Leopoldo Lugones
Poco antes de la oración del huerto, un hombre tristísimo
que había ido a ver a Jesús, conversaba con Felipe, mientras concluía de orar
el Maestro.
-Yo soy el resucitado de Naim -dijo el hombre-. Antes de mi
muerte, me regocijaba con el vino, holgaba con las mujeres, festejaba con mis
amigos, prodigaba joyas y me recreaba en la música. Hijo único, la fortuna de
mi madre viuda era mía tan solo. Ahora nada de eso puedo; mi vida es un páramo.
¿A qué debo atribuirlo?
-Es que cuando el Maestro resucita a alguno, asume todos sus
pecados -respondió el apóstol-. Es como si aquel volviera a nacer en la pureza
del párvulo…
-Así lo creía y por eso vengo.
-¿Qué podrías pedirle, habiéndote devuelto la vida?
-Que me devuelva mis pecados -suspiró el hombre.
FIN
De Filosofícula, 1924
MÁS CUENTOS DE LEOPOLDO LUGONES
Biblioteca Digital Ciudad Seva
Nenhum comentário:
Postar um comentário