“El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas
teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del
cielo. Sonreías. Dejabas atrás un pueblo del que muchas veces me dijiste: “Lo
quiero por ti; pero lo odio por todo lo demás, hasta por haber nacido en él.”
Pensé: “No regresará jamás; no volverá nunca."
Pero los caminos de ella eran más largos que todos los
caminos que yo había andado en mi vida y hasta se me ocurrió que nunca
terminaría de quererla.
Ese sueño que eres tú todavía dura. Durará siempre, porque
siento como que estás dentro de mi sangre y pasas por mi corazón a cada rato.
He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he
aprendido a decir entre la noche iluminada. Lo han aprendido ya el árbol y la
tarde… y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en las espigas
de los trigales. Y lo murmura el río… “ —
Juan Rulfo-(Fragmentos de Pedro Páramo).
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