher recuava… recuava. O moço tomou-a nos braços, pregou os lábios nos dela… Ela deu um grito, e caiu-lhe das mãos. Era horrível de ver-se. O moço tomou o punhal, fechou os olhos, apertou-o no peito, e caiu sobre ela. Dois gemidos sufocaram-se no estrondo do baque de um corpo…
A lâmpada apagou-se.
Fonte: http://www.trapichedosoutros.blogspot.com/
segunda-feira, 16 de agosto de 2010
Abandono
“Por teu livre pensamento
Foram-te longe encerrar
Tão longe que o meu lamento
Não te consegue alcançar
E apenas ouves o vento
E apenas ouves o mar.
Levaram-te no meio da noite
A treva tudo cobria
Foi de noite, numa noite
De todas a mais sombria.
Foi de noite, foi de noite
E nunca mais se fez dia.
Ai dessa noite o veneno
Persiste em me envenenar
Oiço apenas o silêncio
Que ficou em teu lugar
E ao menos ouves o vento
E ao menos ouves o mar…”
David Mourão-Ferreira
Foram-te longe encerrar
Tão longe que o meu lamento
Não te consegue alcançar
E apenas ouves o vento
E apenas ouves o mar.
Levaram-te no meio da noite
A treva tudo cobria
Foi de noite, numa noite
De todas a mais sombria.
Foi de noite, foi de noite
E nunca mais se fez dia.
Ai dessa noite o veneno
Persiste em me envenenar
Oiço apenas o silêncio
Que ficou em teu lugar
E ao menos ouves o vento
E ao menos ouves o mar…”
David Mourão-Ferreira
domingo, 15 de agosto de 2010
Fazer estrelas
Fazer amor como
quem faz estrelas
pari-las
vê-las
surgir em explosões
orgásticas
fantásticas
beleza plástica
de pernas entrelaçadas
peles entremeadas
ungidas
pêlos, sêmen,
suores bênçãos
soluços cálidos
sussurros tímidos
urgentes.
Passear a língua no
corpo
como alpinista
montes, depressões
escalas, o pico
o ápice
o pênis pulsa
tórrido
mármore
a língua feito artista
a desenhar sóis
nos mamilos
pernas abertas
frondosas árvores
sulcos
suculentos frutos
saliva
filetes
falsetes das vozes
roucas.
Nalú Nogueira
Eros – 1° Antologia de Poemas Eróticos, Editora Poesia Diária, 1999 – Rio de Janeiro, Brasil.
quem faz estrelas
pari-las
vê-las
surgir em explosões
orgásticas
fantásticas
beleza plástica
de pernas entrelaçadas
peles entremeadas
ungidas
pêlos, sêmen,
suores bênçãos
soluços cálidos
sussurros tímidos
urgentes.
Passear a língua no
corpo
como alpinista
montes, depressões
escalas, o pico
o ápice
o pênis pulsa
tórrido
mármore
a língua feito artista
a desenhar sóis
nos mamilos
pernas abertas
frondosas árvores
sulcos
suculentos frutos
saliva
filetes
falsetes das vozes
roucas.
Nalú Nogueira
Eros – 1° Antologia de Poemas Eróticos, Editora Poesia Diária, 1999 – Rio de Janeiro, Brasil.
sábado, 14 de agosto de 2010
sexta-feira, 13 de agosto de 2010
A morte e o sapateiro
Nunca tive medo da morte, achei que houvesse algo de branco e libertário nela. Luzes e corredores infinitos. Na minha infância a morte tinha uma tristeza glamourosa como nos filmes: guarda-chuvas, roupas pretas, uma garoa fina e o salmos com seu cajado e seus vales verdejantes. Agora, estava ali, diante de mim, um corpo grande e inchado para caber na fúria tempestuosa da vida, um sol bonito e brilhante de uma falsa primavera e um Cristo gordo que nega mostrar o sangue quente de suas feridas. Lembro que sempre havia uma atmosfera tenebrosa quando meu pai lustrava seus sapatos e cortava seus cabelos. A morte é um velho e cansado sapateiro, ele ruminava entre os dentes amarelos e sem frestas. Não havia nenhum tipo de falhas naquele homem. Eu observava-o com olhos gulosos de infância. Eram rituais que acompanhavam as mortes e sua boca, quase cotidianamente muda, procurava explicações para o obtuso, ele que era péssimo até mesmo com o óbvio. Sentia um cheiro amargo de flores e grama, milimetricamente plantada com a petulância própria dos vivos. Mas não sentia dor, isso era privilégio dos homens que já tinham passado dos quarenta, eu era nova demais para conhecer o gosto telúrico e aveludado da saudade. Aquele caixote de madeira afundava na boca da terra, enquanto mãos espremiam botões de rosas de todas as cores. E a morte me parecia ainda mais branca. A mortalha me fascinava, vestir-se para um jogo, no qual não há adversários nem juízes, apenas derrotados.
Do meu lado uma muda apalpava um lenço de pano, dele saiam centenas de pássaros negros e cobriam o teto do velório, enquanto isso ela flertava lascívia com o silêncio da revoada.
- Quem é?
- Nelson.
- Era seu marido?
- Não.
Poderia responder milhares de coisas para aquele trombadinha, no entanto, não disse nada. Afinal, ele sabia tanto da vida e tão pouco da morte, que nenhuma explicação seria plausível. Ele pisava os pés encardidos nos defuntos, violava suas covas, mas não sabia nada sobre morrer. A morte era uma multidão de gente falando de feitos estrangeiros, uma intrusa, eram corvos penetrando virgens.
Os gatos pardos reviram a noite e anseiam serem vistos.
Penso em arrastar-me e seguir o cortejo. Entretanto, não há mais cortejos, apenas os urubus esperam famintos do lado de fora.
Márcia Barbieri
Marcia Barbieri é paulistana. Publicou textos na Revista Literária eletrônica Cronópios, Germina, Escritoras Suicidas e Meio Tom. Edita o blog: http://www.avidanaovaleumconto.blogspot/.com Lançou em 2009 o livro de contos Anéis de Saturno pelo Clube de Autores.
E-mail: marcia_barbieri@hotmail.com
Fonte :Cronópios
Do meu lado uma muda apalpava um lenço de pano, dele saiam centenas de pássaros negros e cobriam o teto do velório, enquanto isso ela flertava lascívia com o silêncio da revoada.
- Quem é?
- Nelson.
- Era seu marido?
- Não.
Poderia responder milhares de coisas para aquele trombadinha, no entanto, não disse nada. Afinal, ele sabia tanto da vida e tão pouco da morte, que nenhuma explicação seria plausível. Ele pisava os pés encardidos nos defuntos, violava suas covas, mas não sabia nada sobre morrer. A morte era uma multidão de gente falando de feitos estrangeiros, uma intrusa, eram corvos penetrando virgens.
Os gatos pardos reviram a noite e anseiam serem vistos.
Penso em arrastar-me e seguir o cortejo. Entretanto, não há mais cortejos, apenas os urubus esperam famintos do lado de fora.
Márcia Barbieri
Marcia Barbieri é paulistana. Publicou textos na Revista Literária eletrônica Cronópios, Germina, Escritoras Suicidas e Meio Tom. Edita o blog: http://www.avidanaovaleumconto.blogspot/.com Lançou em 2009 o livro de contos Anéis de Saturno pelo Clube de Autores.
E-mail: marcia_barbieri@hotmail.com
Fonte :Cronópios
Um amor impossível
(para Márcia)
Amanhã
este fogo cresce.
Amanhã, tremor
Amanhã, suspiro.
Insiste
um amor impossível
amanhã.
Insiste,
sim.
Um amor impossível pode ser amanhã.
Angela Melim
Mais Dia, Menos Dia, Editora Sette Letras, 1996 – Rio de Janeiro – Brasil
Amanhã
este fogo cresce.
Amanhã, tremor
Amanhã, suspiro.
Insiste
um amor impossível
amanhã.
Insiste,
sim.
Um amor impossível pode ser amanhã.
Angela Melim
Mais Dia, Menos Dia, Editora Sette Letras, 1996 – Rio de Janeiro – Brasil
Chove
A chuva cai.
Os telhados estão molhados,
Os pingos escorrem pelas vidraças.
O céu está branco,
O tempo está novo.
A cidade lavada.
A tarde entardece,
Sem o ciciar das cigarras,
Sem o jubilar dos pássaros,
Sem o sol, sem o céu.
Chove.
A chuva chove molhada,
No teto dos guarda-chuvas.
Chove.
A chuva chove ligeira,
Nos nossos olhos e molha.
O vento venta ventado,
Nos vidros que se embalançam,
Nas plantas que se desdobram.
Chove nas praias desertas,
Chove no mar que está cinza,
Chove no asfalto negro,
Chove nos corações.
Chove em cada alma,
Em cada refúgio chove;
E quando me olhaste em mim,
Com os olhos que me seguiam,
Enquanto a chuva caía
No meu coração chovia
A chuva do teu olhar.
Ana Cristina Cesar
Novembro 65. Do livro Inéditos e Dispersos
Os telhados estão molhados,
Os pingos escorrem pelas vidraças.
O céu está branco,
O tempo está novo.
A cidade lavada.
A tarde entardece,
Sem o ciciar das cigarras,
Sem o jubilar dos pássaros,
Sem o sol, sem o céu.
Chove.
A chuva chove molhada,
No teto dos guarda-chuvas.
Chove.
A chuva chove ligeira,
Nos nossos olhos e molha.
O vento venta ventado,
Nos vidros que se embalançam,
Nas plantas que se desdobram.
Chove nas praias desertas,
Chove no mar que está cinza,
Chove no asfalto negro,
Chove nos corações.
Chove em cada alma,
Em cada refúgio chove;
E quando me olhaste em mim,
Com os olhos que me seguiam,
Enquanto a chuva caía
No meu coração chovia
A chuva do teu olhar.
Ana Cristina Cesar
Novembro 65. Do livro Inéditos e Dispersos
segunda-feira, 9 de agosto de 2010
No novo mapa do mundo, o País está maior
Uma boa política externa exige prudência, mas também ousadia. Em oito anos, o Brasil mudou de patamar, diz o chanceler
Celso Amorim – O Estado SP
Há sete anos, quando se falava na necessidade de mudanças na geografia econômica mundial ou se dizia que o Brasil e outros países já deveriam desempenhar papel mais relevante na OMC ou integrar de modo permanente o Conselho de Segurança da ONU, muitos reagiam com ceticismo. O mundo e o Brasil têm mudado a uma velocidade acelerada, e algumas supostas “verdades” do passado vão se rendendo à evidências dos fatos. O diferencial de crescimento econômico em relação ao mundo desenvolvido tornou os países em desenvolvimento atores centrais na economia mundial.
A maior capacidade de articulação Sul-Sul – na OMC, no FMI, na ONU e em novas coalizões, como o BRIC – eleva a voz de países antes relegados a uma posição secundária. Quanto mais os países em desenvolvimento falam e cooperam entre si, mais são ouvidos pelos ricos. A recente crise financeira tornou ainda mais patente o fato de que o mundo não pode mais ser governado por um condomínio de poucos.
O Brasil tem procurado, de forma desassombrada, desempenhar seu papel neste novo quadro. Completados sete anos e meio do governo do Presidente Lula, a visão que se tem do País no exterior é outra. Já não precisamos ouvir os líderes mundiais e a imprensa internacional para sabermos que o Brasil tem um peso cada vez maior na discussão dos principais temas da agenda internacional, de mudança do clima a comércio, de finanças a paz e segurança.
Países como Brasil, China, Índia, África do Sul, Turquia e tantos outros trazem uma maneira nova de olhar os problemas do mundo e contribuem para um novo equilíbrio internacional.
