Cruzó bajo la luna y las estrellas,
me vio pasar y suspiró. Sus bellas
pupilas sobre mí se detuvieron,
y mis pies temblorosos ascendieron
en la paz del retiro,
al alado corcel de aquel suspiro.
Y raudo cabalgué sin dejar huellas
lejos de mí en vertiginoso giro:
¡más allá de la luna y las estrellas
sobre el raudo corcel de aquel suspiro!
José P. H. Hernández. PRo
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