No caso do Brasil, essa mudança de percepção deveu-se, em primeiro lugar, à transformação da realidade econômica, social e política do País. Avanços nos mais variados domínios – do equilíbrio macroeconômico ao resgate da dívida social – tornaram o Brasil mais estável e menos injusto. As qualidades pessoais e o envolvimento direto do presidente Lula com temas internacionais ajudaram a alçar o Brasil à condição de interlocutor indispensável nos principais debates da agenda internacional.
Foi nesse contexto que o Brasil desenvolveu uma política externa abrangente e pró-ativa. Construímos coalizões que foram além das alianças e relações tradicionais, as quais tratamos de manter e aprofundar, como no estabelecimento da Parceria Estratégica com a União Europeia ou do Diálogo de Parceria Global com os Estados Unidos.
O crescimento expressivo de nossas exportações para os países em desenvolvimento e a criação de mecanismos de diálogo e concertação, como a Unasul, o G-20 na OMC, o Fórum IBAS (Índia-Brasil-África do Sul) e o grupo BRIC (Brasil, Rússia, Índia e China) refletiram essa orientação de uma política externa universalista e livre de visões acanhadas sobre o que pode e deve ser a atuação externa do Brasil.
A base dessa nova política externa foi o aprofundamento da integração sul-americana. Um dos grandes ativos de que o Brasil dispõe no cenário internacional é a convivência harmoniosa com sua vizinhança. O governo do presidente Lula empenhou-se, desde o primeiro dia, em integrar o continente sul-americano por meio do comércio, da infraestrutura e do diálogo político.
O Acordo Mercosul-Comunidade Andina criou, na prática, uma zona de livre comércio abrangendo toda a América do Sul. A integração física do continente avançou de forma notável, inclusive com a ligação entre o Atlântico e o Pacífico. Nossos esforços para a criação de uma comunidade sul-americana (CASA) resultaram na fundação de uma nova entidade – a União das Nações Sul-Americanas (Unasul).
Sobre as bases de uma América do Sul mais integrada, o Brasil ajudou a estabelecer mecanismos de diálogo e cooperação com países de outras regiões, fundados na percepção de que a realidade internacional já não comporta a marginalização do mundo em desenvolvimento. A formação do G-20 da OMC, na Reunião Ministerial de Cancún, em 2003, marcou a maioridade dos países do Sul, mudando de forma definitiva o padrão decisório nas negociações comerciais.
O IBAS respondeu aos anseios de concertação entre três grandes democracias multi-étnicas e multiculturais, que têm muito a dizer ao mundo em termos de afirmação da tolerância e de conciliação entre desenvolvimento e democracia. Além da concertação política e da cooperação entre os três países, o IBAS tornou-se um modelo em projetos em favor dos países mais pobres, demonstrando, na prática, que a solidariedade não é um apanágio dos ricos.
Também lançamos as cúpulas dos países sul-americanos com os países africanos (ASA) e com os países árabes (ASPA). Construímos pontes e políticas entre regiões que vivem distantes umas das outras, em que pesem as complementaridades naturais. Essa aproximação política resultou em notáveis avanços nas relações econômicas. O comércio do Brasil com países árabes quadruplicou em sete anos. Com a África, foi multiplicado por cinco e chegou a mais de US$ 26 bilhões, cifra superior à do intercâmbio com parceiros tradicionais como a Alemanha e o Japão.
Essas novas coalizões estão ajudando a mudar o mundo. No campo econômico, a substituição do G-7 pelo G-20 como principal instância de deliberação sobre os rumos da produção e das finanças internacionais é o reconhecimento de que as decisões sobre a economia mundial careciam de legitimidade e eficácia sem a participação dos países emergentes.
Também no campo da segurança internacional, quando o Brasil e a Turquia convenceram o Irã a assumir os compromissos previstos na Declaração de Teerã demonstraram que novas visões e formas de agir são necessárias para lidar com temas antes tratados exclusivamente pelos atuais membros permanentes do Conselho de Segurança da ONU. Apesar dos ciúmes e resistências iniciais a uma iniciativa que nasceu fora do clube fechado das potências nucleares, estamos seguros de que a direção do diálogo ali apontada servirá de base para as negociações futuras e para a eventual solução da questão.
Uma boa política externa exige prudência. Mas exige também ousadia. Não pode fundar-se na timidez ou no complexo de inferioridade. É comum ouvirmos que os países devem atuar de acordo com seus meios, o que é quase uma obviedade. Mas o maior erro é subestimá-los.
Ao longo desses quase oito anos, o Brasil atuou com desassombro e mudou seu lugar no mundo. O Brasil é visto hoje, mesmo pelos críticos eventuais, como um país ao qual cabem responsabilidades crescentes e um papel cada vez mais central nas decisões que afetam os destinos do planeta.
Celso Amorim – O Estado SP
Há sete anos, quando se falava na necessidade de mudanças na geografia econômica mundial ou se dizia que o Brasil e outros países já deveriam desempenhar papel mais relevante na OMC ou integrar de modo permanente o Conselho de Segurança da ONU, muitos reagiam com ceticismo. O mundo e o Brasil têm mudado a uma velocidade acelerada, e algumas supostas “verdades” do passado vão se rendendo à evidências dos fatos. O diferencial de crescimento econômico em relação ao mundo desenvolvido tornou os países em desenvolvimento atores centrais na economia mundial.
A maior capacidade de articulação Sul-Sul – na OMC, no FMI, na ONU e em novas coalizões, como o BRIC – eleva a voz de países antes relegados a uma posição secundária. Quanto mais os países em desenvolvimento falam e cooperam entre si, mais são ouvidos pelos ricos. A recente crise financeira tornou ainda mais patente o fato de que o mundo não pode mais ser governado por um condomínio de poucos.
O Brasil tem procurado, de forma desassombrada, desempenhar seu papel neste novo quadro. Completados sete anos e meio do governo do Presidente Lula, a visão que se tem do País no exterior é outra. Já não precisamos ouvir os líderes mundiais e a imprensa internacional para sabermos que o Brasil tem um peso cada vez maior na discussão dos principais temas da agenda internacional, de mudança do clima a comércio, de finanças a paz e segurança.
Países como Brasil, China, Índia, África do Sul, Turquia e tantos outros trazem uma maneira nova de olhar os problemas do mundo e contribuem para um novo equilíbrio internacional.
No caso do Brasil, essa mudança de percepção deveu-se, em primeiro lugar, à transformação da realidade econômica, social e política do País. Avanços nos mais variados domínios – do equilíbrio macroeconômico ao resgate da dívida social – tornaram o Brasil mais estável e menos injusto. As qualidades pessoais e o envolvimento direto do presidente Lula com temas internacionais ajudaram a alçar o Brasil à condição de interlocutor indispensável nos principais debates da agenda internacional.
Foi nesse contexto que o Brasil desenvolveu uma política externa abrangente e pró-ativa. Construímos coalizões que foram além das alianças e relações tradicionais, as quais tratamos de manter e aprofundar, como no estabelecimento da Parceria Estratégica com a União Europeia ou do Diálogo de Parceria Global com os Estados Unidos.
O crescimento expressivo de nossas exportações para os países em desenvolvimento e a criação de mecanismos de diálogo e concertação, como a Unasul, o G-20 na OMC, o Fórum IBAS (Índia-Brasil-África do Sul) e o grupo BRIC (Brasil, Rússia, Índia e China) refletiram essa orientação de uma política externa universalista e livre de visões acanhadas sobre o que pode e deve ser a atuação externa do Brasil.
A base dessa nova política externa foi o aprofundamento da integração sul-americana. Um dos grandes ativos de que o Brasil dispõe no cenário internacional é a convivência harmoniosa com sua vizinhança. O governo do presidente Lula empenhou-se, desde o primeiro dia, em integrar o continente sul-americano por meio do comércio, da infraestrutura e do diálogo político.
O Acordo Mercosul-Comunidade Andina criou, na prática, uma zona de livre comércio abrangendo toda a América do Sul. A integração física do continente avançou de forma notável, inclusive com a ligação entre o Atlântico e o Pacífico. Nossos esforços para a criação de uma comunidade sul-americana (CASA) resultaram na fundação de uma nova entidade – a União das Nações Sul-Americanas (Unasul).
Sobre as bases de uma América do Sul mais integrada, o Brasil ajudou a estabelecer mecanismos de diálogo e cooperação com países de outras regiões, fundados na percepção de que a realidade internacional já não comporta a marginalização do mundo em desenvolvimento. A formação do G-20 da OMC, na Reunião Ministerial de Cancún, em 2003, marcou a maioridade dos países do Sul, mudando de forma definitiva o padrão decisório nas negociações comerciais.
O IBAS respondeu aos anseios de concertação entre três grandes democracias multi-étnicas e multiculturais, que têm muito a dizer ao mundo em termos de afirmação da tolerância e de conciliação entre desenvolvimento e democracia. Além da concertação política e da cooperação entre os três países, o IBAS tornou-se um modelo em projetos em favor dos países mais pobres, demonstrando, na prática, que a solidariedade não é um apanágio dos ricos.
Também lançamos as cúpulas dos países sul-americanos com os países africanos (ASA) e com os países árabes (ASPA). Construímos pontes e políticas entre regiões que vivem distantes umas das outras, em que pesem as complementaridades naturais. Essa aproximação política resultou em notáveis avanços nas relações econômicas. O comércio do Brasil com países árabes quadruplicou em sete anos. Com a África, foi multiplicado por cinco e chegou a mais de US$ 26 bilhões, cifra superior à do intercâmbio com parceiros tradicionais como a Alemanha e o Japão.
Essas novas coalizões estão ajudando a mudar o mundo. No campo econômico, a substituição do G-7 pelo G-20 como principal instância de deliberação sobre os rumos da produção e das finanças internacionais é o reconhecimento de que as decisões sobre a economia mundial careciam de legitimidade e eficácia sem a participação dos países emergentes.
Também no campo da segurança internacional, quando o Brasil e a Turquia convenceram o Irã a assumir os compromissos previstos na Declaração de Teerã demonstraram que novas visões e formas de agir são necessárias para lidar com temas antes tratados exclusivamente pelos atuais membros permanentes do Conselho de Segurança da ONU. Apesar dos ciúmes e resistências iniciais a uma iniciativa que nasceu fora do clube fechado das potências nucleares, estamos seguros de que a direção do diálogo ali apontada servirá de base para as negociações futuras e para a eventual solução da questão.
Uma boa política externa exige prudência. Mas exige também ousadia. Não pode fundar-se na timidez ou no complexo de inferioridade. É comum ouvirmos que os países devem atuar de acordo com seus meios, o que é quase uma obviedade. Mas o maior erro é subestimá-los.
Ao longo desses quase oito anos, o Brasil atuou com desassombro e mudou seu lugar no mundo. O Brasil é visto hoje, mesmo pelos críticos eventuais, como um país ao qual cabem responsabilidades crescentes e um papel cada vez mais central nas decisões que afetam os destinos do planeta.
"Há mais barulho que ruptura’
O Brasil ficou importante e sua política externa já não é só do Itamaraty, adverte Maria Hermínia Tavares, da USP. Em meio ao debate sobre ruptura de alianças, ela lembra uma tradição da diplomacia: ‘O Brasil não briga com ninguém’
O Estado de S.Paulo – Gabriel Manzano
O debate sobre política externa tem provocado um certo barulho, mas o que se vê é muito mais continuidade do que ruptura. O fato é que certas tradições nacionais, como a independência no agir e a vocação para negociar já estão no DNA de nossa diplomacia – ninguém tira mais. Então, por que o barulho? “Simplesmente porque o Brasil ficou importante”, resume a professora Maria Hermínia Tavares, diretora do Instituto de Relações Internacionais da USP. E num País importante diplomacia não é exclusividade de um ministério. “O que o Brasil diz ou faz lá fora é medido, pesado e cobrado no Congresso, em outros ministérios, nas empresas, entre formadores de opinião.”
A professora não entra no fogo cruzado dos partidos. Prefere repassar um fio mais longo da história, juntando os últimos 16 anos de forte diplomacia presidencial – “sendo a atual, de Lula, num estilo mais agressivo, com apostas mais arriscadas”. Isso pode levar a grandes resultados – “basta ver o que se diz do Brasil lá fora” -, mas também a equívocos, como em Honduras, em Cuba. “Neste segundo caso, o erro foi não perceber que a situação na ilha mudou. Faltou sensibilidade para prever que é impossível o país continuar daquele jeito.” E daqui para a frente? “Acho que o clima vai ser outro. Tanto José Serra como Dilma Rousseff ou Marina Silva são figuras menos importantes na cena internacional.”
O Brasil abre frentes por todo lado, em busca de espaços, e até compra brigas com grandes potências. Para onde isso aponta?
Essas novas possibilidades têm que ver com os ganhos internos. Não foi pouca coisa essa rota virtuosa de estabilidade, crescimento e democracia nos últimos 16 anos. Somos vistos como uma grande democracia de massas, estável. Isso nos deu respeitabilidade e espaço para uma posição mais atuante. Um dos efeitos disso foi que desapareceu o consenso que havia antes, na nossa diplomacia. Ela agora virou tema da agenda nacional. Mas no fundo a missão é a mesma: aumentar o protagonismo do País. O governo FHC abriu o caminho, nas primeiras disputas com a Organização Mundial do Comércio. O governo Lula levou isso adiante, afirmando seus objetivos de outro modo. Não sei se é tão ruim assim acabar com o consenso. A condição para que ele existisse seria, a meu ver, manter a política externa encapsulada no Itamaraty.
À parte a polêmica, o governo está certo no que faz?
O objetivo é sempre aproveitar as oportunidades para alavancar o desenvolvimento. Influir como um negociador que aposta no multilateralismo. Isso tem sido feito. Nesse contexto se destaca a importante decisão, tomada no governo FHC, de assinar o Tratado de Não-Proliferação Nuclear. Fizemos ali a opção de buscar um papel importante, no mundo, mas abrindo mão de um recurso significativo, a bomba.
A propósito, uma das polêmicas de agora é se o País deve assinar o Protocolo Adicional do TNP, que permitirá a agentes da ONU vir fiscalizar nossos reatores nucleares.
O importante, nessa questão, é entender que a bomba é um recurso que vai perdendo a importância. Ela afeta cada vez menos os grandes temas. Você não resolve os temas comerciais, os ambientais e muitos outros com o chamado poder duro, o hard power, como definiu o americano Joseph Nye. O País apostou no soft power, e isso teve um grande impacto no debate dos conflitos da América Latina. Garantiu ao continente clima e espaço para conversar sobre suas diferenças em ambiente pacífico.
A sra. chamaria de ruptura o que o Itamaraty vem fazendo, comparado com a era FHC?
Acho que há mais continuidade do que ruptura entre um governo e outro. Claro que há diferenças. O governo Lula tem uma política externa mais agressiva, mais arriscada. Assim é possível que tanto erros como acertos apareçam mais. Lula apostou numa conexão que é mais Sul, mas não é completamente isso. Todos sabem, no governo, que estamos na América, que a ligação com os Estados Unidos continuará decisiva. Mas também se apostou no Haiti, e deu certo. Diziam no início que era melhor não se meter ali. Hoje ninguém diz isso mais.
O Mercosul era prioridade, mas empacou.
Entendo o Mercosul como um elemento de continuidade, ele começou antes do governo Lula. Mesmo o compromisso com a união aduaneira, que é o que nos amarra, foi decidido ainda no governo Collor. O que Lula fez foi acrescentar uma dimensão política. Convém lembrar também que, antes, era mais fácil. Os governos da região eram mais convergentes, era o momento das reformas de mercado. O Hugo Chávez estava apenas começando. A diversificação, de lá para cá, não dependeu do Brasil. E nossa dimensão negociadora dificultou uma ação mais afirmativa. O Brasil não briga com ninguém, e isso não é de agora.
O que se cobra é que nossa diplomacia passou a defender, nessas relações, uma visão de partido político, não o interesse nacional.
Não tenho tanta certeza de que foi isso. Claro que há uma retórica mais agressiva. Você tem de lidar com governos que querem rever os contratos, como o Paraguai em Itaipu. Vamos fazer o quê? Romper relações com os paraguaios?
Pode-se exigir, em fóruns internacionais, que ele cumpra o contrato.
Não tenho tanta certeza de que seja uma forma adequada de lidar com o caso. Talvez pudesse falar mais duro, mas de alguma maneira tem de lidar com as críticas. O governo às vezes é criticado por ser duro, outras por não ser.
A estratégia em Honduras foi adequada?
O governo errou em Honduras. Não vejo sentido naquilo. No primeiro momento, estava todo mundo defendendo, a OEA também. Mas no segundo, aceitando Manuel Zelaya lá dentro, ficou complicado…
E a relação com Cuba?
Também acho que há um erro em Cuba. Por não se perceber que a situação da ilha mudou. Nossa posição com eles vêm desde o governo Sarney. Mas agora a situação está mudando e o Brasil não teve sensibilidade para prever que é impossível continuar daquele jeito. Acho que aí, de fato, pesaram os níveis partidários, pessoais. Foi um erro não perceber que os direitos humanos estão adquirindo uma centralidade importante na agenda internacional.
A questão dos direitos humanos também tem despertado polêmica.
No caso de Darfur também o governo agiu de modo inadequado. No caso com o Irã, acho que o presidente tentou uma jogada arriscada, para trazê-los à negociação. Se desse certo… Mas a grande pergunta nesse caso é: o que o Brasil ganha, entrando nessa disputa? O Irã nuclear é um assunto dos poderosos do Conselho de Segurança da ONU, um jogo de cachorro grande. Aliás, tenho a sensação de que o governo Lula abriu frentes demais. Por exemplo, não sei o que o Brasil quer na África. Nossos interesses ali não estão claros.
Com o próximo presidente, seja Serra ou Dilma, esse perfil muda?
Me parece que tanto Serra como Dilma são figuras menos visíveis internacionalmente.
Fonte : O Estado de São Paulo
O Estado de S.Paulo – Gabriel Manzano
O debate sobre política externa tem provocado um certo barulho, mas o que se vê é muito mais continuidade do que ruptura. O fato é que certas tradições nacionais, como a independência no agir e a vocação para negociar já estão no DNA de nossa diplomacia – ninguém tira mais. Então, por que o barulho? “Simplesmente porque o Brasil ficou importante”, resume a professora Maria Hermínia Tavares, diretora do Instituto de Relações Internacionais da USP. E num País importante diplomacia não é exclusividade de um ministério. “O que o Brasil diz ou faz lá fora é medido, pesado e cobrado no Congresso, em outros ministérios, nas empresas, entre formadores de opinião.”
A professora não entra no fogo cruzado dos partidos. Prefere repassar um fio mais longo da história, juntando os últimos 16 anos de forte diplomacia presidencial – “sendo a atual, de Lula, num estilo mais agressivo, com apostas mais arriscadas”. Isso pode levar a grandes resultados – “basta ver o que se diz do Brasil lá fora” -, mas também a equívocos, como em Honduras, em Cuba. “Neste segundo caso, o erro foi não perceber que a situação na ilha mudou. Faltou sensibilidade para prever que é impossível o país continuar daquele jeito.” E daqui para a frente? “Acho que o clima vai ser outro. Tanto José Serra como Dilma Rousseff ou Marina Silva são figuras menos importantes na cena internacional.”
O Brasil abre frentes por todo lado, em busca de espaços, e até compra brigas com grandes potências. Para onde isso aponta?
Essas novas possibilidades têm que ver com os ganhos internos. Não foi pouca coisa essa rota virtuosa de estabilidade, crescimento e democracia nos últimos 16 anos. Somos vistos como uma grande democracia de massas, estável. Isso nos deu respeitabilidade e espaço para uma posição mais atuante. Um dos efeitos disso foi que desapareceu o consenso que havia antes, na nossa diplomacia. Ela agora virou tema da agenda nacional. Mas no fundo a missão é a mesma: aumentar o protagonismo do País. O governo FHC abriu o caminho, nas primeiras disputas com a Organização Mundial do Comércio. O governo Lula levou isso adiante, afirmando seus objetivos de outro modo. Não sei se é tão ruim assim acabar com o consenso. A condição para que ele existisse seria, a meu ver, manter a política externa encapsulada no Itamaraty.
À parte a polêmica, o governo está certo no que faz?
O objetivo é sempre aproveitar as oportunidades para alavancar o desenvolvimento. Influir como um negociador que aposta no multilateralismo. Isso tem sido feito. Nesse contexto se destaca a importante decisão, tomada no governo FHC, de assinar o Tratado de Não-Proliferação Nuclear. Fizemos ali a opção de buscar um papel importante, no mundo, mas abrindo mão de um recurso significativo, a bomba.
A propósito, uma das polêmicas de agora é se o País deve assinar o Protocolo Adicional do TNP, que permitirá a agentes da ONU vir fiscalizar nossos reatores nucleares.
O importante, nessa questão, é entender que a bomba é um recurso que vai perdendo a importância. Ela afeta cada vez menos os grandes temas. Você não resolve os temas comerciais, os ambientais e muitos outros com o chamado poder duro, o hard power, como definiu o americano Joseph Nye. O País apostou no soft power, e isso teve um grande impacto no debate dos conflitos da América Latina. Garantiu ao continente clima e espaço para conversar sobre suas diferenças em ambiente pacífico.
A sra. chamaria de ruptura o que o Itamaraty vem fazendo, comparado com a era FHC?
Acho que há mais continuidade do que ruptura entre um governo e outro. Claro que há diferenças. O governo Lula tem uma política externa mais agressiva, mais arriscada. Assim é possível que tanto erros como acertos apareçam mais. Lula apostou numa conexão que é mais Sul, mas não é completamente isso. Todos sabem, no governo, que estamos na América, que a ligação com os Estados Unidos continuará decisiva. Mas também se apostou no Haiti, e deu certo. Diziam no início que era melhor não se meter ali. Hoje ninguém diz isso mais.
O Mercosul era prioridade, mas empacou.
Entendo o Mercosul como um elemento de continuidade, ele começou antes do governo Lula. Mesmo o compromisso com a união aduaneira, que é o que nos amarra, foi decidido ainda no governo Collor. O que Lula fez foi acrescentar uma dimensão política. Convém lembrar também que, antes, era mais fácil. Os governos da região eram mais convergentes, era o momento das reformas de mercado. O Hugo Chávez estava apenas começando. A diversificação, de lá para cá, não dependeu do Brasil. E nossa dimensão negociadora dificultou uma ação mais afirmativa. O Brasil não briga com ninguém, e isso não é de agora.
O que se cobra é que nossa diplomacia passou a defender, nessas relações, uma visão de partido político, não o interesse nacional.
Não tenho tanta certeza de que foi isso. Claro que há uma retórica mais agressiva. Você tem de lidar com governos que querem rever os contratos, como o Paraguai em Itaipu. Vamos fazer o quê? Romper relações com os paraguaios?
Pode-se exigir, em fóruns internacionais, que ele cumpra o contrato.
Não tenho tanta certeza de que seja uma forma adequada de lidar com o caso. Talvez pudesse falar mais duro, mas de alguma maneira tem de lidar com as críticas. O governo às vezes é criticado por ser duro, outras por não ser.
A estratégia em Honduras foi adequada?
O governo errou em Honduras. Não vejo sentido naquilo. No primeiro momento, estava todo mundo defendendo, a OEA também. Mas no segundo, aceitando Manuel Zelaya lá dentro, ficou complicado…
E a relação com Cuba?
Também acho que há um erro em Cuba. Por não se perceber que a situação da ilha mudou. Nossa posição com eles vêm desde o governo Sarney. Mas agora a situação está mudando e o Brasil não teve sensibilidade para prever que é impossível continuar daquele jeito. Acho que aí, de fato, pesaram os níveis partidários, pessoais. Foi um erro não perceber que os direitos humanos estão adquirindo uma centralidade importante na agenda internacional.
A questão dos direitos humanos também tem despertado polêmica.
No caso de Darfur também o governo agiu de modo inadequado. No caso com o Irã, acho que o presidente tentou uma jogada arriscada, para trazê-los à negociação. Se desse certo… Mas a grande pergunta nesse caso é: o que o Brasil ganha, entrando nessa disputa? O Irã nuclear é um assunto dos poderosos do Conselho de Segurança da ONU, um jogo de cachorro grande. Aliás, tenho a sensação de que o governo Lula abriu frentes demais. Por exemplo, não sei o que o Brasil quer na África. Nossos interesses ali não estão claros.
Com o próximo presidente, seja Serra ou Dilma, esse perfil muda?
Me parece que tanto Serra como Dilma são figuras menos visíveis internacionalmente.
Fonte : O Estado de São Paulo
Os bárbaros estão chegando
Brasil, Rússia, Índia e China, os BRICs, somam 15% do comércio mundial e entram no jogo. Mas já há reações em favor de um sistema mais seguro, que preserve o peso das grandes potências
Andrew Hurrell – O Estado de São Paulo
O multilateralismo funcionou na maior parte do período pós-1945, porque não era muito multilateral. Centrava-se num grupo central de países desenvolvidos. Excluía o bloco soviético e a ameaça soviética era essencial para sua coesão institucional e para enfrentar o desafio representado pela ascensão econômica do Japão e dos tigres asiáticos.
O Terceiro Mundo tinha um papel marginal. Onde se envolveu, seus interesses eram limitados e predominantemente defensivos (o que se via claramente na participação dos países em desenvolvimento no GATT). Quando ele tentou desafiar a ordem estabelecida, nos anos 70, o desafio foi derrotado.
Tudo isso mudou. O sistema internacional é caracterizado por uma difusão do poder, que inclui potências emergentes e regionais; por uma difusão de preferências com muito mais vozes exigindo serem ouvidas, tanto globalmente quanto internamente, como resultado da globalização e da democratização; e por uma difusão de ideias e valores, com uma retomada das grandes questões da organização social, econômica e política que se supunha já sepultadas com o fim da Guerra Fria e a ascensão do liberalismo.
Há um consenso geral de que os novos poderes regionais e emergentes são atores indispensáveis de qualquer ordem global viável. Mas há pouco acordo quanto à natureza ou aos princípios dessa ordem.
A escala de desafios à governança é gigantesca. Da União Europeia ao Tratado de Não-Proliferação Nuclear, o multilateralismo e as instituições formais estão em desordem. E a ascensão de novos poderes traz consigo uma heterogeneidade ainda maior de interesses e valores, assim como fortes demandas por status e reconhecimento – os chamados “positional goods” – a respeito dos quais é praticamente impossível chegar a um acordo estável.
Uma reação já visível é a tentativa de voltar a uma ordem mais centrada nas grandes potências. Segundo essa visão, os Estados Unidos reduziriam o tamanho de suas responsabilidades ao negociar uma nova série de barganhas com as atuais potências emergentes. Esse pensamento é aparente na interminável retórica das “parcerias” e na maior proeminência de agrupamentos informais como o G-20. As cadeiras ao redor da mesa de negociações seriam rearrumadas e a mesa, ampliada.
A ordem global iria envolver um mosaico de agrupamentos diferentes e muito do que o diplomata Richard Haass, assessor do governo George Bush, chamou de “multilateralismo bagunçado”. O ministro de Relações Exteriores da Grã-Bretanha, William Hague, falou recentemente de uma maneira semelhante, enfatizando a importância das relações com as potências emergentes e argumentando que a influência depende de redes de Estados com padrões fluidos de lealdades, alianças e conexões.
Novas entidades como os BRICs, os BASICs e o IBSA pertencem, por igual, a esse cenário. Elas representam tentativas de se organizar para ter mais influência. Às vezes refletem um desejo de equilíbrio em relação aos Estados Unidos e uma tentativa de deslegitimar as pretensões ocidentais de ditar a ordem global. Às vezes eles são orientados por uma questão mais específica. Mas eles também se marcam por interesses heterogêneos e muitas vezes conflitantes, e oferecem uma base fraca para um programa de ação.
Apesar de a linguagem das novas parcerias estratégicas estar sempre presente, a realidade e a retórica frequentemente divergem – mesmo no caso muito alardeado da relação Estados Unidos-Índia.
O G-20 é supostamente o principal foro para a cooperação econômica internacional, mas ainda é incerto o que isso inclui – seria um centro de redes técnicas para uma governança da economia global? Um diretório dos principais Estados coordenando e apoiando a ação de instituições formais? Ou uma concertação mais antiquada de potências já estabelecidas e em formação, com eficiência sustentada em hierarquia, exclusão e realização? É essa incerteza a respeito da função do G-20, e não a questão sobre o melhor tamanho ou abrangência, a maior fragilidade do agrupamento.
Essas incertezas refletem o caráter complexo, híbrido e contestado da sociedade internacional contemporânea – uma sociedade que enfrenta uma série de desafios westfalianos (especialmente relacionados à transição de poder e ao surgimento de novas potências); mas que enfrenta esses desafios em um contexto marcado por fortes características pós-westfalianas (tanto em termos das condições materiais da globalização como da mudança do caráter da legitimidade política).
Seriam mais factíveis os movimentos em direção a uma ordem mais centrada nas potências? Quase certamente, não. As grandes potências de hoje parecem incapazes ou relutantes a desempenhar seus papéis tradicionais nesse tipo de ordem, ajudando a resolver o problema de outros povos e definindo seus interesses de maneira ampla, para ganhar algum apoio dos Estados mais fracos. Eles também compartilham uma grande relutância a pensar sobre reforma institucional séria e sobre a reconstrução de instituições multilaterais eficientes. Essa não é uma combinação feliz.
Os problemas de legitimidade são particularmente sérios. Os valores que definem direitos humanos e democracia foram manchados pelos excessos da era Bush; os atrativos do “soft power” do capitalismo de livre-mercado foram enfraquecidos pela crise financeira; e as alegações das instituições ocidentais sobre competência técnica e propriedade intelectual foram abaladas.
Por outro lado, as potências emergentes de hoje se sentem tentadas a ver uma política externa escorada em princípios como algo pertencente a uma era de fraqueza ( caso do não-alinhamento na Índia); ou a enfatizar, corretamente, a hipocrisia e seletividade que faz parte dos apelos ocidentais a valores globais (como exemplo, se tratando de direitos humanos na Índia e no Brasil).
Mas legitimidade é indispensável – tanto para o poder nacional como para a ordem global. E é especialmente importante para um país como o Brasil, cuja influência não pode depender de força coercitiva. Essa é uma das razões pelas quais o multilateralismo continua indispensável.
Um desafio final está relacionado à política doméstica. Isso emerge automaticamente no caso dos Estados Unidos. Mas, neste ponto crítico, algo semelhante pode ser dito a respeito das potências emergentes, grandes e complexas. As restrições domésticas da Índia à mudança climática são tão complicadas quando as registradas nos EUA. Isso é novo? Em termos gerais, não.
Pensemos nas tensões que foram geradas pela rápida mudança econômica no decorrer da ascensão dos Estados Unidos, da Alemanha e do Japão. Mas o que é novo, ou pelo menos difícil de evitar, é o grau pelo qual a substância das relações entre as potências necessariamente envolve uma gama de questões oriundas da estrutura profunda da sociedade doméstica.
A politização da política externa no Brasil indubitavelmente reflete questões que são particulares ao país – como as mudanças ideológicas dentro da América do Sul. Mas o que vemos no Brasil faz parte de uma tendência mais geral.
Andrew Hurrell – O Estado de São Paulo
O multilateralismo funcionou na maior parte do período pós-1945, porque não era muito multilateral. Centrava-se num grupo central de países desenvolvidos. Excluía o bloco soviético e a ameaça soviética era essencial para sua coesão institucional e para enfrentar o desafio representado pela ascensão econômica do Japão e dos tigres asiáticos.
O Terceiro Mundo tinha um papel marginal. Onde se envolveu, seus interesses eram limitados e predominantemente defensivos (o que se via claramente na participação dos países em desenvolvimento no GATT). Quando ele tentou desafiar a ordem estabelecida, nos anos 70, o desafio foi derrotado.
Tudo isso mudou. O sistema internacional é caracterizado por uma difusão do poder, que inclui potências emergentes e regionais; por uma difusão de preferências com muito mais vozes exigindo serem ouvidas, tanto globalmente quanto internamente, como resultado da globalização e da democratização; e por uma difusão de ideias e valores, com uma retomada das grandes questões da organização social, econômica e política que se supunha já sepultadas com o fim da Guerra Fria e a ascensão do liberalismo.
Há um consenso geral de que os novos poderes regionais e emergentes são atores indispensáveis de qualquer ordem global viável. Mas há pouco acordo quanto à natureza ou aos princípios dessa ordem.
A escala de desafios à governança é gigantesca. Da União Europeia ao Tratado de Não-Proliferação Nuclear, o multilateralismo e as instituições formais estão em desordem. E a ascensão de novos poderes traz consigo uma heterogeneidade ainda maior de interesses e valores, assim como fortes demandas por status e reconhecimento – os chamados “positional goods” – a respeito dos quais é praticamente impossível chegar a um acordo estável.
Uma reação já visível é a tentativa de voltar a uma ordem mais centrada nas grandes potências. Segundo essa visão, os Estados Unidos reduziriam o tamanho de suas responsabilidades ao negociar uma nova série de barganhas com as atuais potências emergentes. Esse pensamento é aparente na interminável retórica das “parcerias” e na maior proeminência de agrupamentos informais como o G-20. As cadeiras ao redor da mesa de negociações seriam rearrumadas e a mesa, ampliada.
A ordem global iria envolver um mosaico de agrupamentos diferentes e muito do que o diplomata Richard Haass, assessor do governo George Bush, chamou de “multilateralismo bagunçado”. O ministro de Relações Exteriores da Grã-Bretanha, William Hague, falou recentemente de uma maneira semelhante, enfatizando a importância das relações com as potências emergentes e argumentando que a influência depende de redes de Estados com padrões fluidos de lealdades, alianças e conexões.
Novas entidades como os BRICs, os BASICs e o IBSA pertencem, por igual, a esse cenário. Elas representam tentativas de se organizar para ter mais influência. Às vezes refletem um desejo de equilíbrio em relação aos Estados Unidos e uma tentativa de deslegitimar as pretensões ocidentais de ditar a ordem global. Às vezes eles são orientados por uma questão mais específica. Mas eles também se marcam por interesses heterogêneos e muitas vezes conflitantes, e oferecem uma base fraca para um programa de ação.
Apesar de a linguagem das novas parcerias estratégicas estar sempre presente, a realidade e a retórica frequentemente divergem – mesmo no caso muito alardeado da relação Estados Unidos-Índia.
O G-20 é supostamente o principal foro para a cooperação econômica internacional, mas ainda é incerto o que isso inclui – seria um centro de redes técnicas para uma governança da economia global? Um diretório dos principais Estados coordenando e apoiando a ação de instituições formais? Ou uma concertação mais antiquada de potências já estabelecidas e em formação, com eficiência sustentada em hierarquia, exclusão e realização? É essa incerteza a respeito da função do G-20, e não a questão sobre o melhor tamanho ou abrangência, a maior fragilidade do agrupamento.
Essas incertezas refletem o caráter complexo, híbrido e contestado da sociedade internacional contemporânea – uma sociedade que enfrenta uma série de desafios westfalianos (especialmente relacionados à transição de poder e ao surgimento de novas potências); mas que enfrenta esses desafios em um contexto marcado por fortes características pós-westfalianas (tanto em termos das condições materiais da globalização como da mudança do caráter da legitimidade política).
Seriam mais factíveis os movimentos em direção a uma ordem mais centrada nas potências? Quase certamente, não. As grandes potências de hoje parecem incapazes ou relutantes a desempenhar seus papéis tradicionais nesse tipo de ordem, ajudando a resolver o problema de outros povos e definindo seus interesses de maneira ampla, para ganhar algum apoio dos Estados mais fracos. Eles também compartilham uma grande relutância a pensar sobre reforma institucional séria e sobre a reconstrução de instituições multilaterais eficientes. Essa não é uma combinação feliz.
Os problemas de legitimidade são particularmente sérios. Os valores que definem direitos humanos e democracia foram manchados pelos excessos da era Bush; os atrativos do “soft power” do capitalismo de livre-mercado foram enfraquecidos pela crise financeira; e as alegações das instituições ocidentais sobre competência técnica e propriedade intelectual foram abaladas.
Por outro lado, as potências emergentes de hoje se sentem tentadas a ver uma política externa escorada em princípios como algo pertencente a uma era de fraqueza ( caso do não-alinhamento na Índia); ou a enfatizar, corretamente, a hipocrisia e seletividade que faz parte dos apelos ocidentais a valores globais (como exemplo, se tratando de direitos humanos na Índia e no Brasil).
Mas legitimidade é indispensável – tanto para o poder nacional como para a ordem global. E é especialmente importante para um país como o Brasil, cuja influência não pode depender de força coercitiva. Essa é uma das razões pelas quais o multilateralismo continua indispensável.
Um desafio final está relacionado à política doméstica. Isso emerge automaticamente no caso dos Estados Unidos. Mas, neste ponto crítico, algo semelhante pode ser dito a respeito das potências emergentes, grandes e complexas. As restrições domésticas da Índia à mudança climática são tão complicadas quando as registradas nos EUA. Isso é novo? Em termos gerais, não.
Pensemos nas tensões que foram geradas pela rápida mudança econômica no decorrer da ascensão dos Estados Unidos, da Alemanha e do Japão. Mas o que é novo, ou pelo menos difícil de evitar, é o grau pelo qual a substância das relações entre as potências necessariamente envolve uma gama de questões oriundas da estrutura profunda da sociedade doméstica.
A politização da política externa no Brasil indubitavelmente reflete questões que são particulares ao país – como as mudanças ideológicas dentro da América do Sul. Mas o que vemos no Brasil faz parte de uma tendência mais geral.
O emergente pede passagem
Como pode o Brasil, num sistema internacional em transição, aumentar sua influência?
O Estado de S.Paulo – Gabriel Manzano
Trata-se de uma feliz coincidência e o melhor que os candidatos à Presidência podem fazer é aproveitá-la. O Brasil ganha importância e sonha com mais espaço na política mundial no exato momento em que uma crise financeira abala o sistema e obriga as grandes potências a reavaliar as regras do jogo e aceitar novos sócios. A multipolaridade, palavra da moda entre diplomatas e historiadores, abre as portas do clube para novos sócios – os países emergentes.
Uma tarefa a mais, portanto, para os presidenciáveis: entender de política externa. O tema entrou no caldeirão das prioridades nacionais e está obrigando cada um deles a esclarecer aos 135 milhões de eleitores, até outubro, duas questões: de que modo farão o País tirar vantagem desse novo cenário? E por quais caminhos pretendem definir esse novo lugar do Brasil no mundo?
Essas perguntas não faziam o menor sentido nos tempos do chamado mundo bipolar, o da Guerra Fria. Aquele era um mundo no qual não cabia mais ninguém além de Estados Unidos e União Soviética, com seus mísseis, seus espiões e o som de seus tambores de guerra. O nome do jogo era “mundo livre versus cortina de ferro” e a diplomacia dos tristes trópicos, tão desimportante, dormia sossegada durante os comícios eleitorais.
Isso passou. Sepultado com o comunismo, em 1991, o mundo bipolar foi trocado pelo domínio americano, unipolar. Bem depressa, porém, este se desmantelou. Não resistiu ao espetacular crescimento da China, aos estilhaços da crise financeira mundial e à virada americana com Barack Obama – cujo subproduto imediato era o fim do governo Bush e de sua obcecada guerra ao terror. É do presidente do Banco Mundial, Robert Zoellick, uma das melhores definições desse furacão: “As placas tectônicas da economia e da política estão se deslocando. As categorias desatualizadas do Primeiro e do Terceiro Mundo, doador e credor, líder e liderado, já não servem mais.”
Buscar vantagens para o Brasil, nesse quintal de incertezas, não é tarefa simples. Primeiro, porque não há mais consenso sobre política externa. Como adverte a professora Maria Hermínia Tavares, do Instituto de Relações Internacionais da USP, o País ficou importante e os temas da diplomacia já não cabem nos salões e saletas do Itamaraty. “Eles ganharam o Congresso, as empresas, a mídia. Tornaram-se um tema controverso”, diz ela.
Polêmica aqui dentro, polêmica lá fora. O mundo dito multipolar onde a política externa tem de se aventurar virou um quebra-cabeça de novos temas, novos fóruns, novos riscos. Dos grandes salões oficiais, como a ONU e a OMC, o debate escapou para o G-20, os BRICs, os BASICs, o Caricom, a Unasul… Cúpulas informais, às vezes gigantescas, reúnem governos, ONGs e instituições mil para discutir sistema financeiro, segurança nuclear, mudanças climáticas, energias limpas, lavagem de dinheiro, direitos humanos, migrações, controle da internet. Uma tarefa para diplomatas de todos os ministérios.
Que mundo pode sair desse feirão de debates, com seus quilômetros de documentos? Para saber, o Conselho Nacional de Segurança dos EUA reuniu centenas de cientistas e montou, em 2008, uma futurologia de primeira – o estudo Global Trends 2025: A Transformed World (Tendências Globais 2025, Um Mundo Transformado). É um nunca acabar de alertas, a exigir das diplomacias um guia de sobrevivência.
Seu primeiro lembrete é que o Ocidente tem hoje 18% da população mundial – um número que convive com o rápido crescimento da Ásia e do Islã. A riqueza se transfere, em ritmo inédito, para a Ásia. Daqui a 15 anos cerca de 25 nações saberão fabricar uma bomba nuclear. As alterações climáticas vão desarrumar a vida de muitas nações. É preciso começar já a construir uma economia sem petróleo.
O Brasil, nessa avaliação, vale mais do que antes e menos do que se proclama. Embalado pelo agronegócio e pelo petróleo em alto-mar, pode sonhar com dias gloriosos – mas a precariedade da educação e uma tecnologia de principiante o impedem de decolar. Discursos e euforia à parte, o que os números dizem é que o País patina no 85º lugar nos índices de educação da ONU e que saltou de 22% para 45% o volume de matérias-primas nas nossas exportações.
Como adverte o economista Marcelo de Paiva Abreu, professor da PUC-Rio, se quiser livrar-se desses grilhões o próximo governo “não pode ignorar a urgência de maciça renovação da infraestrutura e inovações tecnológicas”. Isso combina com a incômoda previsão do Global Trends, segundo o qual o Brasil “tem limitada habilidade para projetar-se além do continente, como player importante no cenário mundial”. O americano Peter Hakim, do Diálogo Interamericano, vai mais longe. Veterano estudioso da América Latina, ele afirma que o potencial do Brasil para liderar o continente é “limitado por sua falta de disposição para arcar com os custos financeiros e políticos” de tal empreitada. E os vizinhos, diz ele com alguma ironia, “não têm um desejo particular de serem representados pelo Brasil”.
Em meio a tudo isso, a escolha moral e política sobre valores. A busca do “Brasil potência” vale o afastamento das tradicionais alianças ocidentais? Onde fica o ponto ótimo entre direitos humanos e negócios?Nenhum presidenciável escapará dessas escolhas cruciais, assim que subir a rampa do Planalto. E de muitas outras: como dar alento ao Mercosul? Dá para aplicar um choque de realidade no bolivarianismo? Como retomar o clima de confiança com os EUA? Os BRICs têm futuro como aliança? Seria oportuno o País ousar um pouco mais na política ambiental?
Fonte : O Estado de São Paulo
O Estado de S.Paulo – Gabriel Manzano
Trata-se de uma feliz coincidência e o melhor que os candidatos à Presidência podem fazer é aproveitá-la. O Brasil ganha importância e sonha com mais espaço na política mundial no exato momento em que uma crise financeira abala o sistema e obriga as grandes potências a reavaliar as regras do jogo e aceitar novos sócios. A multipolaridade, palavra da moda entre diplomatas e historiadores, abre as portas do clube para novos sócios – os países emergentes.
Uma tarefa a mais, portanto, para os presidenciáveis: entender de política externa. O tema entrou no caldeirão das prioridades nacionais e está obrigando cada um deles a esclarecer aos 135 milhões de eleitores, até outubro, duas questões: de que modo farão o País tirar vantagem desse novo cenário? E por quais caminhos pretendem definir esse novo lugar do Brasil no mundo?
Essas perguntas não faziam o menor sentido nos tempos do chamado mundo bipolar, o da Guerra Fria. Aquele era um mundo no qual não cabia mais ninguém além de Estados Unidos e União Soviética, com seus mísseis, seus espiões e o som de seus tambores de guerra. O nome do jogo era “mundo livre versus cortina de ferro” e a diplomacia dos tristes trópicos, tão desimportante, dormia sossegada durante os comícios eleitorais.
Isso passou. Sepultado com o comunismo, em 1991, o mundo bipolar foi trocado pelo domínio americano, unipolar. Bem depressa, porém, este se desmantelou. Não resistiu ao espetacular crescimento da China, aos estilhaços da crise financeira mundial e à virada americana com Barack Obama – cujo subproduto imediato era o fim do governo Bush e de sua obcecada guerra ao terror. É do presidente do Banco Mundial, Robert Zoellick, uma das melhores definições desse furacão: “As placas tectônicas da economia e da política estão se deslocando. As categorias desatualizadas do Primeiro e do Terceiro Mundo, doador e credor, líder e liderado, já não servem mais.”
Buscar vantagens para o Brasil, nesse quintal de incertezas, não é tarefa simples. Primeiro, porque não há mais consenso sobre política externa. Como adverte a professora Maria Hermínia Tavares, do Instituto de Relações Internacionais da USP, o País ficou importante e os temas da diplomacia já não cabem nos salões e saletas do Itamaraty. “Eles ganharam o Congresso, as empresas, a mídia. Tornaram-se um tema controverso”, diz ela.
Polêmica aqui dentro, polêmica lá fora. O mundo dito multipolar onde a política externa tem de se aventurar virou um quebra-cabeça de novos temas, novos fóruns, novos riscos. Dos grandes salões oficiais, como a ONU e a OMC, o debate escapou para o G-20, os BRICs, os BASICs, o Caricom, a Unasul… Cúpulas informais, às vezes gigantescas, reúnem governos, ONGs e instituições mil para discutir sistema financeiro, segurança nuclear, mudanças climáticas, energias limpas, lavagem de dinheiro, direitos humanos, migrações, controle da internet. Uma tarefa para diplomatas de todos os ministérios.
Que mundo pode sair desse feirão de debates, com seus quilômetros de documentos? Para saber, o Conselho Nacional de Segurança dos EUA reuniu centenas de cientistas e montou, em 2008, uma futurologia de primeira – o estudo Global Trends 2025: A Transformed World (Tendências Globais 2025, Um Mundo Transformado). É um nunca acabar de alertas, a exigir das diplomacias um guia de sobrevivência.
Seu primeiro lembrete é que o Ocidente tem hoje 18% da população mundial – um número que convive com o rápido crescimento da Ásia e do Islã. A riqueza se transfere, em ritmo inédito, para a Ásia. Daqui a 15 anos cerca de 25 nações saberão fabricar uma bomba nuclear. As alterações climáticas vão desarrumar a vida de muitas nações. É preciso começar já a construir uma economia sem petróleo.
O Brasil, nessa avaliação, vale mais do que antes e menos do que se proclama. Embalado pelo agronegócio e pelo petróleo em alto-mar, pode sonhar com dias gloriosos – mas a precariedade da educação e uma tecnologia de principiante o impedem de decolar. Discursos e euforia à parte, o que os números dizem é que o País patina no 85º lugar nos índices de educação da ONU e que saltou de 22% para 45% o volume de matérias-primas nas nossas exportações.
Como adverte o economista Marcelo de Paiva Abreu, professor da PUC-Rio, se quiser livrar-se desses grilhões o próximo governo “não pode ignorar a urgência de maciça renovação da infraestrutura e inovações tecnológicas”. Isso combina com a incômoda previsão do Global Trends, segundo o qual o Brasil “tem limitada habilidade para projetar-se além do continente, como player importante no cenário mundial”. O americano Peter Hakim, do Diálogo Interamericano, vai mais longe. Veterano estudioso da América Latina, ele afirma que o potencial do Brasil para liderar o continente é “limitado por sua falta de disposição para arcar com os custos financeiros e políticos” de tal empreitada. E os vizinhos, diz ele com alguma ironia, “não têm um desejo particular de serem representados pelo Brasil”.
Em meio a tudo isso, a escolha moral e política sobre valores. A busca do “Brasil potência” vale o afastamento das tradicionais alianças ocidentais? Onde fica o ponto ótimo entre direitos humanos e negócios?Nenhum presidenciável escapará dessas escolhas cruciais, assim que subir a rampa do Planalto. E de muitas outras: como dar alento ao Mercosul? Dá para aplicar um choque de realidade no bolivarianismo? Como retomar o clima de confiança com os EUA? Os BRICs têm futuro como aliança? Seria oportuno o País ousar um pouco mais na política ambiental?
Fonte : O Estado de São Paulo
“O Brasil não apoia o Irã; apoia a paz”, diz Celso Amorim. Para ministro, há má fé e ignorância nas críticas à atuação do país na área de direitos humanos
Celso Amorim, ministro de Relações Exteriores, sobre 2011: “Não quero criar constrangimentos para ninguém”
Entrevista: Está na hora de o Mercosul ter metas, diz Celso Amorim
Sergio Leo, de Brasília – VALOR
O Mercosul precisa de metas para garantir uma integração “plena” dos mercados nos países do bloco, defende o ministro de Relações Exteriores, Celso Amorim. Ele diz estar contente com os resultados da última reunião do bloco, que criou procedimentos comuns para as alfândegas do Mercosul e fixou prazo para acabar com a cobrança dupla de tarifa de importação no trânsito de mercadorias de um país ao outro. “Está na hora de pensar grande”, diz ele. “Em vez de negociar setorzinho por setorzinho , será que não devemos ter metas?”
O ministro diz que esse deve ser o passo a tomar na presidência temporária do Brasil neste semestre. Entre as metas que o ministro considera necessárias estão um prazo para acabar com as exceções à Tarifa Externa Comum (TEC) e datas para acordos de serviços e de compras governamentais, que dê tratamento nacional às empresas dos países do Mercosul nos outros mercados do bloco.
Amorim não esperou que começasse a sessão de perguntas para reagir a uma das críticas mais fortes à política externa do governo Lula, a de que é leniente com abusos dos direitos humanos em países aliados do Brasil. Ele vê motivação política na interpretação do documento não oficial encaminhado pela diplomacia brasileira em Genebra, que propõe novas etapas antes da aprovação de resoluções condenando qualquer país. “Ninguém nasceu ontem, [esse mecanismo] existe para certos casos, certos países”, desafia. Sobre outro tema polêmico, garante: “O Brasil não apoia o Irã; apoia a paz”. A seguir, os principais trechos da entrevista ao Valor, em que Amorim fala também de seus planos pessoais para 2011.
Valor: Ministro…
Celso Amorim: Li agora o documento entregue na ONU; de maneira nenhuma ele procura isentar nenhum país de nada, pelo contrário, o objetivo é tornar as recomendações dos órgãos de direitos humanos mais fáceis de implementar. Diz apenas que o método usado até agora, só condenação aos países, não foi efetivo, não mudou a situação de nenhum país. E há o fato de que as condenações são muito concentradas em uma ou duas regiões. Quando se leu alguma resolução sobre Guantánamo, ou algum país que permitiu que seus serviços de inteligência transferissem presos para lugares onde seriam torturados? Ninguém nasceu ontem, [o mecanismo] existe para certos casos e certos países.
Valor: Todos os países passam por revisões no Conselho…
Amorim: O Brasil lutou muito para ter esse mecanismo universal, todos passam por isso: Brasil, Coreia, Irã, EUA. No documento levado a Genebra se fala em mecanismo para ver se as ações recomendadas podem ser implementadas; vai ter até quem o veja como intrusivo, porque pede informativos, visitas aos países por delegações de Estados-membros, estratégias para implementação das recomendações dos mecanismos de revisão periódica, como implementar recomendações dos outros mecanismos de direitos humanos…
Valor: A questão direitos humanos ganhou fôlego por que…
Amorim: Porque é misto de má fé e ignorância. Ignorância porque não sabem como as coisas correm na realidade da vida, que países aliados militares de outros ficam totalmente isentos. Não vou dar exemplos, não quero romper relações diplomáticas, mas todo mundo sabe disso. Falei há pouco de Guantánamo porque até o presidente Obama falou; e os países cujos serviços de inteligência foram usados para levar presos, isso está noticiado. Não queremos dar refresco para nenhum país, queremos uma maneira que melhore, não para que os que tem complexo de culpa possam botar diploma na parede e dizer: condenei, e não mudar nada. O que me choca é a falta de interesse em melhorar de fato a situação de direitos humanos.
Valor: Mas Cuba e Irã são dois países onde…
Amorim; A mídia está totalmente errada ao dizer que o Brasil apoia o Irã. O Brasil não apoia o Irã. O Brasil apoia a paz, procurou um acordo proposto pelos países ocidentais em relação a energia nuclear, evitar armas nucleares.
Valor: Mas o presidente Lula faz declarações de apoio aos países, como quando compara oposição iraniana à torcida de futebol, diz ser avacalhação intervir por uma condenada à morte por adultério, diz que pode abrigá-la se ela estiver incomodando…
Amorim: Estamos trabalhando pelos direitos humanos, mas nossa maneira de agir é diferente de outros que fazem da hipocrisia sua maneira de principal instrumento. Condenam publicamente e financiam privadamente, em muitos casos.
Valor: Citaria um exemplo?
Amorim: Não.
Valor: Especialistas dizem que o Brasil emite sinais ambíguos, dá impressão de ser advogado dos interesses iranianos…
Amorim: Isso é imaginação, invenção das pessoas. Peguem os comentários feitos pelo Brasil sobre as exposições iranianas no Conselho de Direitos Humanos e verão que há muitas críticas e recomendações. Está disponível.
Valor: Pode citar algumas?
Amorim: Várias: condenação à pena de morte para menores, sobre a situação da mulher. Agora, o Irã, com todos os defeitos, convidou a alta comissária de Direitos Humanos para ir lá, e ela não foi até agora, deve sofrer pressão de alguém para não ir. Não propomos refresco para ninguém. Os métodos tradicionais não funcionam, precisamos encontrar métodos eficazes, e entre eles existe a maneira como implementar as recomendações dessa revisão universal. Isso não é notícia nova sequer, há uma fabricação com objetivos políticos, no noticiário.
Valor: Não só os jornais, as ONGs também se queixam do Brasil….
Amorim: As ONGs estão em sua missão de fiscalizar, como as de meio ambiente, que falam coisas que a gente não concorda, depois nos elogiam. A maneira como encaramos o processo, essa ideia da revisão periódica universal, eu defendi em Genebra, no governo FHC, justamente porque se pretendia tratar com isonomia, não permitir a politização, porque países entravam e outros não.
Valor: Na Guiné Equatorial o senhor falou em negócios; seria tradição de isolar a economia do tema de direitos humanos?
Amorim: Um jornalista me fez uma pergunta, foi totalmente distorcida, sobre negócios com o país. Eu disse: qual manteiga você comprou hoje? Quais companhias de petróleo operam aqui? Não quer dizer que esteja endossando o governo. Não quis dizer que isso guia nossa diplomacia, mas que não se pode confundir as coisas. A manteiga era francesa, as companhias de petróleo, americanas.
Valor: Outra crítica é que o Brasil se propõe a atuar como mediador…
Amorim: Não estamos propondo não, os outros países nos procuram. O presidente da Síria esteve aqui, o [presidente da Autoridade Palestina] Mahmoud Abbas, o presidente de Israel e o presidente do Irã estiveram aqui.
Valor: E na América do Sul, onde o Uruguai pediu em vão ajuda na crise com a Argentina pela instalação de papeleiras na fronteira?
Amorim: Só podemos ajudar quando os dois lados estão interessados, senão em vez de ajudar prejudica. No caso iraniano, recebemos estímulos de países ocidentais e outros para continuar na trilha e tinha óbvios interesses no Irã. Óbvio interesse dos dois lados.
Valor: No caso de palestinos e Israel não havia tanto interesse…
Amorim: Essas coisas têm de ser levadas com delicadeza. Há movimentos sendo feitos, no caso eu, pessoalmente, em decorrência até de pedido de Israel.
Valor: A aproximação com a Síria?
Amorim: Não vou dar detalhes, estive na Síria, Palestina, em Israel. E Turquia.
Valor: O Brasil não poderia ser mais ativo no Mercosul? E as queixas dos uruguaios?
Amorim: Não agimos com imposição, não faz parte de nossa atitude. Há mecanismos persuasórios, mas se não funcionam não adianta forçar, tem de esperar que o momento ocorra.
Valor: A reunião do Mercosul avançou com uma agenda que estava paralisada?
Amorim: O ministro não pode estar o tempo todo presente; lançam-se linhas de ação e elas avançam. Coisas que pareciam impossíveis ocorreram, houve o código aduaneiro, eliminação dos cronogramas, acordo de livre comércio com o Egito, o primeiro com país em desenvolvimento – além do que o Egito por si mesmo é país importante para nós. Tivemos uma coisa que não é comercial, mas é importante, o de gestão do aquífero Guarani. Só podemos exercitar plenamente nossa soberania mediante acordos de cooperação entre os quatro países.
Valor: Mas não falta, como reconheceu na reunião, um cronograma para acabar com as exceções à tarifa comum? Como aplicar um código nas alfândegas com tantas diferenças de tarifa?
Amorim: Uma coisa pressiona a outra, é positivo. A inexistência de uma tarifa externa comum faz com que o mercado comum não se realize plenamente, dificulta até negociações externas. Não se consegue isso de um dia para o outro, mas se fizermos um cronograma -não quero botar números, dez anos, quinze anos que sejam, e umas exceçõezinhas para o final – teremos mecanismo de cobrança sobre nós mesmos . Vamos conseguir dessa vez? Foi grande êxito a reunião, vai até ficar difícil para o Brasil agora porque muitas coisas que estavam represadas saíram. Temos de começar outras iniciativas.
Valor: Os chanceleres e presidentes discutiram as exceções à tarifa externa na última reunião?
Amorim: Falei na minha apresentação. Não houve discussão, estávamos muito concentrados em resolver nossos problemas. No último momento sempre há questões complexas. Até o ultimo momento estávamos empenhados em uma solução razoável para esse problema naquela reunião.
Valor: Era a reivindicação argentina de incluir impostos de exportação no código?
Amorim: Não necessariamente o da Argentina, o Brasil aplicou por muito tempo imposto sobre exportação de couro wet blue…
Valor: O Mercosul vai manter práticas como esse imposto de exportação?
Amorim: A medida em que a gente evolua para uma tarifa externa comum para valer, elimine a dupla cobrança da TEC, trabalhe para eliminar subsídios internos, não faz sentido ter imposto de exportação interno, mas isso será uma evolução.
Valor: Na crise Venezuela e Colômbia, um dos problemas é a presença dos guerrilheiros das Farc na fronteira; não é um problema regional a ser atacado?
Amorim: As Farc nascem de qualquer maneira dentro da Colômbia, qualquer atitude tem de ser combinada com o governo colombiano. Não significa que não vamos melhorar o policiamento na fronteira, isso aliás vale para os dois lados. A ideia do Conselho de Defesa da Unasul é também poder trocar de informação, ter medidas de criação de confiança, incluir medidas desse tipo, certamente com o repúdio a grupos armados sobretudo ligados ao narcotráfico.
Valor: Uribe desmoralizou a Unasul ao preferir denunciar na OEA a presença das Farc na Venezuela?
Amorim: Não desmoralizou, primeiro porque não é problema do Conselho de Defesa; quando se trata de denúncia é problema político. O Conselho é para encaminhar soluções ou que previnam que se chegue a esse ponto (de crise diplomática) ou para encaminhar alguma decisão política. Uma ação de um país não pode desmoralizar uma organização. O presidente Uribe tem direito de fazer a opção que quiser, também é membro da OEA, mas é muito mais provável conseguir solução na Unasul que na OEA.
Valor: Defende a ideia de mecanismo conjunto de fiscalização das fronteiras na região
Amorim: Pode ajudar, mas pode ser bilateral, vamos respeitar as sensibilidades; essas coisas não podem ser impostas.
Valor: Que metas o governo tem para o fim do governo?
Amorim: Resolver bem o que começamos. Sempre disse que o Brasil, até para atuar fora da região, precisa que a região esteja bem organizada e bem integrada. Demos passos importantes, não definitivos, não resolvem os problemas, temos de avançar mais. Não é eliminar as exceções; é como chegar a uma plena tarifa do Mercosul num numero X de anos. Tem sentido não ter acordo de compras governamentais que deem ao Mercosul uma preferência real? Temos de ter acordo de serviços mais amplo, maior liberalização, dar tratamento nacional às empresas do bloco em todos os países. Em vez de negociar setorzinho por setor será que não devemos ter meta para definir, que devem ser alcançadas? Talvez agora, com o fim do nosso governo, esteja na hora de pensar grande novamente no futuro. Essas metas temos de buscar.
Valor: Pode-se fechar o acordo de livre comércio com a União Europeia neste ano?
Amorim: Não quero fazer previsões. Se forem pessimistas, tornam-se auto-cumpríveis; se muito otimistas, dirão que é a proverbial ingenuidade do Itamaraty. Vamos trabalhar, ver até onde avançamos. Acho que dá para avançar, mas, realisticamente, concluir negociação neste semestre, não sei. Aguardamos a resposta deles para nossa oferta agrícola.
Valor: O que há entre EUA e Brasil para Lula falar em decepção com Barack Obama?
Amorim: Não posso fazer juízo assim, o presidente Obama é bem intencionado, muito importante para a política interna dos EUA, foi positivo o que fez na saúde, na disciplina dos bancos, Mas a política americana é complexa, parece não poder tratar de muitos assuntos ao mesmo tempo. Talvez o que o presidente Lula fale é da necessidade de maior compreensão do que é e como mudou a América Latina.
Valor: O embaixador José Botafogo diz que a diplomacia aponta uma série de tarefas, mas confunde importância com prioridade. Se tudo é prioridade, desperdiça esforços.
Amorim: Quando o [secretário-geral do Itamaraty, Antônio] Patriota vai a um determinado lugar me sinto representado. Tanto que esses avanços todos no Mercosul foram obtidos na minha ausência. Quando há necessidade, pode ter certeza de que estamos presentes, como no caso do código aduaneiro no Mercosul.
Valor: O senhor atuou diretamente?
Amorim: Me lembrei de problema parecido, no acordo Trips [direito de propriedade intelectual] da OMC. Garantimos que o assunto fosse mencionado, mas que cada um pudesse considerar-se representado.
Valor: Ministro, já decidiu o que fará no próximo governo?
Amorim: Minha vida não se mede por governos.
Valor: Em 2011, permanece no ministério? Falou com a candidata de seu partido?
Fonte :Valor Economico
Amorim: Não conversei, nem vou criar esse tipo de constrangimento para ela. Uma coisa garanto: não vou criar constrangimento a ninguém. E estou tomando providências: vou dar aulas na UFRJ. Não estou em idade de ensinar teoria, os mais jovens devem saber mais, mas posso transmitir experiência. Outra coisa minha mulher já fez: pedimos o apartamento nosso no Rio, em Copacabana que já está alugado.
Celso Amorim, ministro de Relações Exteriores, sobre 2011: “Não quero criar constrangimentos para ninguém”
Entrevista: Está na hora de o Mercosul ter metas, diz Celso Amorim
Sergio Leo, de Brasília – VALOR
O Mercosul precisa de metas para garantir uma integração “plena” dos mercados nos países do bloco, defende o ministro de Relações Exteriores, Celso Amorim. Ele diz estar contente com os resultados da última reunião do bloco, que criou procedimentos comuns para as alfândegas do Mercosul e fixou prazo para acabar com a cobrança dupla de tarifa de importação no trânsito de mercadorias de um país ao outro. “Está na hora de pensar grande”, diz ele. “Em vez de negociar setorzinho por setorzinho , será que não devemos ter metas?”
O ministro diz que esse deve ser o passo a tomar na presidência temporária do Brasil neste semestre. Entre as metas que o ministro considera necessárias estão um prazo para acabar com as exceções à Tarifa Externa Comum (TEC) e datas para acordos de serviços e de compras governamentais, que dê tratamento nacional às empresas dos países do Mercosul nos outros mercados do bloco.
Amorim não esperou que começasse a sessão de perguntas para reagir a uma das críticas mais fortes à política externa do governo Lula, a de que é leniente com abusos dos direitos humanos em países aliados do Brasil. Ele vê motivação política na interpretação do documento não oficial encaminhado pela diplomacia brasileira em Genebra, que propõe novas etapas antes da aprovação de resoluções condenando qualquer país. “Ninguém nasceu ontem, [esse mecanismo] existe para certos casos, certos países”, desafia. Sobre outro tema polêmico, garante: “O Brasil não apoia o Irã; apoia a paz”. A seguir, os principais trechos da entrevista ao Valor, em que Amorim fala também de seus planos pessoais para 2011.
Valor: Ministro…
Celso Amorim: Li agora o documento entregue na ONU; de maneira nenhuma ele procura isentar nenhum país de nada, pelo contrário, o objetivo é tornar as recomendações dos órgãos de direitos humanos mais fáceis de implementar. Diz apenas que o método usado até agora, só condenação aos países, não foi efetivo, não mudou a situação de nenhum país. E há o fato de que as condenações são muito concentradas em uma ou duas regiões. Quando se leu alguma resolução sobre Guantánamo, ou algum país que permitiu que seus serviços de inteligência transferissem presos para lugares onde seriam torturados? Ninguém nasceu ontem, [o mecanismo] existe para certos casos e certos países.
Valor: Todos os países passam por revisões no Conselho…
Amorim: O Brasil lutou muito para ter esse mecanismo universal, todos passam por isso: Brasil, Coreia, Irã, EUA. No documento levado a Genebra se fala em mecanismo para ver se as ações recomendadas podem ser implementadas; vai ter até quem o veja como intrusivo, porque pede informativos, visitas aos países por delegações de Estados-membros, estratégias para implementação das recomendações dos mecanismos de revisão periódica, como implementar recomendações dos outros mecanismos de direitos humanos…
Valor: A questão direitos humanos ganhou fôlego por que…
Amorim: Porque é misto de má fé e ignorância. Ignorância porque não sabem como as coisas correm na realidade da vida, que países aliados militares de outros ficam totalmente isentos. Não vou dar exemplos, não quero romper relações diplomáticas, mas todo mundo sabe disso. Falei há pouco de Guantánamo porque até o presidente Obama falou; e os países cujos serviços de inteligência foram usados para levar presos, isso está noticiado. Não queremos dar refresco para nenhum país, queremos uma maneira que melhore, não para que os que tem complexo de culpa possam botar diploma na parede e dizer: condenei, e não mudar nada. O que me choca é a falta de interesse em melhorar de fato a situação de direitos humanos.
Valor: Mas Cuba e Irã são dois países onde…
Amorim; A mídia está totalmente errada ao dizer que o Brasil apoia o Irã. O Brasil não apoia o Irã. O Brasil apoia a paz, procurou um acordo proposto pelos países ocidentais em relação a energia nuclear, evitar armas nucleares.
Valor: Mas o presidente Lula faz declarações de apoio aos países, como quando compara oposição iraniana à torcida de futebol, diz ser avacalhação intervir por uma condenada à morte por adultério, diz que pode abrigá-la se ela estiver incomodando…
Amorim: Estamos trabalhando pelos direitos humanos, mas nossa maneira de agir é diferente de outros que fazem da hipocrisia sua maneira de principal instrumento. Condenam publicamente e financiam privadamente, em muitos casos.
Valor: Citaria um exemplo?
Amorim: Não.
Valor: Especialistas dizem que o Brasil emite sinais ambíguos, dá impressão de ser advogado dos interesses iranianos…
Amorim: Isso é imaginação, invenção das pessoas. Peguem os comentários feitos pelo Brasil sobre as exposições iranianas no Conselho de Direitos Humanos e verão que há muitas críticas e recomendações. Está disponível.
Valor: Pode citar algumas?
Amorim: Várias: condenação à pena de morte para menores, sobre a situação da mulher. Agora, o Irã, com todos os defeitos, convidou a alta comissária de Direitos Humanos para ir lá, e ela não foi até agora, deve sofrer pressão de alguém para não ir. Não propomos refresco para ninguém. Os métodos tradicionais não funcionam, precisamos encontrar métodos eficazes, e entre eles existe a maneira como implementar as recomendações dessa revisão universal. Isso não é notícia nova sequer, há uma fabricação com objetivos políticos, no noticiário.
Valor: Não só os jornais, as ONGs também se queixam do Brasil….
Amorim: As ONGs estão em sua missão de fiscalizar, como as de meio ambiente, que falam coisas que a gente não concorda, depois nos elogiam. A maneira como encaramos o processo, essa ideia da revisão periódica universal, eu defendi em Genebra, no governo FHC, justamente porque se pretendia tratar com isonomia, não permitir a politização, porque países entravam e outros não.
Valor: Na Guiné Equatorial o senhor falou em negócios; seria tradição de isolar a economia do tema de direitos humanos?
Amorim: Um jornalista me fez uma pergunta, foi totalmente distorcida, sobre negócios com o país. Eu disse: qual manteiga você comprou hoje? Quais companhias de petróleo operam aqui? Não quer dizer que esteja endossando o governo. Não quis dizer que isso guia nossa diplomacia, mas que não se pode confundir as coisas. A manteiga era francesa, as companhias de petróleo, americanas.
Valor: Outra crítica é que o Brasil se propõe a atuar como mediador…
Amorim: Não estamos propondo não, os outros países nos procuram. O presidente da Síria esteve aqui, o [presidente da Autoridade Palestina] Mahmoud Abbas, o presidente de Israel e o presidente do Irã estiveram aqui.
Valor: E na América do Sul, onde o Uruguai pediu em vão ajuda na crise com a Argentina pela instalação de papeleiras na fronteira?
Amorim: Só podemos ajudar quando os dois lados estão interessados, senão em vez de ajudar prejudica. No caso iraniano, recebemos estímulos de países ocidentais e outros para continuar na trilha e tinha óbvios interesses no Irã. Óbvio interesse dos dois lados.
Valor: No caso de palestinos e Israel não havia tanto interesse…
Amorim: Essas coisas têm de ser levadas com delicadeza. Há movimentos sendo feitos, no caso eu, pessoalmente, em decorrência até de pedido de Israel.
Valor: A aproximação com a Síria?
Amorim: Não vou dar detalhes, estive na Síria, Palestina, em Israel. E Turquia.
Valor: O Brasil não poderia ser mais ativo no Mercosul? E as queixas dos uruguaios?
Amorim: Não agimos com imposição, não faz parte de nossa atitude. Há mecanismos persuasórios, mas se não funcionam não adianta forçar, tem de esperar que o momento ocorra.
Valor: A reunião do Mercosul avançou com uma agenda que estava paralisada?
Amorim: O ministro não pode estar o tempo todo presente; lançam-se linhas de ação e elas avançam. Coisas que pareciam impossíveis ocorreram, houve o código aduaneiro, eliminação dos cronogramas, acordo de livre comércio com o Egito, o primeiro com país em desenvolvimento – além do que o Egito por si mesmo é país importante para nós. Tivemos uma coisa que não é comercial, mas é importante, o de gestão do aquífero Guarani. Só podemos exercitar plenamente nossa soberania mediante acordos de cooperação entre os quatro países.
Valor: Mas não falta, como reconheceu na reunião, um cronograma para acabar com as exceções à tarifa comum? Como aplicar um código nas alfândegas com tantas diferenças de tarifa?
Amorim: Uma coisa pressiona a outra, é positivo. A inexistência de uma tarifa externa comum faz com que o mercado comum não se realize plenamente, dificulta até negociações externas. Não se consegue isso de um dia para o outro, mas se fizermos um cronograma -não quero botar números, dez anos, quinze anos que sejam, e umas exceçõezinhas para o final – teremos mecanismo de cobrança sobre nós mesmos . Vamos conseguir dessa vez? Foi grande êxito a reunião, vai até ficar difícil para o Brasil agora porque muitas coisas que estavam represadas saíram. Temos de começar outras iniciativas.
Valor: Os chanceleres e presidentes discutiram as exceções à tarifa externa na última reunião?
Amorim: Falei na minha apresentação. Não houve discussão, estávamos muito concentrados em resolver nossos problemas. No último momento sempre há questões complexas. Até o ultimo momento estávamos empenhados em uma solução razoável para esse problema naquela reunião.
Valor: Era a reivindicação argentina de incluir impostos de exportação no código?
Amorim: Não necessariamente o da Argentina, o Brasil aplicou por muito tempo imposto sobre exportação de couro wet blue…
Valor: O Mercosul vai manter práticas como esse imposto de exportação?
Amorim: A medida em que a gente evolua para uma tarifa externa comum para valer, elimine a dupla cobrança da TEC, trabalhe para eliminar subsídios internos, não faz sentido ter imposto de exportação interno, mas isso será uma evolução.
Valor: Na crise Venezuela e Colômbia, um dos problemas é a presença dos guerrilheiros das Farc na fronteira; não é um problema regional a ser atacado?
Amorim: As Farc nascem de qualquer maneira dentro da Colômbia, qualquer atitude tem de ser combinada com o governo colombiano. Não significa que não vamos melhorar o policiamento na fronteira, isso aliás vale para os dois lados. A ideia do Conselho de Defesa da Unasul é também poder trocar de informação, ter medidas de criação de confiança, incluir medidas desse tipo, certamente com o repúdio a grupos armados sobretudo ligados ao narcotráfico.
Valor: Uribe desmoralizou a Unasul ao preferir denunciar na OEA a presença das Farc na Venezuela?
Amorim: Não desmoralizou, primeiro porque não é problema do Conselho de Defesa; quando se trata de denúncia é problema político. O Conselho é para encaminhar soluções ou que previnam que se chegue a esse ponto (de crise diplomática) ou para encaminhar alguma decisão política. Uma ação de um país não pode desmoralizar uma organização. O presidente Uribe tem direito de fazer a opção que quiser, também é membro da OEA, mas é muito mais provável conseguir solução na Unasul que na OEA.
Valor: Defende a ideia de mecanismo conjunto de fiscalização das fronteiras na região
Amorim: Pode ajudar, mas pode ser bilateral, vamos respeitar as sensibilidades; essas coisas não podem ser impostas.
Valor: Que metas o governo tem para o fim do governo?
Amorim: Resolver bem o que começamos. Sempre disse que o Brasil, até para atuar fora da região, precisa que a região esteja bem organizada e bem integrada. Demos passos importantes, não definitivos, não resolvem os problemas, temos de avançar mais. Não é eliminar as exceções; é como chegar a uma plena tarifa do Mercosul num numero X de anos. Tem sentido não ter acordo de compras governamentais que deem ao Mercosul uma preferência real? Temos de ter acordo de serviços mais amplo, maior liberalização, dar tratamento nacional às empresas do bloco em todos os países. Em vez de negociar setorzinho por setor será que não devemos ter meta para definir, que devem ser alcançadas? Talvez agora, com o fim do nosso governo, esteja na hora de pensar grande novamente no futuro. Essas metas temos de buscar.
Valor: Pode-se fechar o acordo de livre comércio com a União Europeia neste ano?
Amorim: Não quero fazer previsões. Se forem pessimistas, tornam-se auto-cumpríveis; se muito otimistas, dirão que é a proverbial ingenuidade do Itamaraty. Vamos trabalhar, ver até onde avançamos. Acho que dá para avançar, mas, realisticamente, concluir negociação neste semestre, não sei. Aguardamos a resposta deles para nossa oferta agrícola.
Valor: O que há entre EUA e Brasil para Lula falar em decepção com Barack Obama?
Amorim: Não posso fazer juízo assim, o presidente Obama é bem intencionado, muito importante para a política interna dos EUA, foi positivo o que fez na saúde, na disciplina dos bancos, Mas a política americana é complexa, parece não poder tratar de muitos assuntos ao mesmo tempo. Talvez o que o presidente Lula fale é da necessidade de maior compreensão do que é e como mudou a América Latina.
Valor: O embaixador José Botafogo diz que a diplomacia aponta uma série de tarefas, mas confunde importância com prioridade. Se tudo é prioridade, desperdiça esforços.
Amorim: Quando o [secretário-geral do Itamaraty, Antônio] Patriota vai a um determinado lugar me sinto representado. Tanto que esses avanços todos no Mercosul foram obtidos na minha ausência. Quando há necessidade, pode ter certeza de que estamos presentes, como no caso do código aduaneiro no Mercosul.
Valor: O senhor atuou diretamente?
Amorim: Me lembrei de problema parecido, no acordo Trips [direito de propriedade intelectual] da OMC. Garantimos que o assunto fosse mencionado, mas que cada um pudesse considerar-se representado.
Valor: Ministro, já decidiu o que fará no próximo governo?
Amorim: Minha vida não se mede por governos.
Valor: Em 2011, permanece no ministério? Falou com a candidata de seu partido?
Fonte :Valor Economico
Amorim: Não conversei, nem vou criar esse tipo de constrangimento para ela. Uma coisa garanto: não vou criar constrangimento a ninguém. E estou tomando providências: vou dar aulas na UFRJ. Não estou em idade de ensinar teoria, os mais jovens devem saber mais, mas posso transmitir experiência. Outra coisa minha mulher já fez: pedimos o apartamento nosso no Rio, em Copacabana que já está alugado.
domingo, 8 de agosto de 2010
quarta-feira, 4 de agosto de 2010
Os amorosos
Jaime Sabines
Os amorosos calam.
O amor é o silêncio mais fino,
o mais temeroso, o mais insuportável.
Os amorosos buscam,
os amorosos são os que abandonam,
são os que mudam, os que esquecem.
Seu coração lhes diz que nunca vão encontrar,
não encontram, buscam.
Os amorosos andam como loucos
porque estão sós, sós, sós,
entregando-se, dando-se a cada momento,
chorando porque não salvam o amor.
Preocupa-lhes o amor. Os amorosos
vivem o dia, não podem fazer mais, não sabem.
Sempre estão indo,
Sempre, para alguma parte.
Esperam,
Não esperam nada, mas esperam.
Sabem que nunca vão encontrar.
O amor é a delonga perpétua,
sempre o passo seguinte, o outro, o outro.
Os amorosos são os insaciáveis,
Os que sempre – que bom! – vão estar sós.
Os amorosos são a hidra do conto.
Têm serpentes no lugar de braços.
As veias do pescoço se incham
também como serpentes para asfixiá-los.
Os amorosos não podem dormir
porque se dormem lhes comem os vermes.
Na escuridão abrem os olhos
E lhes sobressalta o espanto.
Encontram escorpiões debaixo do lençol
E sua cama flutua sobre um lago.
Os amorosos são loucos, só loucos,
sem Deus e sem diabo.
Os amorosos saem de suas covas
temerosos, famintos,
para caçar fantasmas.
Riem das pessoas que sabem de tudo,
das que amam o perene, verídicamente,
das que acreditam no amor como uma lâmpada de inesgotável azeite.
Os amorosos brincam de agarrar água,
de tatuar fumaça, de não se ir.
Jogam faz tempo, o triste jogo do amor.
Ninguém há de resignar-se.
Dizem que ninguém há de resignar-se.
Os amorosos se envergonham de toda conformidade.
Vazios, mas vazios de uma a outra costela,
a morte lhes fermenta atrás dos olhos,
E eles caminham, choram até a madrugada
quando trens e galos se despedem dolorosamente.
Sentem às vezes um cheiro de terra recém nascida,
de mulheres que dormem com a mão no sexo, gozosas
de córregos de água carinhosa e de cozinhas.
Os amorosos cantam entre lábios
uma canção não aprendida,
e se vão chorando, chorando,
a formosa vida.
(tradução livre :: Patrícia Mc Quade)
Los Amorosos
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.
Os amorosos calam.
O amor é o silêncio mais fino,
o mais temeroso, o mais insuportável.
Os amorosos buscam,
os amorosos são os que abandonam,
são os que mudam, os que esquecem.
Seu coração lhes diz que nunca vão encontrar,
não encontram, buscam.
Os amorosos andam como loucos
porque estão sós, sós, sós,
entregando-se, dando-se a cada momento,
chorando porque não salvam o amor.
Preocupa-lhes o amor. Os amorosos
vivem o dia, não podem fazer mais, não sabem.
Sempre estão indo,
Sempre, para alguma parte.
Esperam,
Não esperam nada, mas esperam.
Sabem que nunca vão encontrar.
O amor é a delonga perpétua,
sempre o passo seguinte, o outro, o outro.
Os amorosos são os insaciáveis,
Os que sempre – que bom! – vão estar sós.
Os amorosos são a hidra do conto.
Têm serpentes no lugar de braços.
As veias do pescoço se incham
também como serpentes para asfixiá-los.
Os amorosos não podem dormir
porque se dormem lhes comem os vermes.
Na escuridão abrem os olhos
E lhes sobressalta o espanto.
Encontram escorpiões debaixo do lençol
E sua cama flutua sobre um lago.
Os amorosos são loucos, só loucos,
sem Deus e sem diabo.
Os amorosos saem de suas covas
temerosos, famintos,
para caçar fantasmas.
Riem das pessoas que sabem de tudo,
das que amam o perene, verídicamente,
das que acreditam no amor como uma lâmpada de inesgotável azeite.
Os amorosos brincam de agarrar água,
de tatuar fumaça, de não se ir.
Jogam faz tempo, o triste jogo do amor.
Ninguém há de resignar-se.
Dizem que ninguém há de resignar-se.
Os amorosos se envergonham de toda conformidade.
Vazios, mas vazios de uma a outra costela,
a morte lhes fermenta atrás dos olhos,
E eles caminham, choram até a madrugada
quando trens e galos se despedem dolorosamente.
Sentem às vezes um cheiro de terra recém nascida,
de mulheres que dormem com a mão no sexo, gozosas
de córregos de água carinhosa e de cozinhas.
Os amorosos cantam entre lábios
uma canção não aprendida,
e se vão chorando, chorando,
a formosa vida.
(tradução livre :: Patrícia Mc Quade)
Los Amorosos
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.
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